En sus páginas desfilaron intelectuales de todo el continente y de Europa
El 15 de
enero de 1920 apareció “Guarania” bajo la dirección de Natalicio González
convirtiéndose en una revista paraguaya de alcance internacional en la primera
mitad del siglo XX. En ella dejaron su impronta el colombiano Germán
Arciniegas, el peruano Víctor Raúl Haya de la Torre, los argentinos Alfredo Palacios
y Gabriel Del Mazo y el francés Paul Valery, sólo por citar algunos.
“Tanto la
revista como el género musical (patentado cinco años después por José Asunción
Flores, pero cuyo nombre fue una sugerencia de Manuel Ortiz Guerrero) llevan el
mismo nombre, Guarania, y es que tanto el fundador de una (González) como el
letrista del otro (Ortiz Guerrero) son oriundos
de Villarrica del Espíritu Santo, y amigos de la infancia”, recordó el
crítico Paranaländer en el portal El Trueno, rememorando
la efeméride. También que “el Museo Andrés Barbero tiene la
colección completa de Guarania de la
primera época, es decir, la de 1920”, para quienes deseen indagar en las
páginas de esos 8 números.
Se lee en el muy buen estudio “JuanNatalicio Gonzáles y la revista cultural Guarania: Sociabilidades intelectualesy proyecto político” de la investigadora Andrea Tutte (1): “González
sin duda concebía la actividad editorial como una forma de lucha política.
Así, en su prólogo a “El Paraguay eterno”, advierte: “quiere el autor
que se mire su obra, no como cosa de literatura, sino como un acto. Pues lo que
se busca con ella es realizar, no un fin puramente estético, sino político, o
sea la reconquista del Paraguay por el alma aherrojada de ese mismo Paraguay.”
Y en un editorial de la segunda época de Guarania, en 1933, anuncia que
el contenido de la revista “sufrirá selección rigurosa conforme a un plan
orgánico, a un fin aglutinante y creador”, dado que “las posturas exóticas, el mimetismo
literario, constituyen factores considerables en la elaboración de los males que
afligen a la Nación, pues el fenómeno literario trasciende tarde o temprano al
campo político.”
Enmarcar a Guarania en este proyecto político e
intelectual ayuda a comprender las
mutaciones que la revista sufrió en sus cuatro épocas de publicación. Marcela
Cristina Quinteros ha realizado una periodización de la revista y caracteriza
estas etapas denominándolas “Guarania revisionista” entre 1920
y 1932; “Guarania nacionalista” 1933 y 1937 (la
más fructífera), “ Guarania Latino-americana” 1942/44
y “ Guarania propagandística” 1948”
Tutte, que es uruguaya, candidata a
maestría en historia cultural y directora de la editorial paraguaya “Tiempo de
Historia”, también es docente de
Historia del Periodismo en la Universidad Católica.
Aquí el
diálogo con La Nación, a propósito de los 100 años de la publicación.
-¿Cuál fue para vos el aporte de
Guarania a la cultura y a la política del Paraguay?
Hay que
recordar que la revista tuvo, bajo la dirección de Natalicio González, cuatro
épocas con características distintas. Por ejemplo, en la tercera etapa, entre
1942 y 1944, la revista se editó desde Buenos Aires, circuló en todo el
continente y fue importante para difundir en el exterior la obra de escritores
y ensayistas paraguayos –empezando por la del propio Natalicio– y establecer
vínculos con intelectuales americanistas. De la primera época, cuando la
publicación funcionó más como una revista literaria tradicional, se destaca
sobre todo el número 5, en homenaje a Ignacio A. Pane, fallecido a principios
de 1920. En la tercera época la revista tuvo un tono político muy marcado, en
sintonía con las aspiraciones de Natalicio (fue el 43º presidente de Paraguay;
gobernó desde el 15 de agosto de 1948 hasta el 30 de enero de 1949) en y con su idea de que la reivindicación de una
“cultura autóctona” era también una forma de lucha política, de combate a un
régimen liberal “exótico”, “foráneo” y “antiparaguayo”.
- Natalicio es, hasta hoy, condenado por “fascista”,
¿te parece correcta esa caracterización?
-Es muy
recordado el número especial de diciembre de 1935 de Guarania, dedicado al
fascismo, con editoriales relativos al tema, un extenso texto doctrinario de
Benito Mussolini, un artículo del periódico fascista Il Popolo d’Italia y otro
del escritor Gabriel D’Annunzio a favor de la invasión italiana de Etiopía para
terminar con “la barbarie”. Eso, y las durísimas críticas al liberalismo –en
una década en que, precisamente, las democracias liberales retrocedían ante el
avance de regímenes fascistas– contribuyeron a esta caracterización como
fascista, que González rechazaba. La cuestión es que la etiqueta de “fascista”
ha impedido durante mucho tiempo un análisis un poco más profundo de sus ideas
y su actuación política, que ciertamente tienen mucho de cuestionable. Decir
que no era fascista no significa que fuese un paladín de la democracia (que no
lo era); significa que tal vez sería más productivo complejizar un poco el
análisis.
- ¿Quedan algunos de sus planteos en
el ideario del Partido Colorado?
-Hay algunos
dirigentes colorados actuales que en ocasiones han citado obras de Natalicio o
lo mencionan como su referente. Lo que cabe preguntarse es qué valor tienen
actualmente los “idearios” más allá de lo meramente declarativo, o si lo que
orienta las decisiones partidarias (estoy pensando en todos los partidos) es
más bien una lógica coyuntural, tal vez incluso oportunista.
Lo que
posiblemente aún perviva, más allá de que no se mencione explícitamente en un
ideario, es esa operación ideológico-discursiva a través de la cual González
presentó al Partido Colorado como único y auténtico intérprete de la “nación
paraguaya”, lo que automáticamente sitúa a cualquier oponente en el papel de “foráneo”,
“antiparaguayo”, “legionario”, etc. Esto fue más notorio durante el stronismo y
ahora está bastante más diluido, pero periódicamente vuelve a aflorar.
- Te pedimos una reflexión por los
100 años de la revista
-Como todas
las revistas culturales, Guarania es un fenómeno cultural complejo, que si bien
está (con razón) muy asociado a la figura de González, fue importante también
para la difusión de otros autores paraguayos y para la consolidación de
determinadas representaciones de la cultura y la nacionalidad paraguayas, una
concepción de la “paraguayidad” con un fuerte arraigo hasta el día de hoy. La
revista muestra un constante preguntarse por ‘lo paraguayo’, por las
manifestaciones auténticas de la identidad y la cultura paraguayas, en especial
el aporte guaraní, y un rechazo a los modelos culturales extranjeros. Eso es
parte de lo que le da su carácter tan especial y la distingue de otras publicaciones
de la época.
Jorge Zárate
1- Publicado
en el Anuario del Centro de Estudios Históricos “Profesor Carlos S. A. Segreti”
de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina en 2017
Links
Fragmento
Juan Natalicio González en el espacio
cultural paraguayo
Polifacético
y controvertido, González -o más bien Natalicio, “que ese era como su nombre y
apellido, pues nadie lo llamó de otro modo”, como señala Gabriel del Mazo- nació
en Villarrica en 1897 y murió en el exilio en México en 1966.
Juan Natalicio González |
Su carrera
política comenzó en 1928 con su elección como diputado; en 1946 fue ministro de
Hacienda y más tarde ocupó la presidencia de la República desde el 15 de agosto
de 1948 hasta el 30 de enero de 1949, tras una campaña basada en slogans como “Reviente quien reviente, Natalicio
presidente” y “A sablazos o a balazos, Natalicio al palacio”. Dentro de la ANR,
lideró la polémica facción denominada “Guión Rojo”, definida por sus
simpatizantes como “el núcleo humano que levante la bandera detrás de la cual
se encolumnará el pueblo colorado”, y por sus detractores como una
“organización de tipo terrorista que nucleaba, bajo un sólido amparo policial,
a un pequeño número de aventureros.”
Depuesto por
un golpe militar, González partió al exilio en 1949. Una vez alejado del poder, fue objeto de críticas y denuncias
centradas en los violentos ataques del Guión Rojo a medios de prensa y a sus
enemigos dentro del coloradismo, y acusado de enriquecimiento ilícito y
malversación de fondos públicos.
Como
escritor, su obra es diversa: incluye poemas, cuentos y novelas, aunque en su
mayor
proporción se compone de ensayos sobre temas históricos, políticos y
culturales.
En sus
escritos históricos estuvo fuertemente influido por su “maestro” Juan E.
O’Leary
y otros
autores vinculados a la tradición historiográfica denominada revisionismo paraguayo, como Manuel Domínguez y Fulgencio
R. Moreno. Estos cimentaron una lectura
de la historia paraguaya sobre la base del nacionalismo, cuyos contenidos
principales incluían una idealización del período anterior al inicio de la
Guerra de la Triple Alianza (Argentina, Brasil, Uruguay, 1864-1870) y la
exaltación del Mariscal Francisco Solano López, conductor de las fuerzas
paraguayas durante el conflicto, así como del heroísmo del pueblo paraguayo
frente al enemigo.
Dentro del
género de ensayo político, su obra más representativa es El Paraguay eterno, de 1935, en la cual los
críticos de González señalan la influencia del nacionalista integral francés
Charles Maurras, uno de los precursores ideológicos del fascismo. La obra plantea
la existencia en Paraguay de una lucha entre un Estado liberal exótico,
“antiparaguayo”, y una “nación autóctona” tendiente a “un peculiar socialismo
de Estado”:
“Se puede
resumir el caso paraguayo como una tentativa de la nacionalidad para volver a ser ella misma, para desenvolver su
genio y desarrollar sus cualidades autóctonas,
conforme a la ley natural de su vida, predeterminada por el triple influjo de
la tierra, de la raza y de la historia. Este impulso colectivo se ve
contrariado, se halla en choque perpetuo con un Estado artificial y exótico,
que pretende acomodar a todo un pueblo, profundamente original, a las
necesidades de un mecanismo arbitrario.”
González
insiste en este argumento en “Proceso y formación de la cultura paraguaya”,
donde hace extensiva a todo el continente la necesidad de una emancipación
política que permita el florecimiento de una “cultura autóctona”…
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