El minucioso trabajo busca poner en valor
al único pabellón naval o pabellón de guerra que fue resguardado por
connacionales al término de la Guerra de la Triple Alianza. La idea es luego
devolverla a Vapor Cue en una caravana naval que recuerde la remontada del río
Paraguay que hizo la flota nacional para salvar los barcos de la furia del
enemigo. Aquí una charla con la gente involucrada en las tareas.
“Este pabellón fue el último que flameó por
el río Yhaguy por el buque Pirabebe. Uno de los marinos fue Hermenegildo
Almirón quien entregó al señor José Asunción Rolón”, reza el texto inscripto en
la bandera histórica. “Año 18 de agosto de 1869. Yhaguy Paraguay. Fue
Comandante Toribio Pereira. Buque Pirabebe”, se completa la leyenda del
paño.
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Maqueta del Piravevé de Humberto Sánchez
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Cuenta la historia que el “Piraveve” (Pez
volador), que era originalmente un barco mercante, fue artillado con un cañón
durante la Guerra de la Triple Alianza y jugo un rol preponderante en la
batalla de Riachuelo.
Ya en las postrimerías de la contienda, los
barcos de la flota nacional se retiran río Paraguay arriba escapando de la
flota brasileña que los perseguía. El Piraveve se interna en el río Manduvirá
para luego quedar atrapado en el Yhaguy donde finalmente resultó hundido para
que no cayera en manos enemigas.
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Encuentro de la bandera del Piraveve con las devueltas por Perón |
Una vez reflotado, fue instalado en Vapor
Cue, donde también está el museo histórico que guardaba su bandera que se veía
ya bastante deteriorada. Vale apuntar que a
l fallecer José
Asunción Rolón, el hombre que tuvo en guarda el pabellón, éste quedó en manos
de su nieto, que fue quien la donó al Museo de Vapor Cue.
Recuperarla y exhibirla con el orgullo que
merece fue la idea que le surgió a Patricio Ortega, director de la Marina
Mercante e impulsor del rescate.
“Este proyecto lo iniciamos el año pasado”,
cuenta explicando que para poder restaurar la reliquia, se debieron hacer una
serie de trámites, entre ellos la declaración de interés turístico,
departamental y cultural para recién con así poder desplazarla del Museo
Histórico de Vapor Cue, que es la institución que la custodia, hacia el Archivo
Nacional, donde hoy se lleva adelante un delicado trabajo.
“Esta es la única bandera que se pudo
rescatar de las quemas que hacían los argentinos y brasileños durante la Guerra
de la Triple Alianza”, destaca Ortega, recordando que las otras banderas de
aquella época que están en el Museo del Ministerio de Defensa, fueron
entregadas por el entonces presidente argentino Juan Domingo Perón a principios
de la década del ´70 del siglo pasado.
La idea es que una vez lograda la
restauración, se pueda devolverla a Vapor Cue rememorando el recorrido que
hicieron los buques nacionales en la retirada hacia aquel puerto emblemático.
Con una embarcación de la Marina Mercante
como barco principal, “nos planteamos llevarla en septiembre a Caraguatay,
pasando por las zonas ribereñas, pasaremos por Piquete Cué, haciendo una
primera parada en Arroyos y Esteros donde haremos un festival a la vera del río
organizado por la gobernación de Cordillera, con fogata y la presencia del
trovador Francisco Russo. También tendremos la oportunidad de oír el relato histórico
del general Olmedo”, comentó.
El trayecto, que cubrirán acompañados por
navíos de la Armada, proseguirá luego hasta Vapor Cue donde serán recibidos por
una guardia militar, agrupaciones de boy scouts y la música de Sonidos de la
Tierra y bandas militares que tocarán una retreta.
“Queremos invitarle a todos los que quieran
participar de la caravana a que se sumen navegando con nosotros. De hecho la
ministra de Cultura nos va a acompañar y queremos que sea el propio presidente
Santiago Peña el que haga la entrega”, refirió Ortega.
Lo hizo recordando que la bandera es única
en su tipo, todavía no tiene los escudos que luego en el tiempo se agregaron:
“Es muy importante para el país, para que la gente conozca la historia y valore
lo que hicieron los antepasados, para que los jóvenes se involucren y por eso
pedimos apoyo a las ministras de la Secretaría de Turismo (Senatur) y a la de
la Juventud para que nos pueda apoyar, invitando a la ciudadanía a participar
de los actos”, apuntó.
Un
trabajo esencial
La arquitecta Clarisse Insfrán. directora de Registro de Patrimonio, lidera el
equipo de restauración de la bandera reliquia en la sede del Archivo Nacional.
Van disponiendo el espacio, estableciendo la iluminación justa para poder
fotografiar el estado de la tarea. Rocío Céspedes va registrando el paso a paso
y Clarisse explica: “El registro fotográfico es fundamental porque revela el
proceso de trabajo”.
María Recalde Yugovich, jefa del
Departamento Restauración, Antonia Cuevas y Carolina Garcete completan el
equipo especializado.
Recuerda Insfrán que fue el gobernador de
Cordillera, Denis Lichi, el que entregó la bandera a la Natalia Antola, directora de Patrimonio Cultural. Llegó en un marco de vidrio y estaba expuesta de manera
vertical, por lo que en el tiempo se fue cayendo hacia abajo generando pliegues
en la tela. Para intentar evitar esa situación, sus responsables usaron
adhesivos como la plasticola transparente cuyas señales quedan en las telas.
Julia Vera, una de las restauradoras,
recuerda que “estaba pegada de dos formas, una más antigua con un pegamento
sintético y también hay rastros de la utilización de una cinta de doble faz que
pega en sus dos lados”. También que el daño principal que sufrió se debió a “la
exposición por largo tiempo a la luz que provocó que se perdieran sus colores
originales”.
En este momento el equipo debate sobre las
telas a usar para dar soporte por debajo a la bandera sujeta a restauración,
que a partir de ahora se va a exponer acostada, como debe hacerse con textiles
para evitar pliegues que con el tiempo, pueden favorecer quiebres o deterioros
importantes.
Cuentan entonces que para encontrar las
telas adecuadas, debieron recorrer las tiendas de la ciudad buscando los
parecidos con los colores actuales. “Nosotros aquí ya no podemos devolverle el rojo
que tenía. Aunque tenemos indicios, esa no es nuestra función”, recuerda.
Natalia Antola, indica que “la restauración y la conservación son ciencias y en ese sentido ya sea
en arquitectura o bienes muebles, en este caso esta bandera, es importante que
la persona que intervenga, que toque la obra, tenga conocimiento porque muchas
veces tratando de hacer el bien, destruimos o dañamos más”, apunta.
Insfrán recuerda que “la restauración es
investigación, conocer la época en que fue generada la pieza, los materiales
que se utilizaron porque quizás hoy ya no tenemos esos materiales, pero sí
podemos acercarnos un poco más a la realidad para no alterar la pieza”.
Sumo
cuidado
Sigue relatando la jefa del equipo: “La
bandera estuvo vertical durante muchísimo tiempo y esto creó los pliegues que si
uno intenta enderezar se rompe. Entonces hicimos un proceso de estabilización.
Nuestra principal función es la de estabilizar los deterioros y paulatinamente
fuimos, logramos con el equipo, devolver la forma. Primero, investigamos la
trama porque teníamos que saber de qué estaba hecha nuestra bandera a través de
un estudio con microscopio y con lupa digital, donde nos dio la noción de
cuánta afección llegó a tener el textil en los lugares en que se intervino con
el pegamento sintético. Como eso penetra en las fibras, de querer retirarlo
vamos a dañar la obra. Entonces hay que evaluar si vale la pena”, explica del
proceso.
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Textil bajo el microscopio |
Sobre el texto inscripto en el pabellón
cuenta que “evidentemente no se escribió en 1869, pero no sabemos tampoco
cuándo. Por el tejido sí se ve que es un tejido antiguo”, apunta.
Antola recuerda que en el proceso de
intervención deben asegurarse que los materiales que se usen deben ser
“reversibles”, es decir que se puedan retirar en el tiempo de ser necesario.
“Nuestra misión es que esta pieza siga en
el tiempo entonces, vamos analizando todos los componentes buscando materiales
compatibles y que sean reversibles, que lo pueden volver a quitar, digamos, dentro
de 20 años puede venir una nueva tecnología que permita recomponer vía, no sé,
nanotecnología, por ejemplo y volver a armar este tejido de vuelta y completar
todo, entonces lo que sea que se haga, lo que sea que hoy decidamos hacer,
tiene que poder retirarse para que la nueva tecnología se pueda apoyar. Eso
mismo pasa en arquitectura, cualquier intervención que nosotros hagamos en
arquitectura tiene que poder ser reversible, salvo que sea de tipo estructural,
que se de una intervención necesaria para que no caiga el edificio, por
ejemplo”, señala.
Otra situación a contemplar es “la
compatibilidad de materiales, no podemos poner por ejemplo un tejido, una tela,
que no se asemeje a la original”. Vale decir que la bandera está confeccionada
en la técnica textil del “tafetán” en lino de algodón.
Insfrán cuenta que también se realiza una
tarea de sanitación porque hay pequeños insectos que podrían afectar. En este
caso “no detectamos agentes biológicos al mirar con el microscopio pero si
tenía mucho polvo acumulado que nos quedaba en los guantes. Entonces de una
manera muy cuidadosa y con aspirado muy leve con elementos que teníamos se fue retirando
con un filtro”.
Vapor
y paciencia
Asi fueron recuperando franja por franja,
registrando los pasos a cada momento, cuidando el texto escrito y la
coloración.
Para extender el pabellón utilizaron vapor
y unos pesos especiales que le devolvieron su forma original en un proceso que
llevó unos cuantos días. Antola apunta: “Tuvimos que tener mucho cuidado para
no abrir la fibra, entonces recurrimos al vapor y al peso arriba, entonces
quedó tal cual. Pero hoy en día la exhibición es imposible hacerla como estaba
antes, tiene que estar acostada, medianamente inclinada, con un espacio,
mobiliario e iluminación adecuada tomando en cuenta la sequedad que puede
llegar a tener el ambiente”.
Insfrán recuerda que la premisa es “la
mínima intervención, la reversibilidad, la notoriedad y la utilización de
materiales estables de conservación para la consolidación de la pieza. Seguimos
la teoría de Césare Brandi que dice que toda obra tiene un doble significado,
uno estético y otra histórico en la que se plantea el paso del tiempo desde su
origen al presente, el deterioro, el cambio que se observa forma parte del
objeto, por ello al restaurarlo se debe respetar la condición actual. Nosotros
vamos a hacer una conservación, una consolidación, pero también vamos a
respetar el paso del tiempo, que es lo que da la noción de que esta bandera
tiene una historia, tiene un tiempo importante para la comunidad”.
Antola refuerza el concepto: “Esta bandera
no va a modificar su aspecto. La idea es conservarla así como está, que siga
teniendo vida en el tiempo este es el punto central. Va a quedar mejor,
bellísima”, indica. “estará expuesta con sus “cicatrices”, porque vos sin tus
cicatrices no sos vos, ¿verdad? Y es un poco eso también, ¿verdad? Entonces es
contar con esas cicatrices que te cuenten la historia de este lugar. Toda vez
que esas cicatrices no signifiquen un problema de estabilidad del objeto en
cuestión ella justamente es para que no se siga deteriorando la originalidad de
la cosa, que esto no se siga rompiendo, esta es la idea nuestra, detener el
deterioro”, concluye.
Otras
restauraciones
Cuenta Clarisse Insfrán, directora de
Patrimonia Cultural que en el taller de restauración están constantemente
reparando piezas históricas, cerámicas, mármoles, textiles, que les remiten
desde todos los puntos del país.
En estos días están a punto de entregar una
urna funeraria de la cultura guaraní que les acercó el municipio de Ypané. Una
gran ánfora que llegó en pedacitos y hoy en el taller consiguieron recuperarle
su forma original de un arte único y de gran valor simbólico.
También exhiben una placa de mármol que les
llegó de Santaní a la que tuvieron que limpiar de escrituras que la gente le
fue haciendo en el tiempo, con birome, fibrones, etc, que ya llegaban a impedir
su rol de recordar un momento histórico.
“Todas las obras que llegan se va a
analizan en conjunto en el equipo, vemos el soporte, las condiciones, las patologías
que presentan, armamos una ficha de ingreso y establecemos un plan de trabajo
para dar lugar a la tarea que puede llevar meses”, comenta Insfrán.
En una mesa en la que se exhiben los
objetos recientemente restaurados destaca una pieza de cerámica. “Esta es una
donación que hizo el ingeniero Fiore a la institución, era de su familia. Nos la trajo en una bolsa con fragmentos y
durante el proceso de restauración descubrimos la firma de Julián de la
Herrería”.
Pintor y ceramista fundamental, Julián de la
Herrería, era el seudónimo de Andrés Campos Cervera, autor de una prolífica y
valorada obra y también esposo de la gran artista Josefina Plá. La pieza
restaurada en el Archivo es de su primer período del que comenta Carlos
Zubizarreta: “... desde sus primeros trabajos, decide utilizar, en vez de temas
occidentales, los americanos precolombinos desarrollando la decoración maya,
azteca, inca, calchaquí, con acertadísimas intuiciones guaraníes. Sus primeras
exposiciones lo señalan inmediatamente a la atención de la crítica mundial, que
reconoce la trascendencia y el alto significado de la nueva aportación”.
Insfrán recuerda que “es datada en 1908 en
su primera etapa de producción artística donde se asemejaban a piezas
arqueológicas de las culturas precolombinas”.
También hay en exposición un lavamanos de
porcelana de principios del siglo 20 y un cuadro de mapas antiguos embalado
para volver al Museo del Cabildo de Pilar.
Recuperando
textos
En el taller de Conservación de Papeles
llevan adelante una tarea fundamental, la restauración de 314 documentos que
van desde la intimación al gobernador Bernardo de Velazco en los días de la
independencia hasta textos de la época de la guerra de la Triple Alianza que se
vieron afectados por una pretendida técnica de conservación.
Antola cuenta que fue a principios de la
década del setenta “cuando surgió la tecnología del papel adhesivo contact
transparente, que, cómo eran documentos de mucho uso, se temió que la constante
manipulación los deteriorara más rápidamente. Entonces alguien decidió
forrarlos con este papel adhesivo”.
Hoy la tarea es retirarlo cuidadosamente y
ya llegaron a “liberar” unos 96 documentos del total de 314 de este
“protector”.
Vicente Arrúa, director del Archivo
supervisa la tarea de Cynthia Solís, Susana Rojas y Susana Amarilla, que
pacientemente abordan los papeles luego de una evaluación minuciosa de cómo
encarar la tarea y qué herramientas usar.
Antola recuerda que “se completan algunas
lagunas en los casos que se puedan, en otros casos se consolidan con el papel
de arroz, pero siempre con los mismos criterios que citamos en torno a la
reversibilidad, compatibilidad de materiales, etc”.
Cuentan además que fueron asistidos por
expertos chilenos y especialistas de la Universidad Nacional de Asunción (UNA)
para abordar la tarea.
Vale recordar que el Archivo Nacional alberga
documentos desde el siglo XVI hasta 1870. En el periodo del 2013 al 2016 fueron
incorporados varios acervos provenientes de donaciones o compras, como los
archivos de Manuel Gondra, Juan Silvano Godoy, Natalicio González , Julio César
Chávez, Carlos Calvo y Marcos Fano; la Colección Bibliográfica de Roberto
Quevedo y los documentos adquiridos de la Casa de Subastas Zorrilla de Uruguay.
La Secretaría de Cultura, en conjunto con
la Universidad Católica y el apoyo de la SENATICs, hicieron posible la
digitalización de 5.170 expedientes y 60.000 fojas, correspondientes a la
colección más importante de la guerra contra la Triple Alianza que fuera
sustraída por el Brasil al final de la contienda bélica “Archivo Histórico de
la República del Paraguay”, conocida como ex Colección Vizconde de Río Branco
que hoy puede consultarse on line en el sitio de la SNC.
Jorge Zárate
jorge.zarate@nacionmedia.com
Fotos de Emilio Bazán y gentilezas
Links
https://archivonacional.gov.py/