14 de julio de 2025

Ovecha Rague, el legado de "la ciudad que te abriga"

 

En junio pasado fue declarado como Patrimonio Cultural Inmaterial Nacional y se reconoció a dos de sus artesanas como Tesoros Nacionales vivos. Aquí un panorama de la artesanía en lana en San Miguel, Misiones y un diálogo con algunas de las artesanas que lo hacen posible.

“Toda la historia del pueblo se fue tejiendo, por así decirlo, en torno a la artesanía, no solo su economía, sino la identidad de su propia gente”, apunta Enrique Correa, director de Cultura de la Municipalidad de San Miguel. 

 Distante a 180 kilómetros de Asunción, a la vera de la ruta 1, esta localidad se enorgullece de ser la Capital de la Lana, “la ciudad que te abriga”, la cuna del Ovecha Rague. A la vera de la ruta existen unas 15 tiendas/talleres que producen y venden tejidos, pero también hay un número mayor de tejedores que se reparten en el casco urbano de la ciudad y en las compañías Arazapé y Jhugua.

 “Es una realidad bastante compleja porque por un lado están los aspectos patrimoniales, que es lo que hemos logrado o tratado de salvaguardar, por ejemplo, con esta declaratoria, los saberes técnicos que los artesanos han transmitido de generación en generación que tiene un alto valor y que le da un valor agregado importantísimo a la artesanía”, apunta Correa.

Habla de la declaración como Patrimonio Cultural Inmaterial Nacional del Ovecha Rague que hiciera el gobierno en junio pasado en un paso importante para buscar apuntalar la actividad.

Después está lo económico porque “es la fuente principal de ingreso y el sustento de varias familias”, describe. 

 “El hecho de que sea el motor económico de la ciudad nos lleva a trabajar en cómo ofrecer el producto, buscar nuevos mercados, el tema de la materia prima también. Hasta influye el cambio climático, los inviernos ya no son tan crudos hoy en día en nuestra región. Eso obligó a los artesanos a innovar, a buscar otros materiales, el algodón, por ejemplo, que fue ingresando bastante”.

Correa recuerda que “la lana tiene su salida solamente en el invierno, en el verano hay que pensar en otros productos. Los artesanos se ingeniaron y le dieron con todo, con el tema del algodón, las colchas, las hamacas, que tienen bastante salida en el verano”.

La realidad económica impacta en las familias “que se van desintegrando, los hijos que emigran a otros lugares, entonces todo atenta contra el mantener este proceso, este conocimiento, este saber y este patrimonio que le otorga una identidad al pueblo”.

Correa entiende que es un desafío “para nosotros como un municipio, la gobernación, el Instituto Paraguayo de Artesanía y para la Secretaría de Cultura, la Senatur, cómo hacer alianzas estratégicas para que la artesanía se siga manteniendo, pueda seguir vendiéndose aquí y en el exterior y que nuestra gente siga produciéndola”.

La intermediación es otro elemento que se intenta resolver a la hora de conseguir un “precio justo” para los artesanos. “Es importante que puedan llegar directamente al consumidor”, apunta ya que “muchos al vender el producto final recuperan quizás lo invertido en materia prima pero la mano de obra y las horas invertidas en cada uno de los procesos que conlleva elaborar esa prenda muchas veces no son tenidas en cuenta y no son monetizadas. Entonces esos son los grandes desafíos que estamos enfrentando”, indica. 

Tesoroso vivos

Ella está escardando la lana en su sillón favorito, en la galería de la casa, en compañía de gatos y gallinas. Fermina Fernández, viuda de Correa tiene 84 años y desde que tiene memoria hila y teje. “Cuando tengo 7 años ya mi abuela me enseñaba como tengo que hacer por la lana”, memora la mujer que en junio pasado fue reconocida como Tesoro Nacional Vivo por la Secretaría de Cultura (SNC).

Fermina muestra su rueca, monta las fibras de lana con oficio y con el suave y mecánico impulso de un pedal va construyendo el hilo con el que luego elaborara sus finos tejidos.

Fermina Fernández y uno de sus codiciados "Vichus"
La tarea también se puede hacer a mano con un huso, para conseguir un hilo más fino, como el que usa en sus fantásticos “Vichu”, chales de fina lana, todo un símbolo de la cultura de los tejedores de San Miguel. Los teje a crochet y los vende desde los 120 mil guaraníes.

“El otro día vinieron las bailarinas y llevaron casi todo de mi”, dice entre risas, contenta por la particular venta que tiene la prenda, infaltable en las integrantes de los ballets folklóricos. Fue en junio durante el festival del Ovecha Rague que recibió a unas 50 delegaciones de artistas.

Mueve a reflexión cómo se valora este trabajo artesanal que tiene un proceso que incluye el lavado de la lana, el escardado, el blanqueo, que puede llevar un mes, de no mediar lluvias y humedad, antes de que las manos de Fermina aborden la prenda. “El tejido no tarda más de una semana”, cuenta 

 Sólo élla y otra artesana tejen los Vichu en el centro de San Miguel, pero en la compañía Arasape queda todavía un grupo importante de tejedoras que ayudan a mantener esta bella tradición.

Fermina supo hacer frazadas, de gran factura, pero “ya me va es demasiado pesado manejar el telar, se hace complicado, e tiene que tener fuerza”, recuerda. Muestra una que confeccionaron con sus hilos unos artesanos asociados que cuesta 900 mil guaraníes. Se siente que vale más.

El tejido exige un compromiso de los cuerpos que los artesanos padecen. Dolores articulares, reuma y artritis aparecen cuando se convierten en adultos mayores.

Por eso se la ve contenta con el reconocimiento que se le hizo: “Me sentí demasiado bien. Estoy orgullosa con mi trabajo. Porque de chiquitita yo comencé y hasta ahora estoy trabajando gracias a Dios”.

Tiene 7 hijos que aprendieron con ella a trabajar la lana. “Ahora nomas ellos se van todos de acá por estudio, por trabajo… por acá no hay trabajo”, dice. 

 Relata que los precios en mucho responden al alto precio de la lana cruda. “Te venden a 60 o 70 mil guaraníes el kilo. ¡Muy caro ya es!”, considera. “Por eso no podemos hacer más barato nuestro trabajo porque el material es demasiado caro. Tengo que lavar con agua oxigenada y jabón en polvo con agua caliente”.

Fermina aborda personalmente el hilado porque de ello depende la calidad de la prenda

“La gente quiere trabajar pero no quiere hacer bien el trabajo eso es el problema el hilado es muy delicado, si el hilo se va a usar en el telar entonces requiere torcer un poco más, hacerlo un poquito más firme Si lo va a hacer a crochet tiene que ser un poco más suave” explica.

“Yo ahora poco vendo porque no salgo más”, cuenta de su actualidad. Relata entonces que antes iba a la Expo de Mariano Roque Alonso y recorría el interior llegando a Santa Rita, Saltos del Guairá, Colonia Iguazú, Ciudad del Este. También que hubo señoras que hicieron llegar sus tejidos al exterior con gran éxito y valoración.

Le gusta ir a descansar los domingos a la casa materna de Costa Hu, un barrio de San Miguel, en donde comenzó su historia como tejedora. “Cuando yo me muera ustedes van a vender, pero ahora no porque es mi herencia”, cuenta que les dice a sus hijos. Allí su mamá y su madrina le enseñaron los oficios de la lana y allí siempre vuelve.

Eustaquia Palma de Garay
Una vida con la lana

Eustaquia Palma de Garay, tiene 95 años y fue también reconocida como Tesoro Nacional Vivo “Y la verdad es que yo no sé, parece que les gustaron las cosas que hice”, comenta

Hace un tiempo que ya dejó de tejer y ahora, con su marido, se dedican a la venta de piezas confeccionadas por otras manos en su negocio ubicado sobre el Paseo de los Artesanos que se puede visitar a la vera de la ruta 1 en San Miguel.

Desde niña comenzó a tejer gorras, luego fue el tiempo de los vichú y más tarde su especialidad fueron las frazadas de lana bordadas. “Mi hermana empezó a hacer la frazada con otra artesana y después mandamos a hacer un telar y comenzamos esa tarea”.

Sus ojos brillan al contar los motivos que adornaban cada pieza: “Una planta de rosa o de clavel nosotras hacíamos desde el tallo hasta la hoja, las flores y todo, quedaban muy lindas”, cuenta.  

“En la feria yo vendía mi frasada antes, me fui en Roque Alonso, llevamos el telar y hacíamos las muestras”, recuerda de años pasados. 

Ahí destaca: “Antes las frazadas se vendían, por ejemplo en Yacyreta yo vendía muchísimo. Recorría las casas de los trabajadores y me compraban. Ahora mermó un poco la venta”, relata.

Sobre la calidad de la artesanía refiere que “ahora la gente quiere rápido y no se hace así. Con atención tenemos que hacerlo. Lleva su tiempo y su paciencia también”.

“Desde los 7 años yo ya empecé a trabajar cuando mi papá murió. Entonces teníamos que ayudarle a nuestra mamá. Ellos lavaban la lana y nosotros escardábamos.”, recuerda.

 Las lanas naturales tienen diferentes colores, blancos, grisáceos, distintos tonos de marrón, algún exquisito negro más escaso y valorado.

“Ibamos a comprar la lana a San Ignacio, a San Juan y eso y traíamos la bolsa encima de la cabeza, pobrísimos éramos. A veces las personas te ayudaban a traer un poco tu bolsa”, memora de su vida con la lana.

En septiembre cumple 96 años y le sigue gustando cocinar. “Hago guiso, locro, polenta, puchero. Tenemos que seguir únicamente porque ese es nuestro sustento. Si no trabajamos nos vamos a comer”, dice mirando al cielo entre los tejidos colgados en su tienda. 

Muñeca Alvarez García en su rueca
 Muñeca y el futuro

Julia Cristina Álvarez García, se llama pero para todos es “Muñeca” y su taller de confecciones fue incluído en la Ruta de la Artesanía, una iniciativa que busca promocionar sitios destacados en el país.

Allí, además de una muestra muy bien seleccionada y cuidada de la artesanía local, se puede apreciar desde un llamativo ventanal el trabajo de los telares.

“Muñeca” los va mostrando: “Aquí se teje una colcha de algodón, éste es un poncho modelo triángulo y más allá se está por empezar un poncho masculino”. Cuenta que allí se teje de todo un poco: “Producimos individuales de algodón, alfombras, que serían más nuestras opciones de verano y ahora en el invierno ponchos, ruanas, mantas”, comenta. 

“Ahora están saliendo mucho los ponchos”, dice recordando que tienen precios que van desde los 330 mil guaraníes. “Depende del material, porque nosotros trabajamos este tipo de lana industrializada importada de Argentina. También usamos la materia prima local pero esos trabajos son más exclusivos y hacemos en menor cantidad. Por lo que lleva tiempo producir el hilo de lana de oveja”, explica. Un poncho de pura lana paraguaya se consigue desde 900 mil guaraníes.

En el muy bien montado local hay una rueca a pedal y un muestrario del proceso de la lana que ayuda a entender del gran trabajo que se necesita para tejer con hilo propio. Así un chal de lana pura se consigue desde 300 mil guaraníes. 

Consultada sobre la posibilidad de industrializar la lana misionera entiende que hay algo en la ecuación que todavía no cierra como para emprender esa inversión. “Es todo un tema, por ejemplo para nosotros  buscar la lana adecuada para hacer ese hilo, producirlo durante todo el verano para obtener material para febrero, marzo para nosotros es mucho trabajo y mucho proceso. Sin embargo si estuviera industrializado sería más fácil, vamos a ir a escoger medidas, colores y comenzamos a confeccionar”.

Entre tanto se usa lana argentina que “es menos caliente, es un material más económico y más fácil de conseguir”.

Tejedora desde los 13 años más o menos, comenzó haciendo cosas pequeñas hasta llegar a los ponchos y frazadas, el derrotero tradicional de los cultores del oficio en San Miguel.

“Era una tradición, antes todo el mundo tenía su frazada. Ahora creo que ya no se usan tanto porque son pesadas y aparecieron los edredones livianos que son calentitos también”, especula. “También son más caras, está el tema de las alergias… muchas razones pienso yo”, dice.

Entiende que se debería interesar a los jóvenes en el trabajo y apunta el que hacen sus hijas con las redes sociales. “Toda promoción nos viene bien, ellas venden a través de las redes, está funcionando muy bien”, cuenta.

“María Elena Ruiz, es la encargada de las fotos, de las redes sociales e inclusive también ella trabaja en la máquina porque terminó la carrera de diseño de moda. Mis 4 hijos son profesionales y yo trabajo aquí con mi esposo, ojalá los jóvenes sigan adelante”, concluye.

Blanca González, especialista en "Jergas"
Blanca, la maestra de las “jergas”

La lana natural se seca al sol que generoso baña la casa de Blanca González, artesana, especialista en jergas, unos paños que ayudan a alivianar el roce que la montura le produce al caballo.

“Hago unas 20 semanales”, dice la mujer que con gran espíritu lava a mano la lana en el patio en un proceso que le lleva 24 horas. “Primero la dejo en remojo con jabón en polvo y al otro día la enjuago y la paso por el secarropas”, explica. 

 Blanca se entusiasma que la venta de su artesanía, muy demandada desde las estancias ganaderas del Chaco, le ayuden a afrontar una nueva operación de rodilla.  

“Yo siempre quiero tener mucha lana, esa es mi obsesión”, dice entre risas mostrando su acopio y explicando que es la manera de conseguir bajar el precio de su insumo.

“Está difícil el trabajo en la lana, necesitamos más ayuda de las autoridades. Imagine que todavía las personas de la generación que me sigue, los que tienen 40 años todavía trabajan la lana, pero los más jóvenes ya no, se van todos”, expone. 

Una vez que tiene seca la lana se encarga de hilar en unas máquinas que hizo construir para acelerar los procesos. Primero hace el “Yva”, el hilo fino y en otra parte de su tiempo se dedica a producir el “Poyvi”, el hilo grueso.

Ya en el telar, que monta de manera ágil y eficiente, los entrecruzará de manera maestra para conseguir la “jerga”. Cada unidad se vende en precios que van de los 40 a 45 mil guaraníes.

 “Esta es mi vida”, dice satisfecha del oficio que aprendió con sus mayores cuando tenía apenas 7 años. “En esa época tejíamos gorras porque se vendían muy bien”, cosa que ahora no pasa tanto.

Madre de 4 hijos, sólo una de las mujeres heredó el oficio y también teje jergas.

“No se valora nuestro trabajo”, dice lacónica Blanca, para volver luego a una sonrisa transparente cuando posa para la foto en su cálido taller.

Esfuerzos para la promoción

Patricia Alvarenga es la directora de Formación y Coordinación Departamental del Instituto Paraguayo de Artesanía (IPA). “Nosotros nos encargamos de llevar adelante el Programa Nacional de la Ruta de la Artesanía, del cual forma parte de Artesanía Muñeca”, cuenta.

“Queremos acercar estas experiencias vivenciales de conocer el proceso de la producción de artesanía a todo el público”, apunta. El local junto a muchos otros en el país está incluido en un recorrido turístico. “A través de una página web tenemos la posibilidad de acercar de forma directa al público todos los datos para que puedan acceder a la experiencia de conocer el proceso de la lana acá en el taller de Muñeca”. 

La idea es que visitando la web https://ruta.artesania.gov.py/ las personas encuentren información que la ayude a escoger destino. “También estamos trabajando con agencias de turismo y organizaciones, también con la Secretaría de Turismo (Senatur) que nos apoya para este programa”, relata explicando que lo hacen en alianza con los gobiernos locales y departamentales.

Alvarenga apunta: “Sabemos que la realidad nacional afecta al sector de la artesanía por eso buscamos traer tanto a turistas nacionales como internacionales a visitar los espacios y a comprar de forma directa del artesano productor a su cliente directo para que pueda tener una ganancia justa”, señala.

Jorge Zárate

Fotos de Mariana Díaz

Gentilezas de la Municipalidad de San Miguel 

Transporte de Alberto Pintos 

 Links

https://ruta.artesania.gov.py/

https://www.instagram.com/artesania_munecapy/

Clínica Placera: Psiquiatría al aire libre

 

El psiquiatra Agustín Barúa Caffarena hizo durante años la experiencia de conversar con pacientes en las plazas de Asunción. Volcó sus aprendizajes en “Clínica Placera, ¿nos sentamos acá?” que se presentó en la semana en la Sociedad Paraguaya de Psiquiatría (SPP).

 “A mí me parece que la clínica placera aporta un permiso de explorar otras formas de trabajar en salud mental en el contexto asunceno”, entiende el autor.

 “En Asunción que solemos ser tan reprimidos emocionalmente, usamos los bancos para llorar, para gritarnos y desgritarnos, para besarnos, para saber estar solos. Entonces, ahí apareció la posibilidad de usar el banco de plaza como un dispositivo de acompañamiento de salud mental”, cuenta de la génesis del inusual procedimiento.

El libro, que tuvo presentaciones en Argentina, Cuba y Paraguay permite según la mirada del psiuiatra Agustín Barúa Caffarena “que se pueda probar nuevas cosas y se pueda dialogar con las necesidades contemporáneas. A veces creo que nos quedamos muy tiesos en el mundo profesional esperando que la gente se amolde a nosotros y no dialogando con las necesidades de nuestra sociedad. Me parece que es el gran aporte”, apunta.

Aquí su diálogo con Nacion Media:

-¿Qué sensaciones te provoca que la experiencia de la Clínica Placera llegue al libro?

- Son sensaciones complejas. Por un lado, es gratificante porque el libro a mí me satisface como producto estético pero también como producto reflexivo y de memoria histórica. Me parece que también la tarea de estos 7 años de Plaza fue bastante específica y tenía su soledad también dentro de su espacio público y colectivo. 

 También me da un poco de tristeza y eso lo dije cuando lo presenté en Camsat, que es una organización territorial del bañado Tacumbú, me dio tristeza y enojo.

-¿Por qué?

Porque me recordó que yo no quería trabajar con los capas medias asuncenas inicialmente, yo quería trabajar con los sectores populares, en este caso bañadenses ¿no? Pero el golpe de estado al gobierno de Fernando Lugo interrumpió ese proceso y al presentar el libro en el Bañado me recordó esa pérdida.

- Comenzaste en 2015 en bancos de plazas de Asunción. ¿Cuál fue el disparador de tu actividad?

- Y fue ese junio del 2012… cuando sucede el golpe, yo trabajaba desde la Universidad Nacional de Asunción (UNA) y desde el Ministerio de Salud (MSP) en los territorios bañadenses acompañando 15 equipos de Atención Primaria en Salud (APS). Era mi jornada laboral plena de lunes a viernes, iba a los bañados todos los días y cuando sucedió el golpe, lo viví como un manotazo, un arrebato gigante, me impactó emocionalmente.

Me pasó que coincidió con una relación de pareja en Montevideo, adonde fui y estuve 3 años haciendo diferentes cosas en un contexto de políticas públicas muy creativas: Ahí sí se hicieron, por ejemplo, las leyes progresistas de identidad de género, de regularización de la marihuana y de despenalización del aborto. Y en ese contexto volví en 2015 y me dije: quiero seguir trabajando las cosas que creo…


-Te dio como un impulso esa vivencia…

…Y cuando volví, no pude entrar a mis nichos laborales habituales, habían cambiado muchas cosas así que subalquilé un consultorio. Era la primera vez que iba a hacer psiquiatría clínica privada y me morí de la angustia. Viví con mucha extrañeza las baldosas, la pared sin humedad, ese tapizado de sofá combinado con la cortina, el split. Yo venía de trabajar en los patios de las villas con chanchos, bebés, ropa secándose, goteando, en algo que llamamos Clinitaria hasta el 2012.

Me dije: A mí me gusta conversar con la gente, así que me vinieron a la mente los bancos de plaza que tienen una cuestión maravillosa que son espacios de intimidad pública.

-Sostenés que es posible tratar la salud mental fuera del manicomio. ¿Qué avances ves en torno a esta tendencia?

- El manicomio no es necesariamente un lugar, un “adentro”. Puede recrearse en los “afueras”, por una concepción manicomiana de la salud mental; tener una posición autoritaria; llenar de psicofármacos a la gente; ordenar internaciones compulsivas en el hospital psiquiátrico, querer imponerse a las otras profesiones, no dar como válido el saber de la gente.

Me parece importante discutir ese dentro y fuera, hay mucha manicomialidad fuera del hospital psiquiátrico. Creo que estamos muy retrasados con políticas públicas. La ley de salud mental permitió avances todavía muy incipientes, creo que la mirada manicomial sigue siendo la dominante en el territorio, la salud mental se disocia de la salud y ésta más aún de los derechos. Entonces si no tenemos esa politización de la salud mental, somos parte del problema, reducimos el problema a diagnósticos, psicofármacos, sin contexto, sin historia, sin derecho, sin cultura, sin territorio, sin diálogo, ¿no?

-¿Cómo ves la salud mental en el país?

- Si bien creo que hay mucha gente en el estado que quiere hacer bien las cosas, hay una crisis institucional, los desfinanciamientos, los prebendarismos, los autoritarismos, los conservadurismos, las precarizaciones, los abandonos siguen siendo la tónica dominante en muchos campos de derechos constitucionales que no se concretan.

No hay salud mental sin salud, no hay salud sin derecho, y tenemos una crisis de derechos gigantesca en Paraguay. Nos entretenemos con los efectos, no con las causas, entonces vemos una reacción de una persona que mata a sus abuelos; el uso complicado de cocaína fumable de crack llamada chespi y su presencia en las calles; las conductas suicidas, etc. Si no tratamos las causas los efectos van a seguir.

Cuesta mucho avanzar en preguntas honestas, sobre todo en un país tan desigual y tan aterrorizador porque cuando uno comienza a preguntarse estas cosas necesariamente necesita valor. No podemos construir ese argumentar sin un cierto coraje para conversar las cosas que estamos evitando como sociedad.

Jorge Zárate 

 Sobre el autor

Agustín Barúa Caffarena (1971), es médico por la Universidad Nacional de Asunción (UNA). Psiquiatra de Atención Primaria de Salud por el Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana y tiene una maestría en Antropología social por la Universidad Católica de Asunción.

Terapeuta. Psicodramatista por GRUPA (Grupo Psicodrama Asunción). Certificado en Prácticas colaborativas y dialógicas por el Houston Galveston Institute y The Taos Institute.

Investigador en Salud mental comunitaria por la Universidad Nacional de Pilar.

Autor de los libros “clinitaria: andando, de a chiquito, con la gente. Acompañamientos clínicos en salud mental desde sensibilidades comunitarias” (2011),,“Ejedesencuadrá: Del encierro hacia el vy'a. Transgresiones para una salud mental sin manicomios” (2020) y "¿Nos sentamos acá? Clínica Placera " (2025)

Links

https://ea.net.py/el-baldio/una-psiquiatria-at-la-experiencia-de-la-clinica-placera/

9 de julio de 2025

Asunción, ciudad central en la organización católica continental

 

El 1 de julio de 1547, el Papa Paulo III, por medio de la Bula “Super Specula Militantis Ecclesiae” crea la Diócesis del Río de la Plata con sede en Asunción. Más adelante será conocida como la “Diócesis del Paraguay”, elemento neurálgico para el despliegue de sacerdotes y la evangelización de estas tierras. Aquí un repaso a esa fundacional historia. 

Dibujo de Asunción en 1615 de Felipe Guamán
en la obra "La Nueva Crónica y Buen Gobierno"
Pasaron 478 años desde la creación, con sede en Asunción, de la Diócesis del Río de la Plata. “Así se establece la consolidación completa de la posesión española y se otorga protagonismo a Asunción como centro no sólo de las estructuras de conquista y poblamiento sino también de la misión evangelizadora y organizativa de la Iglesia Católica”, cuenta el presbítero Hugo Fernández, director del Museo Eclesiástico “Monseñor Juan Sinforiano Bogarín”.

Lo hace invitando a visitar el local del Museo, al costado de la Catedral, donde “se puede ver el vestigio histórico, artístico y social de la acción de la iglesia  durante estos casi 500 años de labor y de fe en estas tierras”.

Entiende por ello, importante historiar cómo se llega a ser Diócesis. Fernández recuerda que en 1541 Asunción deja de lado su condición militar de Casa Fuerte para convertirse en Ciudad, el despoblamiento de Buenos Aires y otras fortalezas sobre el río Paraná la convirtieron en un punto privilegiado para el abastecimiento, reparo y punto de camino para la pretensión de llegar a la plata y el oro del Potosí.

“Los españoles acostumbrados a un régimen de gobierno en donde la Iglesia, por real Patronato de la corona conformaba parte de las estructuras de gobierno no tenían un obispo. Está ausencia, sumada a la necesidad de conducción moral y espiritual tanto de los españoles como de los naturales motivó a que desde 1543 sean muy frecuentes las cartas pidiendo al Rey un obispo y la demarcación de las jurisdicciones propias”.

Un pedido insistente

El desenfreno de los españoles es reconocido en los pedidos que van haciendo por carta a la Corte para que se les envíe un rector religioso según aporta Fernández que es licenciado en Teología. “La terrible situación moral de los españoles y su relación con las indígenas en especial se acrecentaba a causa de la falta de la presencia regia de la iglesia, y aunque para 1545 Asunción contaba con más o menos 10 sacerdotes la situación no pintaba para bueno, ejemplo de esto es el testimonio de Fray Juan de Salazar (no confundir con Espinoza) quien en carta al Emperador Carlos V afirmaba que Asunción era un “pueblo de más de quinientos hombres y más de quinientas mil turbaciones”.

Presbítero Hugo Fernández
Pedro Dorantes, soldado factor pedía al Rey ya en 1543 “un prelado que sea letrado y de buena vida, con la cual nos de ejemplo a vivir y sea protector de los indios”. El contador de la ciudad Felipe Cáceres requería “una persona eclesiástica, juez protector en lo espiritual para que nos haga ser buenos cristianos”. El mismo gobernador Domingo Martínez de Irala solicita al Rey en carta de 5 de marzo de 1545 por “un pastor para la Iglesia (…) que sea tal que su vida, castigo y ejemplo tengamos todos temor y vergüenza…”

En marzo de 1547 el Emperador Carlos V envía como comisionado a Don Diego de Mendoza para que tramitara del Papa la creación de una diócesis puesto que esta región es tan extensa que no puede ser atendida por el Obispado de Cusco y “para que los Indios naturales de ella que están sin luz ni fe ni conocimiento de ella sean alumbrados y se conviertan”, decía el pedido al Santo Padre.

El 1 de julio de 1547 el Papa Paulo III creaba la diócesis del Río de la Plata y elegía al franciscano Fray Juan de Barrios como su primer obispo.

Parroquia de La Encarnación, primera iglesia del Paraguay y el Río de la Plata erigida en 1539.
Posible forma y locación dibujada por Hugo Fernández.

Los años fundantes

El primer obispo no pudo llegar porque el navío que lo tenía que traer nunca pudo zarpar y pasado ya el tiempo, de Barrios fue designado por el Papa primero a la diócesis de Nueva Granada para finalmente ser destinado a la de Santa Fe de Bogotá.

En 1554 el Papa nombra a Fray Pedro Fernández de la Torre como obispo del Río de la Plata: “Llegó a Asunción en 1556 y fue recibido con mucha algarabía. Mandó construir otra iglesia que sirva de catedral porque hasta el momento la única iglesia mayor de Asunción y que funcionaba como tal era la Parroquia de la Encarnación, erigida desde 1539 y hasta el día de hoy considerada la más antigua de toda la región. El Fray acompañó al gobernador Domingo Martínez de Irala en varias de sus incursiones al Chaco, después proclamó gobernador a Francisco de Vergara que surgió de una elección popular con quien más adelante riñó fuertemente en enemistad. Murió en España en 1573”, historia Fernández.

El presbítero apunta además que desde sus inicios la Catedral de Asunción fue sede de diversos acontecimientos históricos, sala de deliberaciones del Cabildo, Sínodos, refugio en tiempos de catástrofes y levantamientos armados etc.

Desde su creación hasta 1609, dependió de la Arquidiócesis de Lima. En 1620 se crea la Diócesis de Buenos Aires que se desprende así de la del Paraguay.

Desde 1609 hasta 1865 Paraguay dependió de la Arquidiócesis de Charcas.

Desde 1865 hasta 1929 pasó a formar parte de la Arquidiócesis de Buenos Aires.

Asunción recibió́ la categoría de Arquidiócesis recién en el año 1929 siendo su primer Arzobispo Monseñor Juan Sinforiano Bogarín.

Catedral de Asunción en tiempos de la Independencia (1811). Dibujo a lápiz de Hugo Fernández.
Anhelo

“A pesar de ser la primera diócesis de toda la región del Río de la Plata, fue una de las últimas sedes elevadas a la categoría Arzobispal y aún hasta hoy no le ha sido otorgado oficialmente el título de Iglesia Primada”, cuenta el presbítero Fernández. 

Entiende que esta posibilidad está abierta y solo depende de gestiones: “desconozco si en algún momento los representantes de la Iglesia en el Paraguay hayan gestionado o al menos promocionado ante el Papa la conveniencia de este privilegio. Si aún no se ha hecho sería bastante interesante que los prelados actuales, sin embargo desconozco es su voluntad, puedan promocionar esta condición de Arquidiócesis Primada del Río de la Plata o al menos la del Paraguay. Sería un privilegio otorgado por el Papa que nos llenaría de mucho orgullo y alegría como pueblo”.

Trayectoria

Destaca, entre varios otros elementos y momentos históricos la importancia de la acción de la Iglesia en la defensa de los indígenas en los siglos XVI a XVIII, la confirmación de las “doctrinas de indios” organizadas por los franciscanos y Jesuitas para la defensa y formación de los indígenas y de cuyas doctrinas provienen la mayoría de los pueblos paraguayos hasta inicios del siglo XX inclusive, la promoción de la lengua guaraní y los saberes ancestrales en sintonía con la ciencia y la religión.

También “un segundo momento es el rol clave de la Iglesia en pos de la defensa de la dignidad humana durante el gobierno militar de 1954-1989. Y aunque siempre toda sociedad es imperfecta, los errores y las falencias cometidas también dentro de la iglesia son motivo de profunda reflexión y una revisión interna para seguir caminado buscando la semejanza a Cristo que nos impulsa y nos acompaña para seguir caminando, luchado y perseverando en la fe mientras construimos una sociedad que nos beneficie a todos por igual”, concluye.

Preocupación por los indígenas

Desde los primeros pasos de la conquista “la labor de los clérigos ha sido trascendental, sobre todo en el ámbito de la defensa de sus derechos, conocemos el caso del Padre Gabriel Lezcano quien en 1545 ante la decisión de Irala de exterminar a una comunidad de Indios Agaces fue a entrevistarse con el Cacique Abacotté consiguiendo la paz”, cuenta el presbítero Hugo Fernández para explicar lo importante del rol eclesiástico para intentar parar los abusos de la conquista.

“El padre Diego Andrada, primer párroco de Asunción fue también conocido por ser “protector de indios” y el caso más emblemático son las cartas de Padre Martin González quien constantemente manifiesta  los abusos de los españoles hacia los indios”, recuerda.

“Si bien en el Paraguay no se observa aquella brutalidad que ensangrentaron masivamente los primeros días de la conquista en México o Perú, la conquista paraguaya se basó en la unión y procreación de españoles e indígenas; el mestizaje. Sin embargo las estructuras económicas y coloniales rápidamente causaron grandes conflictos, sobre todo por el requerimiento de la mano de obra de los indios y las exigencias de los españoles. Habrá sido muy difícil entre los pocos clérigos de aquellos días mediar ente estas situaciones”, reflexiona.

El rol de los religiosos en la Independencia

A inicios del siglo XIX existían en todo el territorio 55 sacerdotes y al menos 5 de ellos actuaron de modo especial a favor de la Independencia.

Tras la revolución del 25 de mayo de 1810 en Buenos Aires surgieron varios partidarios que propiciaban algo similar en Paraguay, y entre ellos “fue constante la participación de los clérigos. En setiembre de 1810 se descubrió́ un grupo cuyo plan era apresar al gobernador, al obispo y a los capitulares. Fueron detenidos y confinados al Fuerte Borbón el padre Franciscano Baca y varios otros civiles”, nos recuerda el presbítero Hugo Fernández.

También en Concepción se reunía “una peña revolucionaria encabezada por los curas José́ Fermín Sarmiento y Nicolás Ibarbals. Los implicados motivaban la causa revolucionaria y criticaban abiertamente inclusive desde el púlpito al gobierno de Velasco”.

Siguiendo con este derrotero, “durante la expedición de Belgrano en 1811 la actuación del capellán José́ Agustín Molas, joven de 23 años, fue relevante en motivar la persecución a los invasores. Durante la Revolución del 14 de mayo el Gobernador trató de apaciguar los ánimos enviando al Obispo Panes a dialogar con los revolucionarios junto con otros clérigos pero no tuvieron éxito al ser considerados españoles. Los clérigos paraguayos se encontraban muy comprometidos con la revolución, entre los más decididos estaba el Franciscano Fernando Caballero, tío del Dr. Francia. Así́ como la mayoría de los Franciscanos eran partidarios de los patriotas. Otros como el P. Leal, el P. Baca y Orué alentaban a los nacionales. Otro clérigo de gran prestigio era el carapegueño Francisco Xabier Bogarín, profesor en el Real colegio de San Carlos y posteriormente Vocal de la Junta Superior Gubernativa”, recuerda.

Sobre el Presbítero

El presbítero Hugo Fernández V, es Licenciado en Teología por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Párroco de la iglesia Nuestra Señora de la Encarnación.

Es también Museólogo, director del Museo Eclesiástico Monseñor Juan Sinforiano Bogarín y secretario ejecutivo de los Bienes Culturales de la Iglesia por la Conferencia Episcopal Paraguaya (CEP)

Jorge Zárate

Links

http://www.sanpablo.com.py/noticia.php?id=188

http://www.sanpablo.com.py/noticia.php?id=161

7 de julio de 2025

Emoción y color en la atmósfera onírica de la pintora Carla Ascarza

 

La artista llama “Realismo lírico” a su búsqueda, la transmisión con imágenes de sentimientos profundos, valores incluso. “Quiero transmitir: la esperanza, la vitalidad, el misterio, la gratitud”, cuenta de sus bellas artes.

 

“Defino muchas de mis obras dentro del “realismo lírico” porque habitan una frontera entre lo real y lo simbólico”, cuenta Carla Ascarza. “Me interesa representar escenas, personas y objetos que existen, pero llevarlos a otro plano a través de la atmósfera, la paleta y la composición”, define.

Plástica de importante trayectoria, sus cuadros de la serie “Mensajeros” abordan lo mítico y lo tangible de los mainumby, colibríes, que llevan y traen luces, colores, reflexiones.

“En esa transformación se produce el lirismo: lo que está cargado de emoción, de memoria, de misterio. La pintura me permite decir lo que no cabe en la literalidad. Puedo usar una figura humana o un objeto cotidiano, pero los rodeo de elementos poéticos para que emerjan como visión, como huella sensorial”, apunta.

Entiende al color como un comunicador eficaz. “Es una herramienta de intuición y también de resistencia: en un contexto como el nuestro, donde tantas veces se impone la opacidad, defender el color es también defender la vida”.

Aquí su diálogo con Nación Media:

Cito… Pinto colibríes no como simples aves, sino como símbolos de lo leve, lo fugaz y lo esencial… ¿Cuál fue el disparador de la colección “Mensajeros”?

-El disparador fue una vivencia íntima y una necesidad interior de nombrar lo intangible. Los colibríes llegaron a mí como metáfora de aquello que no permanece, pero deja huella. En “Mensajeros”, no los represento solo como aves, sino como símbolos de lo etéreo, de lo que se posa apenas en la conciencia. Ellos son portadores de mensajes del alma: la fugacidad del instante, la ligereza de lo esencial, la belleza que no se impone, pero transforma. La serie nace del deseo de capturar esa sutileza y convertirla en color, en forma, en presencia.

Carla Ascarza

- En tus series anteriores se ve una búsqueda por retratar la escena cotidiana, los rostros cercanos, ¿Cómo vas volcando a los lienzos tus inquietudes? ¿Seguís un plan, pintás lo que te es urgente?

-Trabajo a partir de una urgencia interior. Hay veces en que una imagen se instala en mi cabeza y no me suelta hasta que le doy cuerpo en el lienzo. A veces es un rostro anónimo que encuentro en una fotografía o una escena callejera que me golpea. No siempre tengo un plan estructurado, pero sí una búsqueda constante: la de narrar aquello que suele pasar desapercibido. Lo invisible, lo que no está en los titulares. Pinto para dar visibilidad a lo común, pero con una carga simbólica profunda. En ese sentido, la serie “Contramundos” fue muy significativa: cada obra fue una pequeña crónica visual del Paraguay contemporáneo.

-Contanos un poco más de tu relación con el color, ¿Cómo decidís ese universo personal?

-El color para mí es emoción. Es lenguaje puro. Muchas veces dibujo con el color. Nunca lo uso de manera literal. Mi paleta se construye a partir de lo que siento, de lo que quiero provocar. La realidad ya tiene sus propios tonos, pero el arte me permite alterarlos, amplificarlos, volverlos signos. A veces un verde ácido, un fucsia estridente o un naranja encendido no tienen lógica si uno los mira desde lo mimético, pero sí si los entiende como pulsaciones anímicas. Pinto desde el color porque él habla más rápido que las palabras.

- También abordaste lo abstracto, ¿Cómo fue ese recorrido?

Lo abstracto fue, en mi caso, un espacio de liberación. Al principio, mi obra estaba más centrada en el retrato y la escena figurativa, pero la abstracción me permitió explorar otros caminos: el gesto, la mancha, el ritmo. Fue como quitarme las palabras de encima y quedarme solo con la voz. Me interesa lo abstracto cuando nace de una pulsión verdadera, cuando no es solo una estética, sino una necesidad de expansión. Algunas obras de transición en mis series combinan ambos lenguajes: hay figura, pero también hay fuga hacia lo simbólico, hacia lo que no puede decirse con formas reconocibles.

-Fuiste premiada y tu obra se exhibió en el exterior. ¿Cómo sigue ese camino?

La Dulcera
-El reconocimiento que recibí en Moscú con “La dulcera”, obra de la serie “Contramundos”, fue muy importante para mí. No solo por el premio en sí, sino porque visibilizó una escena local que muchas veces queda relegada. Esa obra nació de una historia real, de una mujer que vendía dulces de mamón en Garibaldi. Yo la fotografié, hablé con ella, le comenté sobre mi trabajo, compré sus dulces, le solicité permiso para fotografiarla y luego la convertí en símbolo. Fue mi forma de hablar sobre la desigualdad, sobre la cultura del consumo, sobre lo invisible. A partir de esa experiencia se abrieron otras puertas, pero más allá de lo institucional, lo que me mueve es seguir creando con honestidad. Hoy, me interesa explorar más a fondo las narrativas indígenas, la memoria colectiva, los ritos del presente. El camino sigue desde ahí.

- ¿Cómo ves la plástica nacional, qué cosas destacás de este presente?

La plástica nacional es profundamente valiente. Está llena de artistas que, a pesar de contextos hostiles, producen con una potencia conmovedora. Pero no puedo dejar de señalar la precariedad estructural en la que trabajamos muchos de nosotros. Los materiales son carísimos: un solo tubo de óleo, un pincel profesional, un lienzo, representan una inversión enorme. Muchos colegas pintan en condiciones mínimas, con recursos limitados, y aun así construyen discursos estéticos de gran profundidad. Falta apoyo sostenido, políticas públicas reales, espacios de visibilidad. Aun así, el arte persiste. Se renueva, se reinventa. Destaco sobre todo el trabajo de mujeres artistas, de jóvenes que se animan a experimentar, de quienes cruzan el arte con la militancia, con lo social, con lo comunitario. Es un momento duro, pero fértil. Y estoy convencida de que el arte seguirá abriendo caminos, aunque tenga que hacerlo con las uñas. La plástica paraguaya está viva. Y lo está no por el mercado, sino por la urgencia expresiva de sus creadores.

- ¿Cuál es tu materia pendiente en la plástica?

Siento que una de las búsquedas más importantes que tengo como artista —y también como ser humano— es profundizar en el compromiso del arte con las causas humanitarias. Vivimos en un mundo profundamente desigual, herido, con pueblos que luchan por su derecho a existir, a hablar, a vivir. Mi materia pendiente no es una técnica, ni siquiera una exposición; es usar cada vez con más claridad mi voz visual a favor de la vida. Me interesa cada vez más vincular mi obra a causas sociales, a los pueblos indígenas, a la defensa del planeta, a la memoria colectiva. Para mí, el arte no debe ser indiferente. Tiene que incomodar, abrazar, iluminar, conmover. Y ahí está mi tarea pendiente: seguir encontrando lenguajes que acompañen y denuncien. Que no se queden en lo estético, sino que toquen lo ético.

Narrar desde otro lugar

Carla Ascarza estará exponiendo en la muestra colectiva “Sinergia, Arte femenino en diálogo con la memoria urbana” que abre el próximo 15 de agosto a las 19 en el Espacio Cultural Staudt, sito en Iturbe 333 casi Mariscal Estigarribia. Expondrá allí en conjunto con Norma Annicchiarico; Gloria Valle y Osvaldina Servián.

Vale recordar que Carla, además de artista plástica, es periodista, comunicadora. Entonces le preguntamos:

-¿Qué facetas de la expresión potencia la pintura, qué cosas permite expresar más allá de las palabras?

-La pintura es, para mí, el lenguaje donde lo no dicho se vuelve posible. Como comunicadora, valoro el poder de la palabra, pero sé que tiene límites. Hay experiencias que no se traducen fácilmente: el dolor ancestral, la belleza inexplicable, la rabia callada. La pintura me permite explorar dimensiones expresivas que la palabra, por momentos, no alcanza. Pero, como comunicadora, siempre he sentido un fuerte compromiso con la narrativa: contar historias, dar sentido, transmitir lo profundo de lo humano. En mi obra, esa narrativa se vuelve visual, simbólica, sensorial.

- Se sigue contando, descubriendo…

…Pinto no solo para emocionar, sino también para contar. Cada personaje, cada escena, cada fragmento de color tiene una historia detrás. La pintura potencia esa posibilidad de narrar desde otro lugar, de dar cuerpo a relatos que a veces no encuentran espacio en los medios tradicionales. Y me permite también generar otra temporalidad: la del silencio, la contemplación, el tiempo detenido que exige una imagen. La narrativa visual que construyo desde el arte es una extensión de mi voz como comunicadora, pero una voz que a veces se vuelve más poderosa, más ambigua lo que es fundamental para interpelar al otro. La pintura abre un campo de significación que no pretende cerrarse. Y en eso, me siento profundamente libre.

Jorge Zárate

Breve Bio

Carla Ascarza es Licenciada en Artes Visuales por el Instituto Superior de Artes Verónica Koop con la puntuación Summa Cum Laude. Cuenta con un masterado en Antropología Social por la Universidad Católica de Asunción y especializaciones en Antropologia de la Salud y Derechos Humanos. Dentro de su formación artística estudió en programas y talleres en la Escuela de Bellas Artes, talleres libres de Olga Blinder, Edith Jiménez, Lisandro Cardozo, Vicente Duré, Luís A. Boh y Jo Oliveira. Fue becada por el maestro Livio Abramo como asistente en sus talleres de Línea y Color.

Cuenta con numerosas exposiciones colectivas nacionales e internacionales. Entre las más recientes se mencionan: 2025: Muestra Kuña Mbarete Rembiapo, Sala Jacinto Rivero, Centro Paraguayo Japonés 2024: Muestra Ñepyrumby, Apart Hotel Maison Suisse 2024: Muestra Apertura de ciclo. Casa Hassler, San Bernardino 2024: Muestra Incondición Interior, Centro Cultural Manzana de la Rivera

Obtuvo el Primer Premio de Pintura en el XII Festival Mundial de Bellas Artes VERA, Moscú, Rusia. Año 2017. Representó a Paraguay en la muestra internacional “Passion Art Barcelona”.  También sus cuadros representaron al país en muestras en Nueva York; Canberra, Australia; y Seul, Corea

Links

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