17 de abril de 2013

La derecha vuelve al poder legal luego de cinco años

Efraín Alegre, Horacio Cartes, Benjamín Fernández Bogado (moderador), Miguel Carrizosa y Mario Ferreriro. Los presidenciables participaron en el Foro de Agronegocios realizado en Paraguay el 25 de febrero de 2013


Retroceso: nada cambiará tras las elecciones presidenciales. La derecha se alista para retornar formalmente al poder y con ella los programas económicos y sociales que motorizaron el golpe parlamentario contra Fernando Lugo. Ni Horacio Cartes, del Partido Colorado, ni Efraín Alegre, del Partido Liberal, representan otra cosa que la emergencia de las fuerzas tradicionales de la derecha, anclada en la desestabilización y posterior caída de un gobierno progresista. Con una izquierda políticamente muy debilitada, el movimiento social será clave para resistir al menú del ajuste, privatizaciones, consagración del agronegocio y las peligrosas semillas transgénicas como modelo agrícola en un país que tiene 300 mil campesinos sin tierra.
La derecha que se apropió del poder en junio de 2012 gobernará por los próximos cinco años, aunque ahora con la previsible bandera de legitimidad que le da la convocatoria electoral del 21 de abril, desde un Estado violentado. Tanto Horacio Cartes, del Partido Colorado, como Efraín Alegre, del Partido Liberal, garantizaron la aplicación de programas políticos y sociales a gusto de las derechas del continente. El resultado final de las presidenciales en Paraguay “normalizará la institucionalidad” y sólo determinará qué Partido ejecutará un plan que amenazó interrumpirse en los casi cuatro años en que gobernó el frente popular que lideró Fernando Lugo.

Aquellos sectores que alzaron la mano contra Lugo el 22 de junio de 2012 cuando se produjo el golpe de Estado parlamentario vuelven al poder. Habrá ajuste económico para los sectores más débiles, privatizaciones, consagración del agro negocio y utilización de las peligrosas semillas transgénicas como modelo agrícola. La explotación petrolera privada, con una bajísima tasa de devolución en caso de encontrar pozos explotables, es otro de los puntos que se consolidarán. Además, los recursos mineros que se abrirán a prospección y explotación tendrán una escala nunca antes vista en el país.
También avanzarán en la cesión a precio muy bajo de la electricidad para la instalación en el país de la cuestionada Rio Tinto Alcan, la compañía de aluminio más importante de Canadá y la tercera a nivel mundial, con presencia en más de 60 países. Desde que se produjo el Golpe contra Fernando Lugo, varias organizaciones sociales e investigadores independientes denunciaron una relación entre ese hecho y el proyecto de inversión. El plan fue reactivado apenas se produjo el Golpe, y el gobierno de Canadá fue uno de los primeros y uno de los pocos países que reconoció al régimen de Federico Franco que destituyó a Lugo.

Divisiones
Estas sextas elecciones generales desde el fin de la dictadura de Alfredo Stroessner en febrero de 1989, dejan además una fuerte división en el campo político de la izquierda. Las desinteligencias y ambiciones personales de los referentes del espacio progresista hicieron que se presentaran candidaturas separadas de sectores que hasta el golpe de Estado acompañaron a Lugo. Esto mermó las posibilidades electorales de derrotar a la derecha, al dividir los futuros votos entre Mario Ferreiro, del movimiento Avanza País, y Aníbal Carrillo, del Frente Guasu. La merma no fue sólo en el caudal de votos sino en la capacidad de movilización, la poca presencia en las calles durante la campaña electoral y la mayor vulnerabilidad frente al aparato político de la derecha.
Ambos espacios tenían pronósticos optimistas sobre sus posibilidades electorales en los cargos al Congreso al cierre de esta edición, pero la polarización que sobrevino entre colorados y liberales afectó la intención de voto para este espacio. El Frente Guasu deberá conformarse con lograr que Fernando Lugo acceda a una banca en el Senado para el próximo período. El sistema electoral paraguayo permite elegir a los senadores tomando al país como distrito único, mientras que los diputados se eligen en cada uno de los 17 departamentos en que está dividido el país. Con las excepciones de la capital Asunción y el departamento Central, que contiene el conurbano asunceño, en el interior prevalecen los sectores más conservadores y tradicionalistas.
Con esta izquierda política debilitada, el movimiento social paraguayo será clave para resistir el retorno del programa neoliberal. En un país con 300 mil campesinos sin tierra, las luchas populares amenazan incrementarse debido a la delicada situación en que se encuentran tanto trabajadores rurales como urbanos. La desprotección de estos sectores hace crecer los barrios conurbanos más importantes del país, sin viviendas dignas, sin servicios públicos básicos y muchos sin empleo permanente.
Presumiblemente, la intensificación de las demandas sociales recrudecerá el mecanismo represivo con persecuciones y acciones violentas por parte del Estado y de los sicarios contratados por los grandes terratenientes, como ocurre desde la masacre de Curuguaty de junio del año pasado.

Resistencia social
La rearticulación del movimiento social para ganar las calles y liderar la resistencia aparece como el punto principal en la agenda de las organizaciones sociales para el período de transición que se prolongará entre el 21 de abril y el 15 de agosto, fecha en la que, en principio, deberá asumir el nuevo presidente. Aunque, según marche la situación política, no sería extraño un adelantamiento de la toma de posesión.
El movimiento campesino se alista a nuevas ocupaciones de tierras y el movimiento urbano sindical analiza dónde están sus fuerzas para reagruparse y retomar las calles, la estrategia histórica que se abandonó durante el zigzagueante gobierno de Fernando Lugo en espera de que hubieran soluciones políticas más cercanas a los humildes.
Paraguay deja una lección con muchas lecturas. Días antes de la jornada electoral todos asumen ya la derrota electoral de la izquierda y el progresismo que trabajosamente llegó al gobierno hace cinco años. La acción conjunta de liberales y colorados en junio pasado no sólo devolvió a la derecha al poder. También reinstauró el bipartidismo corrupto y clientelar y desplazó de los espacios de discusión política a los sectores populares.

Desde Asunción, Jorge Zárate

Unos y otros
Horacio Cartes, del Partido Colorado (Asociación Nacional
Republicana, ANR) y Efraín Alegre, del Partido Liberal (Partido Liberal Radical Auténtico, Plra) lideraron las encuestas de opinión desde el mismo momento en que se oficializó la convocatoria a elecciones, tras el golpe que destituyó a Lugo. Las características personales que ambos candidatos quisieron mostrar durante la campaña presentaron matices entre uno y otro, pero no dejaron dudas de que son garantes del mandato de las multinacionales, del neoliberalismo y de los terratenientes soyeros. Cartes se mostró como figura outsider, un hombre que viene de fuera de la política para renovarla y romper con los vicios tradicionales, aunque desde el Partido Colorado, que es precisamente el responsable de aquéllos. Dueño de 26 empresas, gastó una pequeña fortuna en publicidad, presentándose como creador de fuentes de trabajo y como parte de una estrategia de blanqueo de las sospechas por sus vínculos con operaciones de lavado de dinero y narcotráfico. En sus empresas no está permitido que los trabajadores se organicen en sindicatos. En un reciente debate, expresó públicamente: “Primero la gente, después los sindicatos”.
Cartes fue asesorado por el pinochetista Francisco Cuadra. Sus opiniones lo dibujan como un hombre de la derecha más elemental y conservadora. Para él, el derecho al matrimonio civil para personas del mismo sexo está relacionado con la “anormalidad” de las personas. También defendió en una entrevista en Chile el “orden y progreso” que según él trajo la sangrienta dictadura de Alfredo Stroessner al Paraguay. Esta imagen de Cartes le permitió a su rival del Plra, Efraín Alegre, autodefinirse durante la campaña electoral como un moderado. Hasta llegó a calificarse como un hombre de “centroizquierda”. Fue ministro de Obras Públicas durante la presidencia de Fernando Lugo, como parte del acuerdo entre el Frente Guasu y el Plra que llevó al poder al ex obispo. Alegre salió de la función pública acusado de hechos de corrupción. Intentó privatizar la gestión de los tres principales aeropuertos del país y cobrar peajes en el río Paraguay a los barcos que llevan la soya hacia los puertos de Argentina y Uruguay.
Mejoró en su carrera por la presidencia en las semanas previas a la elección, tras el acuerdo con la Unión Nacional de Ciudadanos Éticos (Unace) del recientemente fallecido general Lino Oviedo. Se presentó como el candidato de los “decentes” para enfrentar “al Paraguay de la piratería, del contrabando y de las mafias que representan nuestros adversarios”. Prometió “resolver el futuro para cambiar la imagen de aquel país del pasado”. También se comprometió a generar 200 mil puestos de trabajo impulsando principalmente la obra pública y un plan para radicar industrias: “Lo que tenemos que hacer es importar industria y no exportar nuestra energía (...) que nuestra energía sirva para que las industrias se instalen y que generen trabajo y oportunidades”.

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