1 de octubre de 2014

Los giros en la vida de Don Trompo

El fabricante hizo uno por hobby y debido al éxito quiere llegar al millón de piezas. Foto Ariel Galeano/La Nación

Las palmas suenan fuertes, insistentes en el frente de la casa. Las puertas que demoran en abrirse, el ejercicio de la llamada que se repite hasta que asoma un rostro intrigado.
  • ¿Señora, está Don Trompo...?, preguntan los niños.
Desde ese momento Francisco González se hace llamar así. “Me gustó, me pareció que resumía todo”, cuenta.
Poco más de un mes antes había fabricado el primero de sus trompos para su hijo Ulises que tenía 8 años y fue un boom en el barrio. Comenzó a recibir pedidos, a producirlos en las cantidades que le daban las herramientas que entonces tenía: Un taladro fijado a un banco de trabajo y una escofina.
Las primera nota fue en el diario Crónica y a partir de allí a recorrer “eventos multitudinarios como la Expo Luque, la de Mariano Roque Alonso, fiestas patronales, presentaciones en Colegios, en el parque Carlos Antonio López hicimos una torneada en vivo desde la madera en bruto hasta la pieza terminada”, recuerda González.
Hace 9 años de todo esto y ya lleva hechos más de 13 mil trompos desde que “un sábado salí personalmente con mi exhibidor a hacer una venta callejera en un súper de la transchaco y recuerdo que lleve más de 100 trompos y que al final de la jornada volví con 2. Ese fue el trampolín para que me anime a continuar”.
Todo comenzó como un hobby, como devolverle a su hijo las emociones de la niñez propia, ese elemento que se repite cuando todos los que pasan los 35 años ven sus exhibidores. “Quien más quien menos jugó al trompo, es un objeto que nos conecta con la niñez...”, dice Don Trompo que hoy muestra sus trabajos en la calle Palma, en la Costanera y ocasionalmente en el Jardín Botánico.
“Hay gente que los tiene para coleccionar. Así que ahora estamos en el tema de la evolución, piezas nuevas que son trompos con formatos diferentes y formas de lanzar diferentes con una maquinita especial”, contó.
Los precios parten desde los 20 mil y van subiendo hasta llegar hasta 100 mil guaraníes, con detalles que suman, como la punta de acero inoxidable, el soporte para exhibir, el tipo de pintura, el tamaño, la complejidad, comentó.
“Queremos llegar a hacer un millón de piezas, aunque no sea yo, que llegue mi hijo o mi descendencia, esa es la meta, muy ambiciosa pero nada es imposible porque apenas nos tecnifiquemos, aceleraremos y creceremos...”, confía este emprendedor.
Jorge Zárate

Triplicar la producción
Francisco González, Don Trompo, cuenta que pretende triplicar la producción “con máquinas más veloces, lo que sucede es que los créditos que tenemos al alcance, que son pocos, están siempre al borde de lo usurario, es una limitación no solo mía como emprendedor sino para toda la gente que está dando los primeros pasos en un emprendimiento. Es así como tenemos que decir no a ciertos pedidos porque no tenemos respaldo económico. Es el caso de muchas personas”, indicó. “Este es un negocio familiar en el que me ayuda mi mujer que hace los hilos y ordena las mercaderías, también vende frente a la Secretaría de Turismo (Senatur), mi hijo que está fabricando a punto de cumplir 18 años y conoce desde la madera en bruto hasta la pieza terminada y mi hija, Rosana que tiene 22 años y está también en parte de la pintura”, contó.


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