3 de marzo de 2009

De cómo Brasil se quedó con las tierras de Itaipú


A 139 años de Cerro Corá

Por Jorge Zárate

«Muero por mi patria», el Mariscal Francisco Solano López cae con aquellas palabras un 1 de marzo de 1870 en Cerro Corá, la batalla final de la guerra de la Triple Alianza, aquella en que Argentina, Brasil y Uruguay financiados por Inglaterra se aunaron para diezmar al Paraguay.

En su edición del domingo 1 de marzo de 2009, el diario O Globo reveló que Itamaraty, la Cancillería del Brasil, está presionando para impedir la apertura de los archivos de la Guerra de la Triple Alianza: “El gobierno (de Lula da Silva) alega reservadamente que la preocupación es con documentos de Itamaraty como es el caso de los referidos a la demarcación de las fronteras tras la finalización de la guerra de Paraguay (1864-1870)”, informó en su Panorama Político el diario carioca.

Ante esta situación, el abogado Martín Almada, premio Nobel Alternativo, pidió ayer al Parlasur que reclame a las Naciones Unidas para la Educación (Unesco) que declare «memoria del mundo» al archivo del Mariscal Francisco Solano López. Lo hizo en nota dirigida al presidente del Parlasur, el paraguayo Ignacio Mendoza Unzaín. «La memoria del mundo es una iniciativa de la Unesco desde 1992 con el fin de promover la preservación y el acceso del patrimonio histórico documental de mayor relevancia para los pueblos del mundo», reza el texto.

El luchador por los derechos humanos es reconocido internacionalmente por probar la existencia del Operativo Cóndor, un verdadero sistema interamericano para torturar y hacer desaparecer a militantes sociales y de la izquierda política en el continente durante las dictaduras militares de las décadas de los 70/80.

Almada sospecha que esta larga resistencia brasileña a liberar los papeles se funda en que ellos prueban que «la zona donde está la represa hidroeléctrica de Itaipú era del Paraguay».

Considero también que la buena relación del presidente del Paraguay, Fernando Lugo con el presidente Lula puede ayudar en la cuestión. «Espero que le reclame la recuperación de nuestro patrimonio histórico cultural, de nuestra memoria por que no es justo que el Brasil todavía retenga documentos que fueron llevados en 1870. Además no hay nada referente al conflicto en nuestro Archivo Histórico Nacional», indicó.

Agregó que Brasil querría esconder el hecho de que esta fue una guerra imperial comandada por la corona británica. «Solano López era un dictador, pero patriota y progresista, fue nuestro Fidel Castro. Eramos el único país latino que no se sometía a Inglaterra, no tenía banco inglés, había abolido la esclavitud, en fin, un mal ejemplo».

Ante ello insistió en su argumento. «Sospecho que toda la región fronteriza de Paraná, donde hoy está la usina de Itaipú, es del Paraguay y fue tomada en la guerra. Pero sinceramente no son estos 162 mil kilómetros cuadrados los que reclamamos porque no estamos en condiciones de pelear con Brasil. Nos derrotaría en 24 horas. Somos un país pequeño con 6 millones de habitantes, tierra no es lo que nos falta. Apenas reivindicamos nuestra historia y es una vergüenza que escondan eso», dijo.

Almada recordó que Brasil se llevó todos los documentos de los gobiernos de José Gaspar Rodríguez de Francia y de los López y que Argentina se llevó los muebles del Mariscal y el vestuario de Elisa Lynch, su mujer. «Los brasileños fueron más inteligentes», dijo entre risas.

Entre las otras cosas que recordó el también educador, fue que «cuando terminó la guerra, Brasil tomó prestados de Inglaterra más de 10 millones de libras esterlinas que serían destinadas a Paraguay. Sin embargo, el 85% de este préstamo se quedó en Río de Janeiro. Esto debe constar en los archivos», apuntó.

Algunos brasileños de peso como el ex presidente Fernando Henrique Cardoso y el senador federal Cristovam Buarque, del (PDT) ya se pronunciaron a favor de la liberación del acceso a los archivos.

Una anécdota


Antes de dejar el gobierno, el ex presidente Fernando Henrique Cardoso (FHC), había firmado otra resolución por la cual se mantendrán en secreto algunas informaciones sensibles a la seguridad nacional.
Almada, que fue preso por tener libros de Paulo Freire y había escrito el libro «Paraguay» inspirado en las ideas de Freire y del sociólogo Cardoso, tuvo una entrevista con este último cuando era presidente.

«Le pedí personalmente a FHC la apertura de los archivos de la Operación Cóndor, pero los militares no lo dejaron. Por eso digo que quien manda en el Brasil son los militares. Sea FHC, sea Lula, quien decide es el ejército que históricamente se sometió a las botas inglesas o americanas».

Cardoso declaró años después a O Globo que firmó esa medida como consecuencia del «descuido burocrático o por mala fe de alguien» que mezcló el papel entre otros que aguardaban su firma.

Una infamia

La Guerra de la Triple Alianza también conocida como La Guerra del Parguay (1864-1870) fue el mayor conflicto armado del continente americano. Tras cinco años de lucha, dos tercios de los paraguayos adultos murieron y sólo quedaron vivos los heridos, las mujeres y niños. Los extremos señalan que hubo 250 mil muertos en la cifra más baja y 600 mil en la más alta.

Fue un crimen por encargo.

Escribía el propio The Times de Londres el 3 de septiembre de 1864: «La República del Paraguay, bajo la influencia de la paz y la administración del presidente López continúa progresando con una rapidez maravillosa… las industrias de todo tipo están yendo hacia delante…»

El embajador británico para Buenos Aires y Asunción, Edward Thornton, informa a su cancillería el 6 de septiembre de 1864: «Paraguay cierra los ríos a nuestra navegación, no quiere nuestros empréstitos, no se interesa por nuestros tejidos y, lo que es peor aún, la mayoría de los paraguayos ignoran el poderío inglés y están convencidos de que es el país más poderoso del mundo y el más feliz de ellos».

El 1 de mayo de 1865 se firmó el Tratado Secreto de la Triple Alianza entre Argentina y Brasil con los siguientes objetivos: quitarle a Paraguay la soberanía de los ríos, repartir el territorio en litigio o exclusivamente paraguayo entre Argentina y Brasil y no detener la guerra hasta la caída de los López.

Después , en un protocolo secreto, se estableció demoler Humaitá, desarmar al Paraguay y repartir las armas, además de distribuirse trofeos y botines que se obtuvieran en territorio paraguayo.

Armados con el dinero de Inglaterra, Argentina y Brasil hicieron el trabajo sucio de demoler el único proyecto de desarrollo autónomo que crecía en América.

La guerra terminó por inaugurar el camino del oprobio que siguió todo el continente. Vender materia prima, comprar manufactura y el saldo cubrirlo con deuda externa. El resultado: Oligarquías multimillonarias, pueblos miserables.

Después del trágico 1 de marzo de 1870 escribe el The Times: «Brasil en 56 meses ha perdido 56.280.000 millones de libras esterlinas y 168 mil hombres. Argentina en 52 meses ha perdido 9.326.000 libras y 18.720 hombres. Montevideo perdió 248 mil libras y 3.120 hombres. Las heridas conferidas al Brasil serán difícilmente recuperadas en el presente siglo, mientras que las causadas a Buenos Aires y Montevideo podrían ser recuperadas en el presente siglo, pero el golpe al Paraguay ha sido final y destructivo… Los aliados le han dado libertad y el país que alguna vez floreció como el Happy Valley of Rasselas, (NDR: Hace referencia al Valle Feliz al que es destinado, Rasselas, principe de Abisinia, en la contemporánea novela idílica de Samuel Johnson), es ahora un lugar de increíble desolación».

La imagen más nítida de los objetivos de la contienda se sigue encontrando en las ruinas de la fundición de hierro, La Rosada, ubicada en Ybycui, departamento de Paraguari a 125 kilómetros de Asunción.
Allí se fabricaron las herramientas agrícolas y también armas. Allí se fundieron cañones y piezas para los barcos de la flota paraguaya durante la contienda.

Los aliados la destruyeron. Es el único caso en el mundo en que el ejército vencedor no toma la fábrica más importante del vencido.

Una infamia.

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