29 de septiembre de 2019

Mafalda cumple 55, un recuerdo del lanzamiento de su colección en guaraní


La ministra Ladislaa Alcaraz y el embajador argentino, Héctor Lostri presentaron el trabajo en la Feria del Libro en junio de 2019. Foto de Cristóbal Núñez
 “Mafalda odia la sopa, el caldo, como lo llamamos nosotros y decidí usar la palabra “Yukysy” para describirla”, cuenta María Gloria Pereyra, la traductora de la obra, recordando que siguió la recomendación del gran Félix de Guarania a la hora de encarar la tarea. “Si se puede contar todo en guaraní, hay que hacerlo sin dudar”, es decir, reducir al mínimo la tentación del jopará, ese elemento multiplicador en el habla, pero reductor de la pureza de la lengua en contracara.
También dijo haber aplicado el consejo de la maestra Delicia Villagra: “Ni el purismo, ni el relajo, riman con el desarrollo de la lengua”.

El resultado es una Mafalda muy cercana, “kachiai” a su modo, con sus maravillosas salidas expresadas en giros idiomáticos muy propios del guaraní que en muchos casos hacen más graciosos o reflexivos los cuadritos de estos 10 tomos fabulosos del gran Quino.
El dibujante y humorista Joaquín Lavado, tal su nombre, se disculpa desde un video de no haber podido llegar, no tiene puestos sus característicos anteojos de marcos gruesos y suena algo tímido ante la cámara.
Hubiera sido importante su presencia, es la primera traducción de su obra completa a una lengua originaria de la América nuestra.
Así lo destacó Ladislaa Alcaraz, la ministra de la Secretaría de Políticas Lingüísticas (SPL), en un emotivo discurso en guaraní, en el que puso en valor las técnicas de la traducción y el resultado final de la tarea. “Esta es una obra mayor que nos hace reflexionar y que demuestra la potencia del guaraní para transmitir contenidos”, expuso.
El embajador argentino, Héctor Lostri, definió al trabajo como “un proyecto de integración” y recordó que si bien “Paraguay es el corazón del idioma guaraní, también en mi país se lo habla en las cuatro provincias del Nordeste (NEA), Formosa, Chaco, Corrientes y Misiones y también, más de lo que se cree, en el Gran Buenos Aires”. 

Tras contar su experiencia personal con la obra, Lostri apuntó que se trata de un libro “que hace que los chicos aprendan a hacer preguntas”. También manifestó su “envidia a los que pueden dominar los dos idiomas” y prometió hacer un esfuerzo por aprender el guaraní. 
Jorge Zárate

26 de septiembre de 2019

Tonolec: “Los guaraníes enseñan que somos uno con la naturaleza”


El documental “El canto del tiempo”, que registra el trabajo del dúo Tonolec con comunidades mbya de Misiones, Argentina, fue distinguido en el 28° Festival de Cine de Asunción, oportunidad en la que además hicieron una muy aplaudida presentación. Dueña de una de las voces latinoamericanas más festejadas por crítica y audiencia, Charo Bogarín cuenta en esta entrevista con La Nación de sus ancestros guaraníes, de sus trabajos con comunidades en nuestro país, Argentina y Brasil y de la importancia de la música como vehículo cultural profundo.
-¿Estuviste en comunidades indígenas ache guaraní?
-Sí, es la tercera vez que tengo oportunidad de venir a realizar trabajos con los niños de la comunidad de Kuetuvy, Canindeyú. También estuve en Chupapou y conocí la Reserva Mbarakaju, donde hay 120 niñas, mujeres y adolescentes que se preparan para la vida en un internado que les ofrece salir de sus lugares más rurales. Mi trabajo se focaliza en comunidades ache que cultivan la yerba mate bajo la sombra. Es un proyecto de la empresa Guayaki que hace comercio justo, que conserva la filosofía del medio ambiente, no usando venenos como el glifosato y conservando todas las capas de la selva nativa del lugar.
-¿Cuál es tu tarea allí?
-Lo mío es musical, fui para inaugurar una escuela y naturalmente cuando tomaba mi instrumento, los niños se me acercaban y así fue que Guayaki entendió que podíamos hacer algo más que brindar un modo de supervivencia, que es trabajar el afianzamiento de la identidad.
Es una mirada integradora que considera la música y el arte como un puente que les sirva a futuro para desarrollarse en lo artístico y tener una salida más que sea al margen de ser trabajadores de la tierra, que les expanda el horizonte y reforzar a través de la música y del trabajo que hago, que es escribir en leguas ancestrales o poner música a poemas, poder hacer que los niños tengan sus cantos en lenguas ache porque los niños no tienen cantos, las abuelas tienen los suyos que son como lamentos...
-Jahe 'o...
-Eso, y terminan lamentando, llorando literalmente. Pero eso no es de los niños, es algo de los adultos, así que puedo trabajar lo lúdico y musical con los pequeños, porque lo que aprendés de niño no te lo olvidas jamás, un canto que aprendés en un juego de ronda es algo que también te genera otro tipo de horizontes, como nosotros que cuando queremos expandir los horizontes de los chicos nuestros los enviamos a estudiar música o un idioma extranjero, yo vengo a ser ese engranaje musical.

Sangre Nativa
-¿Tu primer contacto con el guaraní?
-El primero, que fue interrumpido por la desaparición de mi padre, fue en mi niñez. Hasta los 5 años estuve viviendo en Clorinda, Formosa, aquí en la frontera, imagínate que la cultura tiene mucho más que ver con la cultura guaraní, con las costumbres paraguayas. Los saludos “Mba'éichapa”, las expresiones “Nderasóre”, cuestión que se interrumpe a los 5 años cuando fui llevada para ser criada en la provincia del Chaco. Recién lo recupero a los 30 años en este inicio del trabajo en Tonolec con Diego Pérez. De manera indirecta entro a tener contacto con mi sangre nativa ya que después de trabajar muchos años con el Coro Toba Chelalaapi, una de mis tías me dice Charo, tu abuelo fue el cacique Guairare, y fue como si nunca me hubiera mirado al espejo para saber que tenía sangre indigena. Hubo que escucharlo en palabras para sentir que había algo allí no resuelto. Intuitivamente comencé con los cantos originarios mezclados con la electrónica y hacia el 2008 me adentro en lo guaraní que es con este trabajo de investigación que es visitar 7 comunidades en Misiones de la comunidad mbya guaraní. También se nos da una convocatoria al Brasil en la zona de la represa de Itaipú donde los indígenas fueron desplazados, donde visitamos a los opy (chamanes) y los opygua, las casas sagradas que hicieron reverdecer mi ADN nativo.
-La película “El canto del Tiempo” narra parte de este proceso, ¿Cómo lo vivieron?
-Sí, narra la génesis de nuestro encuentro con lo guaraní, data del 2008, donde el director Mana García, en la Universidad de 3 de Febrero él realizaba Polifonía, una serie de programas para el canal Encuentro donde pasaban diferentes artistas y a nosotros nos tocó la temática “Legado” y allí comenzamos a hablar de nuestras composiciones en lengua qom, de los cantos de las comunidades de seguir pasando esta posta. Allí nos preguntó si no teníamos registro de ese trabajo hecho con los qom entre el 2000/10 y no teníamos. Y nos propuso hacer lo guaraní y lo pudimos hacer con dos músicos, Nerina Bader y Karoso Zuetta, que nos presentaron con las comunidades.
Eso se documentó con la idea de hacer un piloto, pero finalmente no se consiguieron los fondos, bien argentino (risas) así que el documental está hecho con lo primero que registramos, en cada comunidad en paralelo con lo que íbamos haciendo con los cantos, cómo sonorizar, agregar letra. Es un documental musical que muestra la parte más rica de Tonolec, que es el trabajo de campo. Ir a las comunidades.
-¿Cómo nace la idea del trabajo con los niños?
-El primer coro de niños con el que trabajamos fue el de los nietitos de Rosalía del Coro Toba Chelalaapi, donde ellos grabaron Manuelita y después fue difícil seguir porque cambió la dirigencia del coro y no tuvimos ya buena relación. Allí seguimos trabajando con los guaraníes y descubrimos diferencias. El canto qom es casi privativo de los adultos, en tanto que en los guaraníes es casi todo de los niños, donde todos saben cantar en su idioma, los ava, los mbya, los tupi, aquí hay una enseñanza que es tomar esa posta para educar a las nuevas generaciones, eso es lo que estoy trabajando con los ache. Porque son herramientas de poder, de dominación, la lengua y la religión, las armas vienen después, entonces es ver de qué manera se sigue trabajando en esa resistencia que hay que tener desde lo cultural para enfrentar todo lo que se impone masivamente.
-Hay allí toda una filosofía por comprender...
-…Es que cuando hablamos de música, hay una filosofía de vida, porque si se escuchan las letras, se habla de las costumbres, los dioses, las plantas y los animales, entonces se rescata la cosmogonía de los pueblos originarios que enseña que no hay dualidad, que somos uno con la naturaleza, por eso ese cuidado, esa adoración a la Pachamama, que es como la que Occidente tiene al dinero, a lo material. Ellos son la llave, tienen el conocimiento, no hace falta buscarlo en Buda, en India o en China porque nuestra gente tiene saberes sobre la tierra, sobre las medicinas que están viniendo a patentar desde afuera. Saben que la tierra es sagrada y que nos provee alimento, medicina, abrigo, tenemos que aprender a que eso sea algo cotidiano por lo que tenemos que hacer una nueva conexión, 
Charo estuvo acompañada en su visita al país por su pareja, el actor Juan Palomino
Jorge Zárate
Fotos de Cristóbal Núñez.

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25 de septiembre de 2019

Kurusu Cadete, al borde del remate

 El centro de religiosidad popular de la avenida Molas López, donde está emplazado el santuario del cadete Benítez, tiene una deuda de G. 65 millones de impuesto inmobiliario con la comuna de Asunción. “Si no podemos pagar, iremos a remate y se acabará toda esta milagrosa obra”, dice Domingo, hermano de Alberto Anastasio Benítez.
 
 Es sábado y hay un desfile incesante de familias, parejas, personas que llegan munidas de sus botellas de plástico para llevar el agua del ykua milagroso de Villa Guaraní. La familia Benítez, custodia del lugar, vive una paradoja. El sitio de la avenida Molas López, donde está emplazado el santuario, tiene una deuda de G. 65 millones de impuesto inmobiliario con la Municipalidad de Asunción. Mientras, reclama una indemnización por la cruel ejecución del cadete, que debe decidir la Corte, por unos G. 1.200 millones.
“Tengo 77 años y vengo al menos desde hace 25, imagine”, cuenta Marta Casco con el gesto único de contar los años que se da dentro de los ojos. De allí parece surgir el recuerdo del “milagro” que el agua del ykua del Kurusu Cadete hizo en sus manos, en esas que prenden la vela de homenaje. “Trabajaba en costura y no podía manejar la tijera, así que me encomendé al cadete y puse el agua en mis extremidades y pude seguir trabajando”, cuenta la mujer.
Domingo es el custodio del lugar, hermano de Alberto Anastasio Benítez, el cadete del Liceo Militar asesinado en las mazmorras de la cruel dictadura de Alfredo Stroessner.
 
 De cómo la injusticia de la muerte de ciertas personas genera cultos populares hay cientos de ejemplos en el mundo, pero, el caso del cadete Benítez tiene la peculiaridad de la contemporaneidad, el caso ocurrió un 7 de diciembre de 1962.
“Todavía es un misterio, pero al lado del árbol de Tataré donde apareció colgado, brotó este ykua, cuyas aguas hacen milagros”, dice Domingo y la ronda de gente que va pasando camino de la capilla, un oratorio con diversas vírgenes de Caacupé y finalmente el ykua viene a testimoniar en ese sentido.

 
Cristolvina Ojeda se quiebra de la emoción cuando cuenta cómo su hija pudo superar un tumor que le llegó a quitar el habla, con la fe en la intercesión del cadete, en las aguas milagrosas del ykua. Dicen que el líquido tiene especial efecto en las mujeres que tienen embarazos complicados. “Vine en el 83 con muchos problemas y me encomendé al cadete, tomé el agua, llevé y ahora mi Anastasio es un joven fuerte y estudioso”, dice Mirta Romero.
Se pueden contar por decenas los Alberto Anastasio que recibieron esos nombres en bautismo en honor al milagroso cadete.

 
Gustavo Meden es suboficial mayor de Caballería, un soldado de porte marcial que estuvo en dos misiones representando a las Fuerzas Armadas paraguayas en Haití, ese país que inauguró las independencias de América Latina y que hoy vive oprimido por el hambre y la miseria a la que lo condenaron las invasiones extranjeras.
Tripulante de blindados, Meden también se encomendó al cadete antes de partir. “Le prometí que si regresaba le traería mi boina”, contó. La ceremonia en la que deposita la ofrenda en el Tataré que hoy preside la capilla de adoración es conmovedora.
También tiene la memoria de Alberto Anastasio Benítez especial reparo en los uniformados, cuenta otro oficial retirado de la Fuerza Aérea mientras mira las gorras y birretes que obran en el altar. “Le ayudó a mi hija en sus estudios en el arma”, susurra.


Preocupación
Domingo está preocupado por el eventual remate de la propiedad. “Es una deuda que fue creciendo porque no tenemos plata para pagar”, dice con alguna desesperación. Espera que alguien destrabe el juicio en la Corte Suprema de Justicia (CSJ), que algún beneficiado por el cadete interceda ante el intendente Mario Ferreiro para hacer un plan de pagos, que la gente haga aportes
“Nosotros custodiamos el sitio, es nuestro mandato, a mi me toca quitar el agua del ykua, abastecer los cántaros, cuidar y limpiar las capillas, estamos todo el día con esto y la verdad es que la gente no deja gran dinero para ayudar, lo hacemos todo a pulmón”, dice Benítez, que ya sufrió un derrame cerebral y un infarto de corazón a causa de sus preocupaciones.
“Me curé con el agua, por la intercesión del cadete”, asegura y recuerda el caso de Rubén Maldonado, que fuera figura del Olimpia y jugara muchos años en Italia. “El cadete le ayudó en sus cosas del fútbol y también con la salud de su hijo, por eso, cuando le fue bien, vino y me dijo para reemplazar la antigua capilla por esta nueva que ven, él pagó todo, fue uno de los pocos creyentes que tuvo un gesto como éste”, comentó.

Lo bendito, lo siniestro
 
 La secuencia de la muerte injusta parece no acabar para los Benítez. Benditos por un lado, perseguidos por ese infesto poder oscuro por el otro. Todo comenzó con el padre, el mayor Anastacio de Jesús Benítez Mieres, héroe de la Guerra del Chaco, respetado por la tropa, querido en el arma, según cuenta su hijo Domingo.
Revistaba en el Regimiento de Infantería 14 de Tacumbú. “Cuando papá estaba a punto de ascender como teniente coronel, se dio la tragedia que está en el fondo de todo”, cuenta.
“En el RI 14 también estaba mi hermano Teresio Benítez, que era cabo primero. Resulta que en ese día en que papá salió a comprar el uniforme para su ascenso, a Teresio se le ocurre ocupar un soldado para que le vaya a comprar miel”. Regresando el soldado del cometido se encuentra en cercanías de la portería con Patricio Colmán, otro oficial jerárquico del regimiento, un criminal más probado por la Comisión de Verdad y Justicia (CVJ).

 
“Colmán era capitán, se fue contra mi hermano Teresio, lo decuereó, le pegó 36 sablazos, sabía pegar con el sable, mandó llamar un peluquero y le afeitó la cabeza y las cejas, lo metió a un calabozo oscuro”, cuenta Domingo.
“Al volver papá, le reportan la novedad en la puerta y corre a buscarlo a Colmán al casino de oficiales, lo encuentra, lo increpa y cuando este cobarde huye, le hace un disparo sobre la cabeza para asustarlo”, relata. Fue un escándalo que los estronistas aprovecharon para acusarlo de comunista y “epifanista”, seguidor del dirigente colorado Epifanio Méndez Fleitas, que ya estaba en el exilio. 
 Anastasio Benítez padre decide entonces retirarse del ejército y poner una carnicería en Trinidad, en la zona de Villa Guaraní, donde vivieron toda la vida. Tuvo 14 hijos, de los cuales hoy sobreviven 5. Llegó después el tiempo en que Alberto insistió para ir al Liceo y contó con el agrado del padre.
El destino cruel lo hizo tener como compañero de banco a Freddy Stroessner, el hijo del dictador. Domingo, que reconstruyó la historia con decenas de valientes testimonios, cuenta que Alberto alguna vez defendió la impronta de su padre ante Colmán y que Freddy le contó eso al tirano.
Paranoicos, crueles, los estronistas creyeron ver allí una conspiración latente, secuestraron al cadete Benítez y se les murió en la mesa de tortura. Al no saber qué hacer con el cadáver, montaron la escena de un suicidio en ese lote de los Brinizcki, donde hoy desfilan los creyentes.
“Pretendieron hacer creer que se suicidó, tuvieron preso a Napoleón Ortigoza durante 25 años, fue, después de Nelson Mandela, el que fuera presidente de Sudáfrica, el preso político más antiguo del mundo, todo un montaje que se cayó por los testimonios de muchísima gente, que obra en las causas de los DDHH y todavía el Estado no nos quiere resarcir”, comentó. Habrá que ayudar a las aguas santas a hacer justicia.
Jorge Zárate
Fotos de Nadia Monges.