Tensión, estrés, angustia, horas difíciles pasan los trabajadores de blanco en estos meses de pandemia del coronavirus que se extienden duramente.

Celeste Chávez es enfermera y forma parte de un equipo que atiende unos 50 pacientes por día en el Hospital de Clínicas. “No todos tienen covid-19, aunque todos llegan al servicio por dificultad respiratoria, fiebre, dolor de garganta, conjuntivitis, dolores musculares, que te hacen dudar si es dengue también”, cuenta.

El problema principal está en “la recarga de pacientes que nos llegan muy descompensados, porque son cardiópatas, hipertensos y diabéticos, que no están haciendo consultas, no hacen el seguimiento de sus tratamientos y vienen las complicaciones”, comentó.

Ella y sus compañeras comparten una afección. “Estamos todas estresadas porque es incómodo trabajar con las protecciones, las batas, las chombas, no podés ir al baño, tenés que tomar tu desayuno antes de comenzar la guardia”, comenta.

Algunas usan pañales descartables y otras no, “esperan, se aguantan, por lo que no se toma agua, se aguanta”, asegura.

En estos momentos se vive la situación crítica en la ocupación de las camas de terapia intensiva y las cosas se ponen más difíciles. “Ya no nos reciben más nuestros pacientes en Itauguá y en el Instituto de Enfermedades Respiratorias (Ineram) porque ya no tienen camas, así que tenemos que atenderlos nosotros”, explica Celeste. “Ahora mismo tenemos 5 en intubación”, cuenta.

La percepción de la enfermedad es distinta para los que están en el servicio.

“Es cruel esta enfermedad, le pido a la gente que se cuide. Que se cuide Dios mío, que usen el tapabocas y que se queden en la casa porque es muy difícil. Tenemos algunos personales con contagios, varios en cuarentena y vivimos con el miedo de llegar a contagiarnos”, apunta.

LUCAS

Lucas Zeballos dirige un equipo de enfermeros en el Instituto de Enfermedades Respiratorias (Ineram). “Cuando oficialmente sale en Twitter el anuncio del ministro de Salud, Julio Mazzoleni, de que el Ineram iba a ser el hospital de contingencia, porque lo dijo primero allí, la gente entró un poco en pánico, nos empezamos a reunir para prepararnos”, comentó.

“Allí vimos que las únicas herramientas eran las capacitaciones en las que íbamos entregando certificados para motivar a los compañeros y compañeras a instruirse, especialmente a los que iban a manejar urgencias y terapia”.

Las cosas vienen saliendo bastante bien para Lucas y equipo: “Tuvimos gente contagiada, pero no más del 10%”, dice del impacto de la enfermedad en el plantel de enfermeros. “Sabíamos que íbamos a tener caídas”, recuerda. La situación se cubrió gracias a una reestructuración: “Los fuimos reemplazando con otros funcionarios, eligiendo a los que no tenían patología de base, comorbilidades y teniendo en cuenta la edad. Igual, a medida que se fueron recuperando muchos enfermeros y enfermeras fueron reincorporados. No tuvimos ninguna baja, ningún muerto”.

Al ser el hospital de referencia, por el Ineram pasó el grueso de los casos hospitalarios. “Muchísimos casos positivos, desde el 11 de marzo, y en ese primer momento tratábamos a todos los pacientes como positivos, no obstante, hace menos de un mes y medio, ya los pacientes vienen con diagnóstico en mano. Es una patología que se manifiesta de diferentes maneras, con síntomas clínicos respiratorios, dolor de garganta, pérdida del olfato, dificultad para respirar, desaturación de oxígeno, fiebre, dolor de cabeza… aunque hay gente que vino por un dolor de estómago y tenía covid”, expone.

Para mantener la moral en el cuerpo del personal de blanco “influye mucho la motivación que uno le da a los funcionarios, les enseñamos que tengan respeto al virus, el éxito está en el uso del equipo, no en la cantidad, sino en el uso, gracias a Dios, se cuenta con los equipos de protección, tuvimos muchos aciertos. Esta conducta del nuevo modo coronavirus de vivir, nos dio respuestas notables, poca caída y muchas salidas de los pacientes que se recuperaron”, comenta.

“Creemos que la pandemia le demostró a la población lo valioso que es el trabajador de blanco”, dice esperando que esto “influya en las autoridades para que puedan invertir en salud y educación y nos dio una característica, es imprescindible para el sistema, para el desarrollo, la economía”.

MIRNA

Para Mirna Gallardo, presidenta de la Asociación Paraguaya de Enfermería (APE), más allá de los aplausos y reconocimientos que la gente les brinda, se hace fundamental que se consagren los derechos de las y los enfermeros.

“Hay más de 300 enfermeros con covid-19”, comentó. Hasta el lunes pasado habían 310 enfermeras con covid-19, muchas recuperadas, 8 hospitalizadas, 5 en sala de clínica médica y 3 en terapia intensiva y dos fallecidas, una en Amambay y otra en Alto Paraná”, precisó.

Lo hizo saludando la media sanción que la Cámara de Diputados dio esta semana, aunque con modificaciones al proyecto original, de la ley que “Que regula la carrera profesional del personal de enfermería”.

Agrega que la misma “va a permitir que el personal se vea motivado. Hoy no tenemos el número suficiente de enfermeras especialistas en terapia intensiva porque no hay motivación para la formación, necesitamos que nuestras compañeras avancen en las diferentes especialidades de la enfermería”.

La ley crea un escalafón salarial que, a medida que están más capacitadas, aumenta los ingresos, un viejo anhelo de estas trabajadoras esenciales.

Son 22 mil profesionales de enfermería que siguen padeciendo injusticias: “Tenemos muchas normativas que no se cumplen, por ejemplo, el 30% de adicional por tarea nocturna que nunca percibimos, el pago por día festivo, tampoco, nos pasamos Navidad, Año Nuevo, Semana Santa adentro y sin percibir un guaraní demás”, indica la dirigente.

También cuestiones más estructurales. “Estamos trabajando con enfermos de diversas patologías, más allá de las compañeras que enfrentan el covid-19, hay casos de tuberculosis, que es contagiosa y que es un peligro habitual”, expone.

Otro reclamo importante es la necesidad de incorporar movilizadores mecánicos porque es creciente el caso de enfermeras con problemas de columna “porque tienen que alzar pacientes de 120 y más kilos. Aquí el único equipo movilizador que existe en muchos hospitales y servicios es nuestra columna vertebral”, comentó. “Somos nosotras las que tenemos que controlar cada hora, los cambios de posición, la administración de drogas y antibióticos, las sedaciones extra, el control de diuresis, en fin… somos la primera línea de batalla”, señala.

NATALIA

Natalia Caballero, enfermera del Hospital de Clínicas, cuenta que “recién a finales de agosto comenzamos a recibir los pacientes positivos confirmados, entre tanto nos hemos abocado a atender a sospechosos que una vez que se confirman pasan a otra sala”, comentó.

La vestimenta de los enfermeros es clave para evitar los contagios. Por eso hubo que ser estrictos en el procedimiento. “El enfermero en sí tiene su protocolo de ingreso al hospital, un pasillo por el que debe circular hasta llegar a lugares especiales para el personal, donde deja sus cosas y con la ropa previa a lo que sería el equipo de protección personal pasa al área donde específicamente se cubre con los equipos especiales de protección (los de color amarillo en las fotos)”.

Cumplida esa primera etapa “ingresa al área de atención directa donde verá al paciente, en una tarea que se hace en grupos, uno ingresa y otro grupo aguarda afuera en “área limpia” que asiste al que está dentro para alcanzarles medicación, insumos, etc.”.

Allí estarán horas: “El que entra al área de atención directa covid-19 no sale más por durante 6 horas y algunos hacen el turno de la noche por 12 horas, aunque después tienen un descanso de 2 a 3 días. Todo se va calendarizando para intentar evitar el cansancio y el desgaste”, indica.

“Hasta el momento en el área covid en Clínicas no se reportó la falta de insumos, una que otra cosa a veces puede faltar pero no estamos rebasados, tenemos capacidad para responder”, asegura.

Lo difícil fue lo emocional. “Ha sido la parte más difícil de llevar en lo que va de la pandemia. No el trabajo en sí, sino el pensar que uno se pueda contagiar y contagiar a la familia, se hace difícil al entrar al área y no poder salir, esto implica que algunas necesidades fisiológicas se tengan que hacer una vez antes de ingresar, de igual manera se tiene que beber el agua, poca, porque no se puede ir mucho al baño, es pesada esta situación”, expuso.

KARINA

Karina Alonso, de unidad de cuidados críticos de la sala B de Clínicas, recuerda que “la vestida y desvestida lleva más o menos 15 minutos como mínimo porque son varias cosas y pasos que hay que seguir y cumplir porque es de riesgo realizar mal el procedimiento”.

La atención a los pacientes con covid-19 no se diferencia en mucho de la de “cualquier paciente con cuidados críticos respiratorios, solo que es más incómodo con los equipos de protección, porque son calientes”, apunta.

“Son turnos de seis horas, y hay gente que tiene incontinencia y tienen que usar pañales para adultos porque hay que cuidar el equipo de protección que estamos teniendo limitado, no tenemos mucho y la sala no puede estar desprotegida, tenemos 2 o 3 pacientes por cada enfermera”.

Recuerda también que “todos los pacientes que entran son graves y tienen que estar conectados a un respirador, con medicamentos, antibióticos, pero en los casos de covid, el paciente es colocado de cubito prono (boca abajo) para aliviar su distrés respiratorio, porque el ataque es grave, es una falla de respiración. He visto en otro hospital donde se le desconectó el respirador a un paciente y tuvo una dificultad respiratoria muy fea, era desesperante, ni cinco minutos pudo estar sin el respirador, hubo que volver a colocarlo porque estaba haciendo una apnea y se puede complicar”, comentó.

“Estamos viviendo en un estrés que no es normal, no es como cuidar a un paciente que puede ser aislado por infección intrahospitalaria y no es tan contagiosa”.

“Tenemos mucho personal que está en permiso por vulnerabilidad, que tienen miedo porque no hay vacuna todavía y lo único que queremos es que se acabe rápido y volver a la vida normal”. Esto entendiendo que “no hay más hora de descanso porque ya no se puede tomar, y cosas así que van cansando al personal de enfermería”, relata.

HERNÁN

Para el enfermero Hernán Giménez “hay un antes y un después de esta situación porque tiene una carga emocional elevada saber que tenés que hacer todo por tu paciente y que está corriendo riesgo tu vida. Es muy estresante, porque uno quiere dar lo mejor de sí y no quiere enfermarse, infectarse”, señala.

“Estoy casado con una enfermera, Susana Zárate, que trabaja conmigo en el mismo lugar y tenemos tres hijos”, explica para dar una dimensión de los problemas personales detrás de la función. “Desde un principio analizamos la situación y para nosotros esa sala es el lugar más seguro, porque tenemos equipos de protección, no en la cantidad que quisiéramos, pero sí atendemos al paciente de manera segura. En cambio, cuando uno está en la calle o en el supermercado uno no está protegido, en el hospital el virus es más ‘visible’ por así decirlo, llevamos mayor recaudo a la hora de estar en contacto con el paciente”, apunta.

En el servicio tienen 39 enfermeros y 9 asistentes, de los que 2 se contagiaron de la enfermedad, “pero fuera de la institución. Realmente hay menos riesgo que en la calle”, asegura.

El covid-19 se presenta duro: “Es agresivo, se puede corroborar porque tuvieron que cambiar las terapéuticas para conseguir mejorar el estado del paciente, y es más complicado para los que tienen enfermedades de base, donde el cuerpo está destruido por otras enfermedades”.

Estrés es la palabra que se reitera. “Mucho estrés al comienzo, pero ya no produce tanto impacto hoy en día tener ese tipo de pacientes como al inicio. Cambió el paradigma en la atención al paciente, en cuanto a la forma de relacionarse con los compañeros, cada uno tiene que respetar el distanciamiento, no se puede merendar, compartir, ejemplifica”.

Héroes de este tiempo que más que nunca necesitan atención y cuidado.