La cerámica, la frutilla, la inspiración para las artes en general
son patrimonios de la capital del departamento Central. Foto de Osvaldo Escobar, publicada en La Nación
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“Estamos
comenzando, los fines de semana tenemos buenas ventas”, cuenta
Víctor Hermosilla de la Asociación de Artesanos de Loma Clavel, una
de las organizadoras del la Expo Pesebre de Areguá que está
transitando su segunda semana. Pesebres enormes que valen 3,5
millones de guaraníes conviven con otros de diferentes tamaños y
que se pueden comprar desde los 20 mil guaraníes.
También
se exponen adornos navideños, piezas de cerámica y otras
artesanías.
Hacen
reir los Minions, esos enanos amarillos de mamelucos azules, de
anteojos increíbles, que copan las pantallas y las gráficas
infantiles por estos tiempos.
“Es
lo que más se vende!”, asegura César Barrientos que se despereza
la mañana nublada para mostrar las cerámicas que no son pesebres,
princesitas, sapos, buhos, gatos, y otros motivos graciosos que
acompañan a los tradicionales chanchitos alcancías.
Damiana
Cardozo cuenta que también hay “un espacio para la frutilla,
porque Areguá es artesanía y frutilla”, resume. Tal el caso de Ña
Nena, que exhibe sus dulces y licores, con los que hace 16 años
viene trabajando. “Hice estudiar a mis hijos con ésto y con el
trabajo de mi marido que es el que siembra las frutillas, las
verduras”, cuenta.
Mirta
Saavedra teje crochet, ahora, en vivo, sostiene con los pies una
pequeña rueca de madera donde gira el carretel de hilo rosado. “Es
para que no se ensucie, se caiga”, cuenta sonriente, contando que
se puede vivir de la artesanía pero que siempre hacen falta espacios
para mostrar.
Arpas
Los
vagones abandonados del Ferrocarril Carlos Antonio López contrastan
con la vitalidad de los arpistas. Nicolás Bareiro y Fabián Villalba
que ensayan un contrapunto en el jardín. Es que allí, en el Centro
Cultural que funciona en la Estación, está enseñando desde hace un
mes el maestro Jorge Cáceres, “Cigarro Poi” como se lo conoce en
el mundillo folklórico a este trotamundos que anduvo con el arpa de
aquí para allá cruzando mares hasta afincarse en Pilar.
“Esperamos
formar nuevos arpistas, es importante transmitir los conocimientos”,
dice. Allí también ensaya un grupo de danzas y se hacen
exposiciones artísticas. “Este año no tuvimos el apoyo de la
Secretaría de Cultura, pero seguimos adelante con muchas
actividades”, cuenta Gabriela Frers, su alma mater. “Estamos
necesitando arpas, solo tenemos dos para enseñar, ese sería un buen
donativo”, piensa.
Areguá
es cultura en sentido profundo, pena no tenga ese reconocimiento
permanente en los fondos públicos, ese abrazo que si le da el pueblo
que la visita una y otra vez.
“Valorar sus
recursos”
Jorge Zárate
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