14 de enero de 2015

La piscina del Parque Caballero pasará otro verano sin recuperarse

Una verdadera postal de la desidia asuncena. Foto de Pánfilo Leguizamón

“La última vez que yo recuerdo que se intentó rehabilitarla, hace unos años, se necesitaban 135 millones de guaraníes”, cuenta Vicente Piris, uno de los cuidadores del Parque Caballero de la piscina abandonada más famosa de la ciudad.

El hombre cuenta que “hace cuestión de 17 a 18 años que dejó de funcionar”, posiblemente en una colonia de vacaciones organizada durante la intendencia de Martín Burt “que fue todo un éxito”.

La estructura de seguridad del predio fue el primer problema, porque un alambrado más bien bajo permitía que en horas de la noche los vecinos pudieran pasarlo sin mayor dificultad pese a que los serenos renegaban, recordó Piris. Una noche, esa disputa terminó en tragedia con el ahogamiento de un niño que no sabía nadar y se arrojó a la parte honda de la pileta.
Fue el principio del fin según recuerda.
Sentados a la vera de la piscina vacía, Piris bucea en la memoria, va ubicando a la gente bajo la sombra de ese parque natural magnífico que tiene en su arboleda el valor mayor a rescatar.
“Pero eso no es todo, antes, antes, funcionaba la otra pileta, la de más allá, que se carga con agua del Ykua natural que fluye aquí debajo”, dice. Esas aguas siguen cruzando el antiguo reservorio que también podría recuperarse, actualizarse, si hubiese alguna intención de brindar un espacio de recreación a la gente que no tiene acceso a los clubes privados y sus cuotas de dificil acceso.
Volviendo a la “piscina olímpica” como la llama cuenta que las máquinas están allí, toda su infraestructura esperando una revisación: “Ahí está su maquinaria, no se si funcionan o no, habría que revisar...”.

Posibilidad
En abril del 2013, el presidente de la Federación Paraguaya de Triatlón, Edgar León, ofreció a la municipalidad de Asunción ejercer el padrinazgo para la reparación y el posterior usufructo de la Pileta de Natación del Parque Caballero. La propuesta era también convertirla en la primera piscina en el país de Matronatación a través de instructores que ayuden a las madres a que tengan un embarazo sin problemas para tener un parto normal. En 90 días se pondría en uso la pileta con un presupuesto de 150 a 200 millones de guaraníes, que incluiría su recorte a 50 metros. También se planea techarla para desarrollar actividad de todo tiempo con escuelitas de natación, matronatación, hidrogimnasia para la tercera edad, etc.
Jorge Zárate
Fotos de Pánfilo Leguizamón
Publicado en La Nación

Recuerdos
Construida en la década del 50 la pileta del Parque Caballero tuvo entre sus méritos haberse constituido en una de las mejores escuelas de natación y también el sitio donde se realizaron las competencias más importantes del país. Muchos recuerdan que visitaban la pileta en familia y que el ambiente era encantador y tranquilo, rodeado de verde. Sus medidas son de 18 x 50 metros, con ocho andariveles para competencia. Tiene tres trampolines que tenía existen aún. En la década del 80 la falta de mantenimiento comenzó a hacer mella en su uso, a lo que se sumaron algunos sucesos trágicos, ahogamientos, ocurridos por la imposibilidad de controlar las incursiones nocturnas de adolescentes vecinos.


Sería lindo rehabilitarla”
“Estaría lindo., dice Pedro Guzmán Aveiro, que llegó a disfrutar de la pileta en su adolescencia. “El lugar está lindo, era hermoso, me gustaría que se habilite, para que los chicos puedan disfrutar porque solo tengo buenos recuerdos de aquella época en que veníamos con la familia”, cuenta. “No me acuerdo bien cuando fue que dejó de funcionar pero si que fue hace mucho, yo tenía 14 o 15 años y ahora ya tengo hijos grandes”, dice este hombre de 43 años. “Era un buen recurso para mucha gente que no tiene acceso a los balnearios, más ahora que no se puede usar el río y que no hay muchos lugares para ir a refrescarse en estos nuestros veranos que hacen que quedarse en la casa sea para morirse de calor”, dice entre risas.

Se dejó todo tirado”
La pileta vieja no alcancé a verla, pero aquel era lindo lugar y se dejó todo tirado”, dice Gustavo González. “Había muchos delincuentes, pasaban muchas cosas, La municipalidad la dejó de lado. Daria mi voto, “en las últimas épocas había problemas con la gente que cortaba el alambrado y se metía de noche, hubo enfrentamientos con la policía se ponía dificil la cuestión”, recordó. “El tema de la seguridad es principal aquí, antes había mucha gente que venía a caminar y a usar el Parque Caballero y ahora de 100 que antes teníamos por aquí, apenas 2 están viniendo”, comparó. “Complicado es por aquí porque se debería atender la seguridad antes de cualquier cosa”, comentó.

5 de enero de 2015

Colas en la frontera Falcón-Clorinda: La pesadilla de viajar a Argentina


Cola de 500 metros para cruzar la frontera entre Paraguay y Argentina... el viejisimo y obsoleto puente... y la mentalidad argentina de agredir a los vecinos...igual de vieja, igual de absurda
Mal trato, desidia, desconsideración, todo junto, en un punto de frontera. Acciones que dan una sensación de hastío que hacen risibles todas las declaraciones de presidentes cada vez que se reune Mercosur o Unasur. Más de 6 horas de espera si se va en ómnibus, un poco menos en automóvil, para cruzar la frontera de países que supuestamente viven un proceso de integración.
Así se vive en la frontera entre Puerto Falcón y Clorinda el paso por el puente San Ignacio de Loyola, este viejo puente militar Acrow de 70 metros de largo y 8 de ancho que tiene más de 50 años de instalado y que en abril pasado sufriera una fisura que lo puso al borde del colapso.
“Vergonzoso... es posible que el cruce a dos países tan importantes sea tan precariamente arcaico de solo dos vías!. Solo ese puentecito? Che!!! Por lo demás siempre buen trato de parte de mis compatriotas paraguayos y argentinos. Me gustaría mi gobierno, el de Argentina se ocupe más de los.pasos que ocupamos los pobres que andamos en auto o en cole y no en avión”, señaló Luciana Stanicio, una viajera que pasó más de una hora y media haciendo cola bajo el sol del mediodía de este enero naciente.
Las explicaciones de los oficiales de la Gendarmería, la Aduana y Migraciones de Argentina se caen de absurdas, de inconsistentes y están claramente basadas en antiguos prejuicios que los funcionarios no pueden ocultar.
Para entenderlo basta señalar que en la cola también quedaron atrapados aunque sólo por poco tiempo, personas que se dirigían a Clorinda con la intención de hacer compras. Un mínimo de sentido común haría diferenciar las personas que viajan con destinos más lejanos que las que sólo estarán por la tarde y regresarán. Ni siquiera eso.
Ambos países tienen responsabilidad porque no existe un centro de controles unificado, como resultado del proceso de “Integración”, que esté a la altura de las circunstancias. Todo se tiene que hacer doble en una pérdida de tiempo inadmisible en la era de la informática.
Este paso, es la cruda imagen de cuestiones de fondo de ambos países: del viejo prejuicio argentino y la del poco respeto del gobierno por sus ciudadanos en Paraguay.

Puentes prometidos
Luego de que fuera cerrado al tránsito por fisuras en la estructura del Puente San Ignacio de Loyola a mediados de abril del año pasado, Argentina y nuestro país se apuraron en firmar los estudios de factibilidad para la instalación de un puente entre Asunción y Clorinda y otro entre Ñeembucú y Puerto Bermejo. A fines de este enero deberían conocerse el resultado de los mismos. El nodo 1, entre Clorinda y área metropolitana de Asunción está a cargo del consorcio argentino-paraguayo Serman Consulpar, con un costo de USD 521.337. El nodo 2, Ñeembucú-Río Bermejo, fue designado a CSI Ingenieros, de Uruguay, por un monto de USD 498.951. Este segundo proyecto incluye una conexión ferroviaria y los estudios fueron financiados por el Fondo Financiero para el Desarrollo de la Cuenca del Plata (FONPLATA).
Jorge Zárate

4 de enero de 2015

Después de la crecida, Nanawa conviviendo con el agua y el abandono

Clickear sobre la imagen para ver tomas desde el drone de La Nación, operado por Carlos Juri.

Una romería, un gran problema organizado, la gente cargando lo de siempre, comestibles, jabón, aceite, cerveza, el tráfico hormiga que no para a pesar del agua que no acaba de retirarse. Así es Nanawa o Puerto Elsa, como también se la llama todavía.
Ahora estan trabajando muy cerca del puente sobre el río Negro, ese curso que corre paralelo al Pilcomayo, el río que hace la frontera con Argentina, con la hoy muy visitada ciudad de Clorinda.
Una flotilla de combis van cargando lo que trae otra flotilla de canoas y deslizadoras a pesar de que los funcionarios de Aduanas merodean por el río. “Vienen un rato dan una vuelta y después se van, por suerte ahora no están molestando tanto, saben que la gente tiene que trabajar porque venimos de dos meses de inundación y algo tenemos que hacer”, cuenta Cristian Díaz tomando tereré, esperando para hacer el viaje hacia la capital.
Más de la mitad de la población todavía tiene las casas bajo agua. Más de la mitad de la población está en Clorinda, adonde fueron a refugiarse porque allí la asistencia a los damnificados “es mucho mejor, no se puede comparar”, dice Virginio Enciso. En la normalidad son 8 mil habitantes en un distrito de 524 hectáreas, ahora nadie sabe decir a ciencia cierta cuántos están en la ciudad.
“No estamos en un buen momento es fin de mes y no hay circulante, además el cambio no les favorece a los argentinos así que si bien cruzan bastante, no se vende tanto como antes”, dice Alexis Pineda en su puesto.
Todos coinciden en que no hubo una asistencia adecuada, que el estado está ausente a la hora de ayudar a los inundados a volver a sus hogares, que la gente viene haciendo lo que puede y como puede para poder adecuar de nuevo las viviendas. El efecto de las aguas es devastador, la humedad, el olor, algunas paredes que se caen, e inclusive techos que van a faltar porque a falta de chapas la gente los quitó para armarse una vivienda precaria en los altos de la ruta que conduce a Puerto Falcón.
La gente anda en carros tirados por caballos, en motocarros y en canoas que hacen las veces de transporte público en el pueblo. “Es más caro que en la ciudad, para ir aquí nomás tenés que pagar 2 mil y así se va sumando”, dice Alberto Palacios.
En el centro comercial, dos cuadras de negocios y muchos puestos callejeros que se expanden hasta la pasarela, en realidad dos puentes peatonales que la unen con Clorinda, la gente va y viene bajo la mirada dispersa de los gendarmes argentinos.
“Qué es lo que vienen a hacer aquí, nosotros somos gente trabajadora, los manguruyuses son los contrabandistas” se queja una señora por demás enojada.
Mario Cabañas limpia los vidrios de su pollería y carnicería. Está a punto de volver a abrir. “Soy nacido y criado aquí, no me iría por nada del mundo, aquí se vive tranquilo”, cuenta.

Camalotal
Una draga para limpiar los camalotes, es el pedido más urgente del intendente Catalino Añazco que cuenta las mil pericipecias que vienen pasando durante estos dos meses largos de inundación. Acompañado del capitán José Bogado de la Marina, recuerdan cómo tuvieron que multiplicarse para intentar ayudar a la gente con apenas dos camionetas, un tractor y dos deslizadoras. “Bueno, ahora tenemos 4 deslizadoras”, se alegra el marino. El jefe comunal todavía agradece la visita del vicepresidente Juan Afara durante los días aciagos. Lo que nunca termina de llegar es la asistencia más completa de parte del estado y tampoco los planes para evitar que se repita la inundación. “Es muy dificil aquí hacer muros de defensa y esas cosas, pero igual veremos que se puede hacer”, dice el jefe comunal. Nanawa cubierta de camalotes se resiste al olvido.  
Jorge Zárate