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Una verdadera postal de la desidia asuncena. Foto de Pánfilo Leguizamón |
“La última vez que yo
recuerdo que se intentó rehabilitarla, hace unos años, se
necesitaban 135 millones de guaraníes”, cuenta Vicente Piris, uno
de los cuidadores del Parque Caballero de la piscina abandonada más
famosa de la ciudad.



El hombre cuenta que “hace cuestión de 17 a 18 años que dejó
de funcionar”, posiblemente en una colonia de vacaciones organizada durante la
intendencia de Martín Burt “que fue todo un éxito”.
Fue el principio del fin
según recuerda.
Sentados a la vera de la
piscina vacía, Piris bucea en la memoria, va ubicando a la gente
bajo la sombra de ese parque natural magnífico que tiene en su
arboleda el valor mayor a rescatar.
“Pero eso no es todo,
antes, antes, funcionaba la otra pileta, la de más allá, que se
carga con agua del Ykua natural que fluye aquí debajo”, dice. Esas
aguas siguen cruzando el antiguo reservorio que también podría
recuperarse, actualizarse, si hubiese alguna intención de brindar un
espacio de recreación a la gente que no tiene acceso a los clubes
privados y sus cuotas de dificil acceso.

Posibilidad
En abril del 2013, el
presidente de la Federación Paraguaya de Triatlón, Edgar León,
ofreció a la municipalidad de Asunción ejercer el padrinazgo para
la reparación y el posterior usufructo de la Pileta de Natación del
Parque Caballero. La propuesta era también convertirla en la primera
piscina en el país de Matronatación a través de instructores que
ayuden a las madres a que tengan un embarazo sin problemas para tener
un parto normal. En 90 días se pondría en uso la pileta con un
presupuesto de 150 a 200 millones de guaraníes, que incluiría su
recorte a 50 metros. También se planea techarla para desarrollar
actividad de todo tiempo con escuelitas de natación, matronatación,
hidrogimnasia para la tercera edad, etc.
Jorge Zárate
Fotos de Pánfilo Leguizamón
Publicado en La Nación
Recuerdos

“Sería lindo
rehabilitarla”
“Estaría lindo., dice
Pedro Guzmán Aveiro, que llegó a disfrutar de la pileta en su
adolescencia. “El lugar está lindo, era hermoso, me gustaría que
se habilite, para que los chicos puedan disfrutar porque solo tengo
buenos recuerdos de aquella época en que veníamos con la familia”,
cuenta. “No me acuerdo bien cuando fue que dejó de funcionar pero
si que fue hace mucho, yo tenía 14 o 15 años y ahora ya tengo hijos
grandes”, dice este hombre de 43 años. “Era un buen recurso para
mucha gente que no tiene acceso a los balnearios, más ahora que no
se puede usar el río y que no hay muchos lugares para ir a
refrescarse en estos nuestros veranos que hacen que quedarse en la
casa sea para morirse de calor”, dice entre risas.
“Se dejó todo
tirado”
