En colorido acto los niños trabajadores dieron lectura a la Declaración de Asunción. Fotos de Cristóbal Núñez/La Nación |
La niñez trabajadora es una realidad mundial que se sigue ocultando, denunciaron en el evento
“Nos encontramos en peligro de perder
los derechos y políticas públicas que ponían a las poblaciones más
desprotegidas en situación de acceder a mejores condiciones de
vida”, expusieron los delegados del Movimiento Latinoamericano de
Niños, Niñas y Adolescentes Trabajadores (Molacnats).
La “Declaración de Asunción”
firmada por representantes de Argentina, Bolivia, Colombia, Ecuador,
Guatemala, México, Paraguay, Perú y Venezuela fue leída ayer en la
Terminal de Omnibus (TOA) de esta capital una de las bases de la
organización local de niños trabajadores.
El evento cerró así el X Encuentro
Latinoamericano que reunió a 30 delegados desde el 11 pasado hasta
ayer en la casa de retiro Emaús en Cañada del Carmen, Luque.
“Vemos con preocupación que
referentes del gobierno que asumió en Paraguay criminaliza a
adolescentes y jóvenes ofreciendo cuarteles como respuesta a la
situación de pobreza entrando en incoherencia y contradicción al
compromiso firmado para el cumplimiento de los derechos de la niñez
y la adolescencia”, expuso el documento.
Con cánticos y un espacio para
comentar sus realidades particulares, los niños y adolescentes
protagonizaron un colorido acto en el hall central de la TOA en el
que se destacó la presencia de “Ubuntu”, un luchador mexicano
con su tradicional máscara que “pelea por los derechos de la niñez
trabajadora”. Alan Jiménez lo personifica en esta ocasión, pero
asegura que la idea “es que cualquiera pueda asumir el rol, ponerse
la máscara”, cuenta. Ubuntu es parte de una estrategia para
visibilizar el trabajo infantil en México, que tiene una dimensión
más que importante. “Los datos oficiales dicen que son 5 millones
de niños trabajadores, aunque si le sumamos el trabajo doméstico,
ese número puede crecer hasta 25 millones de un total de 37 millones
de niños y adolescentes que tiene el país de unos 125 millones de
habitantes”, contó Jiménez.
Los delegados colombianos comentaron
con tristeza y dolor sobre el rol del Instituto Colombiano de
Bienestar Familiar (ICBF) que directamente apresa a los niños
vendedores ambulantes y los llega a separar de sus padres por hasta 2
a 3 meses en la suposición de que son ellos los que los hacen
trabajar. “La última vez me salvé porque grité fuerte y mis
amigos, que son como mis hermanos, me vinieron a rescatar de ellos”,
contó el delegado infantil.
El delegado paraguayo, Rodrigo
Hermosilla, niño campesino, trabajador en el asentamiento Comuneros,
recordó lo duro que es intentar la agricultura familiar en el medio
de los omnipresentes sojales. “hasy pa lo mita” (se enferman
todos) comentó recordando que los niños agricultores ayudan a
mantener la soberanía alimentaria.
Los chicos reclaman su derecho a
trabajar como lustrabotas, vendedores ambulantes, niños y niñas que
trabajan en sus casas, niños campesinos cultivadores de la chacra,
estibadores, carretilleros, etc, porque sostienen en su forma de
progresar en la vida, de estudiar, de poder realizarse como personas.
Vale recordar que las Naciones Unidas
se niegan a reconocer esta realidad y tiene en marcha políticas
globales que buscan “terminar con el trabajo infantil en el año
2025”, esto cuando las proyecciones de la misma ONU determinan que
para ese año se tendrán unos 121 millones de niños y adolescentes
en situación de trabajo infantil, se destacó en el encuentro.
Jorge Zárate
No hay comentarios:
Publicar un comentario