25 de mayo de 2008

El encuentro de Guayaquil: La grandeza que nos debemos



Por Jorge Zárate

“Todavía estamos pensando más en Argentina que en América, Ecuador está pensando más en Ecuador que en América. Lo que no podemos, aún, es saltear las fronteras. El gran intento actual es el Mercosur, porque es la única manera de luchar contra tamaño imperio, contra la globalización que viene de Europa y los Estados Unidos. Pero todavía, las fronteras, como en aquella época, están un poco cerradas”.

Lito Cruz, actor y director a propósito de El Encuentro de Guayaquil. Clarín de Buenos Aires, 15 de octubre de 2005.

Afuera se festeja desde hace quince días la victoria de los patriotas, la banda no deja de sonar, la gritería y la danza toman las calles. Un exultante Simón Bolívar comparte desde el balcón con su gente de Guayaquil. Se ha rendido el español, se cree.
Es el 26 de julio de 1822, José de San Martín tiene los pies sobre los mapas desplegados en el escritorio, los pensamientos en Buenos Aires que lo critica, en la Lima que conspira para derribarlo.
España todavía atesora 25 mil hombres en el moribundo Virreynato del Perú.
Todavía no hay rendición sabe el atribulado jefe de Maipú.
Allí están Bolívar (Rubén Stella) y San Martín (Lito Cruz) en momentos diferentes de la gloria y así los encuentra el espectador cuando ingresa a la sala, con la oportunidad única de asistir a ese encuentro entre colosos, entre dos generales dueños de proezas militares que se estudian en las academias de guerra, entre dos pasiones, entre simples hombres.
Bolívar, es el dueño del fuego, ha conseguido cerrar el control sobre el norte de Sudamérica y comienza a sentir que las fuerzas reaccionarias responderán acorde al tamaño de la proeza.
San Martín le pide 4 mil hombres para la batalla final en Lima.
“¡Tengo que quedarme en el norte, José!”, le responde.
“¡Dios mueve las piezas, Simón!, retruca el de Yapeyú.
“¡¡¡Inglaterra, José, Inglaterra!!!”, cierra el caraqueño.
La obra de Pacho O´Donell tiene diálogos fantásticos, en los que se actualizan los debates surgidos en la primera hora de la independencia de España que van desde las formas de gobierno hasta las motivaciones profundas.
El que esto escribe cree con el historiador Hugo Chumbita que San Martín vuelve a buscar su madre india, la Rosa Guarú, fuerza originaria del regreso, cuestión que el autor prefiere ignorar.
Sorprende también la ausencia de un comentario sobre el Paraguay de José Gaspar Rodríguez de Francia, la única revolución triunfante en todo el continente. Bolívar fusila a los españoles y traidores, San Martín los destierra, ninguno de los dos entrega al pueblo los medios de producción.
“Se matan entre hermanos”, se queja San Martín de la anarquía de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Bolívar intuye que un escenario similar se le avecina, tiene en San Martín un espejo, al que no está dispuesto a concederle el rostro de la derrota.
Sus espadas brillan en la escena.
Bolívar es sensual, ardiente, San Martín es reflexivo y pícaro.
Brindan cuando creen saber sus destinos.
Uno cuenta su pasión por Manuela Sáenz, el otro sólo sonríe cuando se le pregunta por Rosa Campuzano, por Remedios de Escalada.
Uno toma opio, el otro ron caribeño. Los dos gustan de la música y el baile.
¡Quédate, hombre, daré una fiesta en tu honor, el hombre más importante de la América del Sur!, le pide Bolívar.
San Martín se mira en el espejo de Bolívar y decide dejar el mando.
La grandeza está en nosotros.
Hay que verla siempre.
Será justicia llevarla al cine.

Ficha
El Encuentro de Guayaquil
de Pacho O'Donnell
Con Lito Cruz y Rubén Stella
Escenografía: Daniel Feijóo
Diseño de vestuario: Cristina Pineda
Diseño de luces y sonido: Lito Cruz
Realización de vestuario: Alejandro Bologna, Sara Bologna
Asistencia de dirección: Augusto Britez
Dirección: Lito Cruz
Teatro Guido Miranda, Resistencia, Chaco, Argentina.
Función gratuita del 24 de mayo de 2008.

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