25 de mayo de 2008

El encuentro de Guayaquil: La grandeza que nos debemos



Por Jorge Zárate

“Todavía estamos pensando más en Argentina que en América, Ecuador está pensando más en Ecuador que en América. Lo que no podemos, aún, es saltear las fronteras. El gran intento actual es el Mercosur, porque es la única manera de luchar contra tamaño imperio, contra la globalización que viene de Europa y los Estados Unidos. Pero todavía, las fronteras, como en aquella época, están un poco cerradas”.

Lito Cruz, actor y director a propósito de El Encuentro de Guayaquil. Clarín de Buenos Aires, 15 de octubre de 2005.

Afuera se festeja desde hace quince días la victoria de los patriotas, la banda no deja de sonar, la gritería y la danza toman las calles. Un exultante Simón Bolívar comparte desde el balcón con su gente de Guayaquil. Se ha rendido el español, se cree.
Es el 26 de julio de 1822, José de San Martín tiene los pies sobre los mapas desplegados en el escritorio, los pensamientos en Buenos Aires que lo critica, en la Lima que conspira para derribarlo.
España todavía atesora 25 mil hombres en el moribundo Virreynato del Perú.
Todavía no hay rendición sabe el atribulado jefe de Maipú.
Allí están Bolívar (Rubén Stella) y San Martín (Lito Cruz) en momentos diferentes de la gloria y así los encuentra el espectador cuando ingresa a la sala, con la oportunidad única de asistir a ese encuentro entre colosos, entre dos generales dueños de proezas militares que se estudian en las academias de guerra, entre dos pasiones, entre simples hombres.
Bolívar, es el dueño del fuego, ha conseguido cerrar el control sobre el norte de Sudamérica y comienza a sentir que las fuerzas reaccionarias responderán acorde al tamaño de la proeza.
San Martín le pide 4 mil hombres para la batalla final en Lima.
“¡Tengo que quedarme en el norte, José!”, le responde.
“¡Dios mueve las piezas, Simón!, retruca el de Yapeyú.
“¡¡¡Inglaterra, José, Inglaterra!!!”, cierra el caraqueño.
La obra de Pacho O´Donell tiene diálogos fantásticos, en los que se actualizan los debates surgidos en la primera hora de la independencia de España que van desde las formas de gobierno hasta las motivaciones profundas.
El que esto escribe cree con el historiador Hugo Chumbita que San Martín vuelve a buscar su madre india, la Rosa Guarú, fuerza originaria del regreso, cuestión que el autor prefiere ignorar.
Sorprende también la ausencia de un comentario sobre el Paraguay de José Gaspar Rodríguez de Francia, la única revolución triunfante en todo el continente. Bolívar fusila a los españoles y traidores, San Martín los destierra, ninguno de los dos entrega al pueblo los medios de producción.
“Se matan entre hermanos”, se queja San Martín de la anarquía de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Bolívar intuye que un escenario similar se le avecina, tiene en San Martín un espejo, al que no está dispuesto a concederle el rostro de la derrota.
Sus espadas brillan en la escena.
Bolívar es sensual, ardiente, San Martín es reflexivo y pícaro.
Brindan cuando creen saber sus destinos.
Uno cuenta su pasión por Manuela Sáenz, el otro sólo sonríe cuando se le pregunta por Rosa Campuzano, por Remedios de Escalada.
Uno toma opio, el otro ron caribeño. Los dos gustan de la música y el baile.
¡Quédate, hombre, daré una fiesta en tu honor, el hombre más importante de la América del Sur!, le pide Bolívar.
San Martín se mira en el espejo de Bolívar y decide dejar el mando.
La grandeza está en nosotros.
Hay que verla siempre.
Será justicia llevarla al cine.

Ficha
El Encuentro de Guayaquil
de Pacho O'Donnell
Con Lito Cruz y Rubén Stella
Escenografía: Daniel Feijóo
Diseño de vestuario: Cristina Pineda
Diseño de luces y sonido: Lito Cruz
Realización de vestuario: Alejandro Bologna, Sara Bologna
Asistencia de dirección: Augusto Britez
Dirección: Lito Cruz
Teatro Guido Miranda, Resistencia, Chaco, Argentina.
Función gratuita del 24 de mayo de 2008.

22 de mayo de 2008

Entrevista a Augusto Roa Bastos: “Estamos vivos, no somos colonia ni de Brasil, ni de Argentina”

Por Laura Bado y Jorge Zárate
√ Es una de las últimas entrevistas que se le hicieron. Fue publicada en la Revista Dominical del diario La Nación de Asunción
Escribe Un país detrás de la lluvia, la novela en la que cuenta sus preguntas iniciales en su Iturbe natal, el descubrir del Paraguay, el dolor del exilio de cinco décadas, el techagau. El regreso lo tiene dando clases en escuelas del interior, reviviendo la magia de escuchar el guaraní, reencontrándose con paisajes de infancia. Allí brega por hacer conocer la convulsiva historia nacional, por acercar elementos que provoquen unidad, por consolidar lo paraguayo. En esta generosa entrevista que concedió a La Nación, el maestro nos impone de su deber moral con la exquisita cadencia de su narrar.

- Ultimamente está trabajando mucho con Alejandro Maciel. ¿Es una relación de maestro-discípulo?
- Bueno, esa es una propaganda un poco asesina que hace Alejandro, porque yo no soy maestro de nadie, soy un hombre común como cualquiera que comete el delito de escribir. No hay ninguna cosa de esas, somos amigos y nada más que eso.

- Pero al ser usted un Premio Cervantes, él, como muchos, lo debe mirar como maestro.
- Puede ser, yo trabajo mucho con los jóvenes que son la verdadera reserva que tenemos en nuestro país. Estuve dando cursos en el interior del país, en los pueblos más sufrientes en el aspecto de la enseñanaza. porque el gran problema en nuestro país con respecto a la educación es la falta de libros. La gente pobre del interior no tiene medios, así que hay que inventar una forma de suplir esa carencia. Así que trato de hacer pequeños libros como resúmenes y después esto se va desarrollando se van ampliando las ideas centrales de estos libritos par que los propios estudiantes vayan haciendo también su composición de lugar y ampliando su campo de conocimiento. Un intento de tratar la relación profesor-estudiante como personas iguales . Cuando uno tiene la posibilidad de transmitir lo que aprendió a los jóvenes.

- ¿Vuelve a Iturbe?
- Si, fui varias veces y me encontré con que había progresado. Antes era una tierra baldía, ahora hay árboles, la gente lee los diarios. Antes iba tratando de alcanzarle libros a las compañias más pobres, Llebava libros míos y de otros autores para dejarles como una especie de compromiso para cuando supieran leer.
Una señora que me halagó mucho me dijo. “Mbae piko la libro,
U peante piko la libro” , me dijo extrañada, pensaba que el libro era una cosa como un fonógrafo, grande, un aparato y era un montoncito de papel. Esas cosas son realmente muy profundas. Me hacen querer más a un país.
Yo por eso nunca olvidé. En estos 50 y pico de años que estuve afuera mi único deseo era volver. Mi deber moral es estar allá, trabajar con los jóvenes transmitirle ideas nuevas, sobre la condición humana, sobre la organización del país. Me decía “esta gente son iguales que yo. Yo pude ir a la escuela, yo estoy mucho mejor que ellos”, y eso crea un deber, por lo menos un deber moral.

- ¿Que diferencias encuentra entre el Paraguay de su infancia y éste de hoy?
- Creo que ha avanzado mucho, ha evolucionado la historia de nuestro país en el sentido cultural. En el sentido político, un poco menos, porque seguimos con los golpes de estado con las revoluciones. Durante el siglo XX hubo 24 guerras civiles que es todo un síntoma de la deficiencias de nuestro país en lo político.
Ha habido un progreso, pero no tenemos un fondo, un rescate cultural donde el pueblo pueda ir nutriéndose. Esto que podríamos llamar un fundamento cultural ayuda muchísimo (bibliotecas, escuelas, universidades, etc).
Por ejemplo la producción de libros. Hemos tenido pocos editores que se ocuparan de este desarrollo. Hubo fuerzas que se concentraron en entorpecer el desarrollo de la vida nacional, pero estamos vivos, no somos colonia ni de Brasil, ni de Argentina.
Antes teníamos un ferrocaril y ahora no. Pero hay por ejemplo una empresa alemana que quiere venir a poner un ferrocarril eléctrico en el Paraguay y yo digo que vengan los alemanes que pueden derrochar su dinero y vamos a ver.
Antes, para venir a Asunción tenía que tomar el tren,

- ¿Lo extraña?
- Si le extraño porque era un viaje casi fantástico. Tiene otro tiempo. A veces me bajaba en las estaciones. Generalmente me bajaba en Sapucai por la chipa. Heterei ningo la chipa de ese pueblo. Y después me acostumbré a bajar de tanto en tanto en alguna estación y quedar unos días y charlar con la gente, recorrer, escuchar, porque al paraguayo no le gusta que se le expliquen las cosas, que se les enseñe. Entonces hay que escuchar y de tanto en tanto meter un poquito para que ellos elaboren con sus ideas. Solamente recorriendo el país y hablando con la gente se puede tener aproximadamente una idea de ese sentir, de esas maneras.

- ¿Ese método es el que utiliza en sus clases?
- Si, trato no de estar enseñando como en una cátedra, sino siendo un estudiante más que ha tenido un año más adelantado y que está volcando lo que aprendió, pero sin ninguna clase de orgullo intelectual. Es maravillosos porque he tenido escenas realmente conmovoderas que me soltaron las lágrimas.
Siempre recuerdo una anécdota donde el personaje principal fue un chiquito de cinco años. Iba con su madre y un hermano. Una vez di un tema, les dije lo que era un cuento, su estructura, cómo se podía escribir. Se pusieron a escribir y en eso vino el chico y me dijo yo también quiero escribir. Me parece muy bien, le dije y le recordé que el todavía no sabía leer ni escribir. Yo igual puedo escribir, me dijo y entonces le di una hoja de papel y le dije que podía escribir lo que quiera. No te voy a dar ningún tema, tiene que salir de vos, le dije.
Después fue el primero que me trajo el papel, un papelito bien doblado, al punto que me costó enormemente extender. Aquí está mi cuentito, me dijo. No veo el cuento, le dije, ni el título. Ahí está me dijo. El había delineado el perfil de la mano, ese era el cuentito. Me quedé conmovido, le dije que bien. ¿Y el título prengunté?. Ese es, la mano. ¿Y por qué te interesó tanto la mano?, insistí. Y porque es mi amiga. ¿Por qué es tu amiga?. Porque me da de comer, me respondió. Me enseñó un montón de cosas en un momento.
En la ancianidad hay que ser joven, incluso cuando uno tiene más edad, uno siente esa necesidad.
Si hay gente, niños, jóvenes que tienen esa naturaleza de enfrentar la vida y tratar de captarla con dignidad, este es un país que está vivo, hay que ayudarlo para salir adelante.


- Este nuevo acercamiento suyo le debe provocar recuerdos, vínculos entre presente y pasado, ¿podría mencionar alguno?.
- Por ejemplo la cuestión de los yerbales. Fueron siempre una suerte de feudo misterioso. La gente que iba no volvía más. Yo tuve un tío que estuvo trabajando en un yerbal, un tío analfabeto que no sabía escribir ni leer, pero tenía una inteligencia tremenda. Por ejemplo, sin saber escribir, copiando, tenía una letra preciosa, caligráfica casi. Ese hombre había ido a los yerbales, no le satisfizó la vida allí y huyó. Y cuando volvió a los alrededores del pueblo, sintió la nostalgia de esa tierra fantástica que eran los yerbales y volvió a entrar y desapareció para siempre.
Yo hablaba siempre de él, porque mi madre que era su hermana, me contaba muchas anécdotas. De ahí que me pusieron el nombre de él, se llamaba Augusto el tío.
Son episodios de una vida que aparantemente no tiene mayor significado solamente para el verdadero personaje, pero fue mi punto de partida para comenzar a pensar: no puede ser que este país que fue el más rico de la provincia gigante de las Indias que era todo el Paraguay y alcanzaba hasta la Patagonia, haya venido reduciéndose de esta manera. El país en cada guerra perdía un pedazo, Brasil después de la guerra de la Triple Alianza se llevó toda la parte norte desde el Apa para arriba y Argentina también, llevó toda la parte del sudoeste del Chaco hasta Formosa.
Yo me sentía un poco culpable del infortunio de nuestro país. ¿Qué hicimos los paraguayos para evitar esto?. Bueno, recorrí un poco la lista de los presidentes y no encontré alguien de quien se pudiera decir, este hombre creó las bases políticas. Creo que el único presidente que fue un mandatario leal y eficaz fue Eligio Ayala, liberal que tuvo que gobernar incluso contra los intereses de su propio partido, porque el que subía como presidente trabajaba para su partido. El invirtió un poco esta situación y como había estado becado en Alemania dos años, trajo una conciencia nueva con respecto a la organización del estado y sentó las bases de un estado nuevo en el país que después volvió a debilitarse.

- ¿Que influencia tiene Gaspar Rodríguez de Francia?
- Es un referente que no se puede eludir. Para mi el verdadero o único mérito de Francia fue haber defendido, con ferocidad yo diría, la independencia, la autonomía de nuestro país.

- En el libro de conversaciones usted sintetiza los alineamientos posteriores a la Guerra de la Triple Alianza, los colorados, los grandes terratenientes, los liberales, los profesionales, los intelectuales. Parece que ambos crecieron a la espalda del gran pueblo.
- Esa descripción surge de lo que yo sé, de los datos que recojo, en este proceso largo de muchos años, de muchas vidas, en el que realmente uno no acaba de abarcar todo el fenómeno de la formación del país.
Pero de joven, yo tenía esa cosa que tenemos los paraguayos de amor profundo por las cosas de la tierra. En el exilio sentí en carne propia aquello de que el paraguayo que sale lo único que quiere es volver. Allí entendí lo que sufrían los exiliados políticos.
Una cosa rara porque al volver no había ninguna posibilidad de hacer nada tenía que limitarse a estar dentro de una estructura generalmente retrógrada bajo todos los gobiernos, ya sea colorado, o liberal.
Yo me desengañe muy pronto de los partidos. Me preguntaron una vez de qué partido. “Soy de un solo partido, de mi país, Paraguay”, les dije. “Ese es mi partido”.
Yo creo que hay considerar el trabajo de un ciudadano como si fuera un ciudadano de un país entero, una unidad, porque estamos en una situación geográfica y política muy dificil.
Una de las cosas que no termina de sorprenderme es cómo después de la guerra de la Triple Alianza no nos anexaron, porque Brasil podría haberlo hecho, Argentina también. Creo que se respetó eso porque anexar un país en estado de miseria, hubiera sido una carga muy pesada. ¿Quién va a querer algo que está destruído?. Nuestra desgracia nos salvó.

- No le parece que es hora de que Argentina y Brasil pidan un perdón serio al Paraguay y que restituyan lo saqueado.
- Comparto la idea. Ellos partían de la base de que la guerra de la Triple Alianza fue ir a luchar para exterminar “al” tirano. Ese es un poco el recurso que tienen. Pero no era contra él. La guerra era contra todo el país.

- Pero lo real es que destruyeron una economía que funcionaba, que ahorraba, que incorporaba tecnología...
- Si, claro, esa es la economía que implantó don Carlos Antonio López, pero su hijo Francisco Solano no hizo nada por defenderla y ampliarla, sino al contrario, por una especie de ambición, por una conciencia de poder ilimitado, fue desafiando a estos países. Había una falsa idea del poder político militar en nuestro país, cosa que tuvieron muy en cuenta Francia y Carlos Antonio López. Esto es lo que en los cursos que doy en el interior del país, trato de insistir un poco en el tema para que ellos mismos encuentren la respuesta o busquen las causas.

- En el libro usted responsabiliza a Natalicio González de haberlo puesto en la “lista negra”. ¿Por qué?
- Creo que sus textos implantaron el concepto de la mentalidad totalitaria. En los textos de Natalicio González está un poco el germen del totalitarismo nazi-fascista y esto estuvo en su concepción de la política. Pero creo que ni siquiera se dio cuenta de que era una doctrina totalitaria. Es por eso que no se lo puede juzgar con demasiado rigor porque operaba de acuerdos a sus sentimientos.
Fue además un buen escritor, su obra es macisa, bien pensada y sobre todo bien escrita.Yo le digo siempre a los muchachos amigos míos. No tenemos que ver solamente lo malo En la cosa más derruida y rechazada, siempre hay algo que puede valer.
Cualquier sentimiento, cualquier relación con la gente, con las cosas, con la historia, produce en nosotros cambios que a veces no percibimos pero que van dando sus frutos.

- Es como un círculo. Usted se pregunta en Iturbe, en el interior, sale a buscar respuestas y vuelve con las que le dió la vida...
- Si porque al menos tuve la suerte de tener padres muy pobres pero que tenían conciencia. Ellos estaban en contra del patrioterismo, hay que ser patriotas pero en serio no haciendo todo este desborde de violencia que se provocaron a través de estas 24 revoluciones... bah, es casi una ironía llamar revolución a una guerra civil. Revolución es cuando se lucha por ideal, por los derechos del hombre, la Revolución Francesa, pero llamar revolución a una guerra civil donde se masacra a la población sin una causa verdadera, concreta, justa, no me parece correcto.
Francia es una cultura vieja, antigua, muy adelantada, pero justamente como hijos de la revolución francesa son muy individualistas. Ellos piensan en el pro domo sua como dice el latín y no tanto en el conjunto.
Nuestro país no está preparado todavía. No tiene industrias no tiene los elementos suficientes para el progreso material, pero de todas maneras tiene que crecer por si mismo a través del esfuerzo de los patriotas.

- ¿No le parece que el acervo guaraní es el elemento aglutinador?
- Probablemente si. No se puede establecer categóricamente porque nos falta más estudios. Yo fue algunas veces a visitar las tribus en la región oriental de estas tribus y ellos mantienen esos vínculos, tienen gran nobleza de espíritu. El criollo paraguayo es ladrón El indígena es muy riguroso, no va a robar, salvo que haya ya asumido costumbres criollas, y eso es lo que hay que tratar de ir eliminando.
Uno ve pueblos más adelantados en la ciencia, en la técnica, pero no hay ya esa inocencia, esa pureza que tiene nuestra gente campesina.

- Finalmente, ¿qué siente usted que hace falta para despegar?
- Necesitamos líderes jóvenes, no tenenmos líderes, en los colegios, en la universidad. Y eso es porque nunca estuvimos ejercitándonos en el trabajo de fundar un proceso verdaderamente político (en el sentido cívico) no solamente de banderías de partidos. La política es muy importante, pero la buena política. El que necesita de nosotros es el país.
Me parece bien que haya partidos, e incluso ideologías diferentes, porque de esa especie de fusión de varias ideas, de varios modos de ver la vida del pueblo surgen también modos de gobernar distintos.
Yo entre una vez en un partido cuando se fundó el Encuentro Naiconal con (Guillermo) Caballero Vargas y después vimos que era igual que los otros y renunciamos, salimos, nuestro trayecto político fue corto, realmente (risas).
Yo por eso no tengo ningún partido pero me siento más político que el presidente de la república que seguramente no es tan político.

Literatura
- De joven, ¿alguna vez fue rechazado en alguna editorial queriendo publicar su obra?
- No, porque yo empecé a escribir ya después de los 17 años. Antes escribía cositas, versitos al amor, pero no para publicar.
- En estas conversaciones con Maciel usted cuenta una linda anécdota sobre El Trueno entre las hojas, ¿podría recordárnosla?
- El señor Losada, dueño de la editorial Losada me pidió si tenía algún material. Si tengo algunas cosas, le dije. No podría traerme algún cuento, me dijo. Le lleve un cuento y parece que le agradó. ¿Tiene más?, me preguntó. Si tengo unos cuantos, le dije. Le dije que tenía 18 cuentos más que no existían realmente. Si me da un tiempo los voy a pasar en limpio porque están todos en borrador todavía, le dije. Así fue como me puse a trabajar como endemoniado y le entregue los cuentos para el libro.
- ¿En cuanto tiempo?
- En quince días apenas. Después de editó el libro que se llamó El trueno entre las hojas.
- ¿Como fue ese momento en su vida cuando queda ante la posibilidad de ser escritor, de pasar a vivir de la literatura?
- Un poco confundido porque pienso siempre que los colegas míos que tienen intención de escribir y publicar. Me preguntaba por qué yo si hay otros.
- En este libro de conversaciones, cuenta que debió aprender la historia para poder acercarse a un hombre tan dificil como Francia...
- Es cierto porque no quedó nada después del gobierno de Francia. En el archivo nuestro encontré unos 30 biblioratos o montones de papeles con los decretos y las instrucciones que daba Francia.
- ¿Los encontró cuando era periodista?
- Si, era periodista en El País, que estaba donde ahora Ultima Hora. Con el ordenanza y el que hacía los trabajos afuera, eramos cinco los que hacíamos el diario. Había que hacer de todo y había que estar todo el día.
- ¿Fue linotipista?
- A veces, incluso
- ¿A la vez escribía?
- Los días feriados, sábados, domingos y también tenía la costumbre, la mantengo, de madrugar, levantarme temprano. Así que a las cuatro de la mañana ya estaba tipeando en mi maquinita de escribir. De ahí me iba al diario y después tuve que tomar otros empleos también. Trabajé en dos bancos. En el Banco de Londrés y en el Banco del Paraguay.
- ¿Haciendo qué?
- Empleado cuentacorrentista, también en servicios de giros. Quería conocer todo el mecanismo de la cuestión bancaria porque un banco es casi como un hospital. Es un sitio donde se recoge mucha información.
- ¿Cuándo se dio cuenta de que quería hacer una novela sobre Rodríguez de Francia?
- Lo único que tenía era una aspiración un poco vaga, casi como un sueño. Me interesó este personaje tan oscuro y tan poderoso que generó el período de poder político más fuerte en una sola persona en nuestro país. Que fueron los 24 años de su gobierno.
Me interesó el personaje, fui recogiendo datos, hurgando un poco en los registros incluso en los ancianos. Había un anciano centenario en mi pueblo que tenía una lucidez total y era un depósito de información de cosas que habían pasado. Esa ayuda me sirvió de mucho para orientarme, incluso en la psicología de nuestro pueblo que es muy especial.
- Cuando se lee La vigilia del Almirante uno se imagina un trabajo arduo, de archivo, de mucho tiempo...
- ...No es tanto trabajo, tengo que confesar que hay un poco de trampa también en eso. Yo no revisé demasiados socumentos ni estuve años en los archivos, no puedo entrar luego en los archivos porque el olor del archivo ya me hace mal. Además que no se utilizar los datos que puede brindar el archivo, porque hay gente archivera que son unos artistas para sacar datos. Yo entro a un archivo y no se por donde empezar. Entonces lo que hago es inventar y uno inventa de acuerdo a la visión a la sensación que uno tiene de algunos aspectos tanto de la vida política como la vida social.
- ¿Es intuitivo?
- Traté siempre de trabajar la intuición, ya que no tenía información concreta, directa.
- ¿Escribió en guaraní?
- Sí, poemas y otros. Ya no sigo porque estoy trabajando en una novela que se llama: “El país detras de la lluvia”. Así veía a nuestro país: como lejano. A traves de una ventana y de las gotas de lluvia el paisaje era borroso. Por ahí imaginaba la Catedral, el Palacio de Gobierno, las cosas conocidas. Ese era mi país en el exilio.
- ¿Le mandaban postales?
- Si, y diarios, de tanto en tanto. Me seguía informando de cómo estaba el país.
- ¿Le parece que es posible retomar la escritura del guaraní?
- La cuestión en el guaraní, como en cualquier idioma, no se trata sólo de conocer las reglas, sino de practicar la lengua, de vivirla intensamente como una experiencia profunda. Y en ese aspecto estamos en buenas condiciones. Yo estoy convencido de que tenemos que conservar el guaraní, como hay países de dos o tres lenguas nativas. España, con el vasco o el catalán que dominan grandes territorios.
- ¿Se le acercan muchos escritores a intentar ser sus discípulos?
- No viene nadie, eso es lo que me preocupa...
- Tienen miedo del gran personaje...
- No sé porqué, si yo les trato a todos igual, sean grandes o pequeños. A veces quedo un poco triste porque así no puedo hacer nada. Entonces voy a las escuelas.
- ¿Alguna organización lo apoya a acercar libros a los niños?
- No. No hay dinero para eso en Paraguay, pero través de El Lector hicimos la primera Enciclopedia del Paraguay y también una edición de fragmentos de obras de la literatura universal.
- ¿Qué pensó cuando recibió el Cervantes?
- Que la que merecía el premio ese era Josefina Plá, esta gran mujer escritora, española de origen que adoptó no solo la nacionalidad sino también el sentimiento del pueblo paraguayo. Fue una gran maestra que vivió siempre en la mayor pobreza.
- ¿Usted la consultaba sobre sus escritos?
- Si, la considero mi maestra, pero sobre todo me gustaba oirla hablar porque era una mujer muy sabia. Dominaba el idioma y sabía explicar muy bien los aparentes misterios de la relación humana. Fue y sigue siendo un modelo.
Por eso digo que tiene que haber una mujer como presidente del país. Vine imflamado de esta idea de que la mujer se insertara mucho más activamente en el tejido social.
- ¿Cuál es su escritor preferido?
- Yo tengo un especial afecto por Juan Rulfo.
- ¿Lo conoció?
- Si, en México, y me encontré con él en algunos congresos de escritores. Era muy callado, muy difícil de hablar con él, un poco parecido a los indígenas, pero siempre muy cortés. Forjamos una relación basada en la comprensión, la amistad. Yo hubiera querido que viniera alguna vez a Paraguay. Le pregunté si vendría, si le dieramos la posibilidad de viajar y tenerlo con nosotros, y él me dijo que sí.
- ¿Supo si realmente escribía aquella mítica novela inconclusa?
- Sí la escribía, era un mamotreto así (separa grande el índice del púlgar) y yo creo que en esa novela debe estar la raíz de muchos de sus cuentos. El como criollo miró su entorno con un gran cariño.
- ¿Cuál es su libro preferido?
- El libro que más me gusta no es un libro en español, sino uno en inglés. Se llama Moby Dick, la ballena blanca, de Hermann Melville. Hay otros libros pero el que más me gusta hasta ahora es ese.
- ¿Es el libro que más releyó?
- Sí.
- Se dice que esos son los que más influencian en la vida de una persona...
- Claro, porque a cada lectura uno va encontrando nuevas facetas, es como si el libro se fuera desplegando en sentidos y significados. Yo suelo releer mucho porque mi primera lectura es rápida, para enterarme de qué se trata. Y dejo para después ir recorriéndolo más metódicamente, pero son métodos personales. Cada uno tiene su forma de leer. A mí me da buen resultado ese: no apurarme, con tal de llevar las cosas con calma. Creo que mi carácter me ayuda mucho porque no me ha asustado nunca nada, y vivo como si realmente fuera un producto de una gracia especial, no digo de Dios, porque no lo conozco, pero por lo menos de mi destino. No puedo quejarme de la vida. He tenido experiencias muy duras pero todas me han servido. Y las dos mayores virtudes que yo encuentro entre mis colegas y otra gente conocida, son la amistad y la lealtad. la traición es algo que no puedo soportar.

El maestro y el fútbol
- ¿De qué club es hincha?
- Yo jugaba en Cerro Porteño, llegué hasta la tercera división.
- ¿Asi que es cerrista, maestro?
- Sí. De ahí me sacaron el tobillo, me lo rompieron. Jugaba de half izquierdo.
- Ahora le dicen carrilero...
- Hay otra forma de llamarle... volante.
- Así que pudo haber sido futbolista, ¿hay que agradecerle al tobillo roto que se haya dedicado a la literatura?
- No. Yo creo que jugaba muy mal. La rotura del tobillo fue un aviso para que dejara deporte. Uno de los defectos que yo tenía era la impulsividad. Me hacía a las cosas por tirón, por impulso, no por haber estudiado la situación para ver qué es lo que se puede hacer mejor.
- ¿Jugaba en Iturbe?
- En Iturbe y en Asunción también teníamos nuestra canchita. Donde vivía había un terreno baldío, donde improvisábamos los partidos.
- ¿Es cierto que va a hacer la biografía de Chilavert?
- Y sí, y estoy esperando que vuelva para hablar con él y que me cuente un poco su vida. Porque no hay referencias de ninguna clase, nada que me pueda orientar. Hay lo que se sabe ahora, pero lo interesante es ver el comienzo, el nacimiento del deportista actual, que es una gran persona, inteligente y firme. Puede orientar y dirigir un sector como el del fútbol. Va a llegar un momento en que no va a poder jugar más, pero puede seguir siendo un gran entrenador o técnico.
- ¿Cómo ve el fútbol paraguayo para el Mundial?
- Creo que está mejor que unos años atrás, pero no conozco muy bien a los otros equipos. Paraguay nunca estuvo demasiado atrás. Siempre jugó un papel notable. Ha tenido más encuentros, con viajes al exterior, se ha “civilizado” un poco más, para decirlo de una manera odiosa.

La mujer en el Paraguay
“Tengo una especial devoción por el rol que la mujer tiene en el país. Desde añares, inclusive desde antes de la Guerra de la Triple Alianza. Desde la colonia misma. La primera rebelión indígena que hubo en el Paraguay contra la colonia española fue la rebelión de las indígenas, de las indias mujeres. Un episodio que generalmente los historiadores no cuentan y no sé por qué. Es una página importante para el conocimiento del papel, del rol de la mujer”, dice Roa Bastos.
- Usted insiste en la vigencia de cierto “matriarcado”...
- Si, pero no en el matriarcado como dominio político, pero si en el hecho de que se igualen los roles tanto del hombre como la mujer. Una igualdad social y de género y mi aspiración mayor en este aspecto es que haya una mujer como presidente de nuestro país y algunos me critican y me dicen que estoy un poquito caprichoso y con ideas raras, pero no es así. La mujer en nuestro país ha construido más que el hombre.
El hombre estuvo en las revoluciones, en las guerras, pero el verdadero espíritu de nuestra cultura está dado por la mujer. Tengo el recuerdo de mi madre, de las madres campesinas.
Viví mi infancia en el campo, allí fui testigo del heroísmo de estas mujeres pobres que son madre y padre para sus hijos, algunas que tienen cinco, seis chicos y están solo ellas para darles de comer.
- Reclama entonces igualdad en la participación política, en un país donde no rige la ley de cupo y hay pocas diputadas, senadoras, dirigentes...
- Así es, ahora tenemos ministras mujeres y no han demostrado ser más ineficaces que los hombres, al contrario. La mujer tiene un don del que carecemos los hombres que es el don de la maternidad. Aún la mujer estéril lo tiene y quizá siente con más ahínco todavía ese deber de la madre. Nuestra cultura ha sufrido siempre esa suerte de marginación de la mujer que estuvo siempre relegada de los puestos publicos, de los estudios, a la mujer le era muy dificil llegar no digo ya a la universidad, a la secundaria.