Que se repare el muro, que
hagan la costanera, que se termine la ruta asfaltada de sólo 80
kilómetros que la une con la capital, que hayan más y mejores
servicios, así viven hoy los alberdeños esperando el pico de la
crecida.
Alberdi. (Carlos Orrego,
Carlos Juri y Jorge Zárate, enviados especiales). Son parte del río,
lo llevan en la piel. Sólo así se explica esa capacidad de
adaptación de los alberdeños a la inundación.
El comercio, del que vive
el 80% de la población se había visto disminuido desde que las
aguas del Río Paraguay subieron a fines del año pasado alcanzando
los 10 metros en el hidrómetro local.
“Así fue que la gente
se fue ingeniando y se armó una red de canoeros y lancheros que van
y recogen las mercaderías en la compañía Acevedo y las traen a
mejor precio, así se puede mantener la actividad”, explica Walter
Prieto en la municipalidad.
Es un viaje que dura entre
media hora y 45 minutos, se lo hace en lancha a motor, cruzando
campos inundados, hasta encontrar la ruta entre Asunción y Alberdi,
esos 80 kilómetros que son un claro ejemplo del olvido hacia la
gente del interior que este país centralista practica a diario.
Cándido “Masca”
Mascareño lleva 15 años conduciendo los colectivos de Lago Ypoa, la
mayoría desvencijados, “se destartalan todo por la ruta, desastre
es”, cuenta el hombre que no pasa una semana sin que uno de sus
colectivos sea remolcado por un tractor para salir del dificil barro
del camino. La gente paga 27 mil guaraníes de pasaje por esa
insólita travesía que puede llegar a durar 8 horas promedio y hasta
un día, si llueve y el camino te atrapa.
El chofer está junto a
los estibadores que improvisaron un puerto en el borde del muro
perimetral que da a la ruta. Ahí se los ve trabajando, cargando y
descargando cajas de todo, comestibles, electrodomésticos, ropas,
los insumos de los cientos de puestos que se multiplican en la ciudad
para vender principalmente a los vecinos de Formosa, Argentina, la
ciudad que alimenta la vida de Alberdi.
Desde allí llegó este
equipo de enviados, cruzando en lancha, en un trámite para la
mayoría rutinario. El cruce es más que habitual, la ciudad recibe
más de mil formoseños por día y buena parte de sus 10 mil
habitantes, se trasladan al frente a cursar estudios, a atenderse en
hospitales, a cobrar jubilaciones, a comprar y vender de todo.
Acercándose a puerto
puede divisarse la parte derrumbada del muro de contención, las
bolsas de arena que se colocaron para evitar lo peor. Al amarrar, al
tocar tierra lo primero es trepar hacia la cima del muro y comprobar
que sin él, la ciudad estaría al menos un metro bajo agua.
Tienen que volver a poner
el muro a 12,40 metros de altura porque se estima que la creciente
puede alcanzar los 11 metros en la localidad. La obra fue adjudicada
pero los trabajos se demoran en comenzar. “Ahora van a hacer una
reparación integral del muro, pero después se abocarán a la obra
de la defensa costera que también va a hacer las veces de
costanera”, explica Prieto.
“¡Alberdi no tiene
supermercado, nunca tuvo surtidor!”, se queja una señora en su
local de comidas. Se ven por la ciudad botellas de plástico cargadas
con combustible argentino que alimenta las motocicletas y los
vehículos que circulan en esa suerte de gigante plato hondo en que
quedó convertida la ciudad al ser rodeada por el agua.
La imagen desde el aire es
espectacular, como la sorpresa de los vecinos al ver volar el drone
de La Nación sobre sus cabezas.
Esperando
Botes, lanchas no paran de
moverse, los pescadores siembran redes, los contrabandistas aceleran
increíblemente las deslizadoras cargadas de electrodomésticos,
cigarrillos, hasta mariguana, cuentan, para pasar hacia Argentina.
Mientras tanto Juana Roa hace antesala para ver si puede retirar
mercaderías en la Municipalidad, dice que el agua “me está
brotando todo en el piso de mi casa, así que salimos al alto,
estamos haciendo dos piecitas con chapas y terciadas, vengo a ver si
hay algo para darle de comer a los chicos”.
La Secretaría de
Emergencia (SEN) comprometió asistencia para la población completa.
También se espera.
Como la ruta que ya está
licitada y se aguarda que se termine en 3 años, como la asistencia
para los pequeños ganaderos y agricultores que lo perdieron casi
todo en esta crecida.
Alberdi, su gente, sigue
esperando.
Un puerto que reclama
atención
“Necesitamos que se
repare un poco este pontón”, dice Líder Vargas, jefe de
Operaciones del Puerto de Alberdi. Es que el flotante que donaran los
Estados Unidos, hace ya unas décadas, es todo lo que la ciudad, que
recibe más de mil visitantes por día por vía fluvial tiene por
puerto. Faltan instalaciones más cómodas para hacer migraciones y
para el mejor desempeño de todos los que allí trabajan, además de
servicios para la gente que aborda las lanchas. “Hacemos el
esfuerzo por brindar una buena atención, pero tenemos siempre el
problema de los recursos, Alberdi, no está tan lejos de Asunción,
pero a veces parece que así fuera”, expone Vargas, funcionario
desde hace 17 años de la Administración de Puertos (ANNP).
El portuario hace de guía
en el viaje entre Alberdi hacia Acevedo, una de las compañías que
quedó bajo agua. La lancha a motor se desplaza sobre campos donde
hasta hace unos meses pastaban vacas. “La gente o llevó los
animales al alto o los tuvo que vender, desastre hace la inundación”,
dice el hombre mientras levanta el motor para superar un alambrado.
“Hay que ir atentos porque se puede enganchar la hélice y se
complica todo”, dice.
Los camalotes ingresaron a
todos los predios, omnipresentes, florecidos, se amigan con las copas
de los árboles, albergan también a las hermosas garzas blancas, la
elegancia de una garza mora. “A veces hay que cortarlos con la
canoa o con el remo porque invaden el camino”, explica Vargas.
Aparece entonces la ruta
anegada que se reconoce por la línea del alumbrado público que se
pierde en el camalotal. Al final de ese camino está Asunción, la
que parece haber olvidado esta otra punta que conduce a Alberdi.
“Uno se halla”
“Estamos preocupados por
la crecida, pero no me quiero ir”, dice Matilde Galeano de Villalba
en su puesto de venta de ropas en ese gran mercado popular que tiene
la ciudad. “Mi hijo me vino a buscar para llevarme a Asunción pero
le dije que no. ¿Qué es lo que voy a hacer yo encerrada en un
departamento?. Prefiero quedarme, aquí me hallo, uno tiene sus
cosas, su gallinita, la tranquilidad de este lugar no se la cambio
por nada. Es chiquito pero uno se halla, uno se acostumbra”,
cuenta. Dice que las ventas no cambiaron mucho desde que a comienzos
de año arreciara la creciente. “Viene la gente, igual, ahora no
hay mucha, pero la gente viene después del día de cobro, en
Formosa, cuando cobran, al otro día están por aquí para comprar
sus cosas, siempre vienen”, contó acomodando un poco sus
mercaderías todas con precios en pesos argentinos, como es en casi
todos los locales.
Fotos de Carlos Juri
Filmaciones de Carlos Juri (Drone) y Dani Jara, para la Nación Web (www.lanacion.com.py).
Filmaciones de Carlos Juri (Drone) y Dani Jara, para la Nación Web (www.lanacion.com.py).
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