Contingentes
de Argentina y Brasil, principalmente, pero también de otros países
latinoamericanos se acercaron para presenciar la misa en Caacupé. El
número de fieles fue mucho menos del esperado por los organizadores
y la vigilia fue tranquila gracias a que el tiempo acompañó.
Lo
cierto es que del millón de personas que aguardaban los cálculos más optimistas, a la hora de
la misa se contabilizaron alrededor de 200 mil personas.
Igual
muchas personas durmieron en las calles esperando el momento.
“Venimos a pedirle paz, fortaleza y salud”, dijo Natalia Farez
que llegó junto a sus amigas desde Santiago del Estero, Argentina.
Los
caacupeños contaron que los argentinos fueron los primeros en
llegar. “Colectivos de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe fueron los
primeros en llegar y muchos vinieron en autos y se instalaron en los
hoteles”, contaba el mozo Juan Alarcón en la noche del viernes.
También
se especulaba que la maximización del evento y las versiones de que
sería dificil llegar, que no habría lugar, etcétera, lo que sumado
al mal tiempo que hubo hasta la madrugada del sábado, le quitaron
entusiasmo a mucha gente que quería venirse desde la Gran Asunción.
“Mi gente tiene casa aquí para quedarse y no se vinieron por todo
lo que se decía”, contó Santiago López.
María
Irene de López, vocera de un ruidoso grupo de fieles de Pedro Juan
Caballero pedía que se les haga un lugar en la explanada, tomada por
argentinos, medio en broma, medio en serio. “Es una alegría que
vengan los hermanos, pero que nos dejen nuestro lugarcito”, pedía.
Mucha
gente del interior, como Epifania López de Cáceres que se llegó
desde Eusebio Ayala. “Pedimos bendiciones” dijo la mujer cuidando
un grupo de adolescentes que la acompañaba a la cita.
Lelia
Ramos y Estela Suarez, estaban sentadas al costado de la Basílica
esperando el momento. Vinieron desde Córdoba y Santa Fe,
respectivamente, pidiendo “paz, tranquilidad, amor”.
Desde
Orán, provincia de Salta, llegaron María Isabel Ruiz y Beatriz
Aquino destacaron de Francisco: “Su humildad tan grande que lo hace
tan querible, es una verdadera bendición que nos dió Dios porque el
ama a los pobres y no discrimina, es dueño de un mensaje profundo y
pacífico”, expusieron.
En las veredas
Cientos de personas durmieron en las veredas esperando la misa del Papa Francisco, una realidad que invita a reflexionar sobre la necesidad de organizar más y mejores albergues para los fieles que quedan a la intemperie. Darío Rojas, de 21 años, dormía en uno de los canteros de la plaza central. “Estoy trabajando en un hogar de niños, para mí es importante la venida del Papa porque puede ayudar a cambiar el rumbo de nuestra Nación. Esa es mi esperanza”, dijo. “Creo que tiene que haber otra lectura hacia los semejantes, como dijo cuando llegó: Que no cese el esfuerzo hasta que no haya mas niños sin educación, familias sin hogar y campesinos sin tierra", dijo.
Fotos de Pánfilo Leguizamón
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