13 de noviembre de 2007

Pa' la mierda


Caminó de espaldas sobre aquellas baldosas blancas y negras sintiéndose en un tablero de ajedrez.
De la cocina al baño eligió moverse como caballo dibujando eles en el corredor.
El desafío de caminar de espaldas lo obligaba a hacer cálculos precisos porque el movimiento podía llevarlo a quedarse en cuclillas bajo la mesa de la cocina o alejarlo definitivamente del water, cosa que el bajo vientre no perdonaría con facilidad.
Tampoco era cuestión de abandonarse a la simplicidad del caminar recto de la torre o a las veleidades de la reina con aptitud de moverse libremente en un sitio donde todos están sujetos a una lógica heroica.


Prefería no ganar partidas con la reina, la cobardía, el poder de esa pieza le molestaban sobremanera.
Admiraba el sacrificio de los peones, las diagonales veloces y arteras de los alfiles y la parquedad conservadora del rey.
Todo un escenario de protección basado en la posesión de cuadritos blancos y negros.
"La democracia destruiría el ajedrez" pensó para sí aguantando los reclamos intestinales.
Retrocedió con tres pasos rectos y una al costado jugando con las chances que le daba el espacio y el ajustado movimiento. El juego le exigía ir sorteando el mobiliario imaginando lo que ocurriría al toparse con ellos, los adornos que hacía tambalear, apenas la aventura.
No pudo más.
"¡Me estoy cagando carajo!", dijo con la voz entrecortada de quienes efectivamente están a un triz de hacerse encima.
Pensó en la necesidad de leer algo y calculó los pasos que habría de hacer para llegar al revistero. En el primer intento consiguió manotear una revista deshojada pero con las mejores tetas de la historieta, una heroína cibernética que peleaba contra dragones infames,
- Ya está, se dijo y se fue contentando hasta que un retortijón paralizó el erotismo.
Cabalgó retrocediendo de a tres pasos rectos y uno al costado, combinados con tres al costado y uno recto hasta la puerta del baño donde sintió lo impredecible y oscuro de su destino.
Junto las piernas, dobló las rodillas y se apretó el estómago.
No podría ya llegar al inodoro siguiendo el movimiento del caballo.
Sufrió un instante, buscó alternativas, ingresó, así, de espaldas, y en las únicas dos movidas que pudo hacer terminó topándose con la bañera donde terminó descargándose.
"¡Mierda con el ajedrez!", relinchó absurdo.
Jorge Zárate