A 18 años de la tragedia del Ycua Bolaños revivimos con el reportero gráfico un momento especial que representó la esperanza de vida en medio de tanta muerte absurda.
“Soy nacido en Isla Pucú y críado en Coronel Oviedo. Mis inicios en la fotografía se dieron en el año 74 o 75 cuando vine a Asunción, tenía 14 o 15 años y trabajaba con un fotógrafo chileno llevándole los bolsos”, dice de sus inicios Sebastián Cáceres.
Sigue contanto que fue “más o menos dos años después que me dio una cámara para ayudarle. Como la mayoría comencé como ayudante, me fui forjando mi camino, toda mi vida fui fotógrafo, y ahora con 62 años sigo aprendiendo porque la fotografía es un mundo maravilloso, una herramienta indispensable para informar y seguimos en este mundo”, define.
Aquel fatídico domingo 1 de agosto de 2004 quitaría la foto más emblemática de su carrera, la del policía Juan Duarte rescatando al bebé.
Fue tapa del diario Noticias en nuestro país y tuvo unas 150 mil reproducciones en el mundo.
En estos días, un compañero le pasó la foto del momento en que la gráfica fue retratada, por eso Cáceres conversó con Nación Media sobre sus sensaciones a días de cumplirse 18 años de aquella ignominiosa tragedia.
- ¿Contanos cómo llegaste al Ycua Bolaños, y qué comenzaste a fotografiar apenas bajaste del móvil?.
- Ese día era un domingo, solamente dos estábamos de guardia. Mi compañero se fue detrás de un acto político del Partido Liberal en Villeta y quedé yo para las otras coberturas.
Estaba en el Consejo Nacional de Deportes (CND) porque era la primera final de Futsal Fifa entre la Universidad Autónoma (UAA) y Olimpia y en eso recibo un llamado en el celular.
Era el entonces jefe de Redacción del diario Noticias, Celso Chávez, que me dijo que un automovilista vió que había una explosión sobre la avenida Artigas y pensaba que era en el predio de Gas Corona. Salimos rápido con el conductor y ya se veía la humareda. Vinimos por la avenida San Martín, República Argentina, después la doble Avenida y a una cuadra del supermercado la calle estaba cerrada.
Me bajé y me fui corriendo y no entendía lo que pasaba porque se veía humo y gente tirando piedras contra el local en el frente mismo para romper los vidrios.
En eso aparece el camarógrafo del Canal 13, Juan Carlos, y me dice, Sebas, por Artigas andate que hay muchos cuerpos ahí. Me fui y a las 11.38 saqué las primeras fotos frente al súper y ya se veía la gente corriendo sin saber a dónde ir.
- ¿Cuáles fueron tus primeras sensaciones al ver semejante escena?
- La primera impresión es que no entendía lo que pasaba y los policías tratando de impedir que la gente tirara piedras, en Artigas trataban de derribar una reja de un metro más o menos de altura y saco las primeras fotos y les ayudo a quitar la reja para que entren los bomberos con la manguera. Ahí comienzan a hacer el boquete y son las primeras fotografías que hago. Entran los bomberos pisando cuerpos, era en la rampa que llevaba al estacionamiento, ese fue el lugar donde yo saqué más fotos.
Sebastián Cáceres |
- Por más que uno esté entrenado está lo humano porque fue muy difícil trabajar ese día. Después hubo un poco de calma y cuando nos encontrábamos los reporteros gráficos, radiales y televisivos, nos reuníamos sin decir una palabra y llorábamos todos por la tragedia que estábamos viviendo. Estamos entrenados, pero no para tanta muerte, para un desastre de esa magnitud.
- ¿Recordás el momento de la fotografía?
- Si, claro, estaba en la vereda de en frente, en el Tropi Club y veo que salta el policía abriendo mucho las piernas, porque entre la vereda del Ycuá Bolaños y la calle había una diferencia de como medio metro. Por el gesto vi que llevaba algo entre brazos, así que salgo corriendo desde donde estaba y le salgo en cruzada, corriendo uno o dos tres pasos hacia atrás y tiré tres fotografías y esa es la tercera de la secuencia que hasta el momento tiene registradas 150 mil reproducciones en el mundo.
- Imaginamos que todo aquello queda en la memoria…
… Viendo estas imágenes es como que uno revive todo aquello. Es muy fuerte todo lo que pasó en el Ycua Bolaños y difícilmente se borre de la mente los momentos vividos en ese día.
-¿Qué cosas vinieron a vos al encontrarte con esta toma que te muestra retratando ese momento?
- Cuando el compañero Carlos Schatebehk me manda esa fotografía me dije ¡Uhh…! ¡Es impresionante, me tomó justo en el momento en que hacía la mejor foto de mi carrera!.
Pensé en el privilegio que tiene un fotoperiodista. Uno que vive intensamente su trabajo, porque para mí la fotografía periodística es todo. Tener este recuerdo para mí es muy grande, no tengo palabras para describir.
-¿Seguís en contacto con el hoy comisario Juan Duarte y con el ya joven de la foto?
Seguimos en contacto con el comisario y también con Enzo Daniel que terminó el colegio en el Salesianito. Duarte está en un barrio de Ciudad del Este y solemos conversar.
- El diario Noticias era un vecino del barrio, ¿cómo se vivió la situación?, ¿cómo lo fueron superando?
-Lo que más impactó fue cuando fuimos a recorrer los velatorios al día siguiente. En lo que serían tres cuadras, como haciendo una T, contamos 18 velatorios, ese fue impresionante porque te podés imaginar, y en algunas casas era más de un muerto, fue muy terrible.
-¿Qué ayudo a sobrellevar aquel día?
-En el desastre del Ycua Bolaños lo que más se vio fue la solidaridad del pueblo paraguayo para ayudar porque todos querían ayudar, estaban dispuestos a ayudar, a la tarde te llevaba agua fresca, tapabocas, que en ese entonces usaban sólo bomberos o policías, porque se hacía difícil respirar. Un detalle, Francisco Ocampos, que era presidente del Club Tacuarí, como no había suficientes vehículos para llevar la gente al hospital trajo un colectivito con el que normalmente se desplazaban los jugadores para llevar heridos. Se demostró la solidaridad y fue fundamental, ¡Cuántas vidas se salvaron así…!
- En general nos queda una sensación de injusticia en el caso, ¿Cómo lo sentís vos?
Injusticia, claro, mucha gente quedó atrapada sin poder salir, hay informaciones de que se cerraron las puertas. La construcción del súper fue un tatakua, es una injusticia en el gran sentido. Es culpa de mucha gente que haya ocurrido un desastre de este tipo. Es el rostro de la injusticia.
Jorge Zárate
A la tragedia le siguió la injusticia
El incendio del supermercado Ycuá Bolaños, ocurrido el 1º de agosto de 2004, fue una de las más grandes tragedias mundiales de ese tipo.
Las víctimas quedaron atrapadas cuando el propietario del local, Juan Pío Paiva, ordenó cerrar las puertas con candado en el momento en que comenzó a desatarse el incendio, para evitar que la gente se llevara mercaderías sin pagar.
Los forenses lograron identificar a 364 personas fallecidas, aunque algunos cálculos aseguran que hubo hasta 400 muertes.
La mitad de los fallecidos fueron niños; y más de 500 personas resultaron heridas, incluyendo a 56 con quemaduras de tercer grado.
Todavía hay 6 desaparecidos, cuyos cuerpos nunca fueron encontrados.
El caso tuvo un primer juicio vergonzoso que provocó la reacción popular en una manifestación que fue duramente reprimida por la policía.
En el segundo juicio, Paiva fue condenado a 12 años de prisión y desde 2007 cumplió condena en su domicilio hasta que, a fines de 2014, tras haber cumplido 8 años de su pena, un juez ordenó su libertad por buena conducta y actualmente está en libertad.
Su hijo Daniel, que ordenó cerrar las puertas mientras huía, fue condenado a 10 años, también tuvo prisión domiciliaria y falleció en 2020 a causa del Covid 19.
Daniel Areco, uno de los guardias que ejecutó la tarea y fue condenado a 5 años también está en libertad.
Indemnizaciones
La mayoría de las víctimas perdieron sus causas judiciales por negligencias de los abogados y no recibieron indemnización alguna por los daños sufridos por responsabilidad de los Paiva y la sociedad anónima dueña del supermercado.
Ante el nivel de impunidad garantizado por la justicia paraguaya, en abril de 2010 el Congreso aprobó una ley para que el Estado indemnizara a las víctimas por un total de 30 millones de dólares. La norma alcanzó a 460 personas y los montos establecidos fueron: Familiares de fallecidos 21.500 dólares estadounidenses (U$D); los heridos graves 14.200 U$D y aquellos con heridas leves 7.200 U$D
Fue tan grande la impunidad de Juan Pío Paiva que no sólo no pagó ninguna indemnización a los familiares de las víctimas, sino que sus abogados llegaron a reclamar parte de la indemnización estatal a los afectados.
Actualmente está en discusión todavía cómo se distribuirán los 8 mil millones de guaraníes que 21 de las víctimas obtuvieron en el fuero penal este año.
Ese dinero, que pagaría la aseguradora, es el centro de una discusión que puede tener serias consecuencias en la justicia.
El ministro de la Corte, Eugenio Jiménez Rolón, propuso que se prorrateen entre todas las víctimas, en tanto que los abogados piden que se respete el orden de prelación de los embargos.
La disputa continúa.
Elegir la vida
Aquel domingo 1 de agosto, para quienes estuvimos en la redacción del entonces diario Noticias, a pocas cuadras del espanto en el que se convirtió la soleada mañana, tiene aún recuerdos que atraviesan la memoria con la rapidez de los disparos de las cámaras fotográficas. Imágenes que nos recuerdan el olor acre del humo que reinaba en esa zona poblada de Trinidad donde hasta hacía pocos minutos la gente había acudido en busca de su almuerzo o a comprar algo de “último momento” para preparar la comida o simplemente –como era costumbre entonces allí– pasar unos momentos con amigos o acompañar a los mayores de la familia a hacer las compras.
De un momento para otro, lo que era la escena acostumbrada en esa esquina del populoso barrio un domingo como cualquiera se convirtió en una gigantesca pesadilla imposible de describir con palabras. El espanto se apoderó de todos los que, del otro lado de las paredes que encerraban a las víctimas indefensas, lucharon a brazo partido con piedras o sus propias manos para poder rescatar con vida a alguien entre la multitud.
Y entre ellos estaba Sebastián. Nuestro compañero reportero gráfico que había llegado al sitio entre los primeros y que, como todos, trataba de sobreponerse al horror para ayudar y también cumplir con la tarea de reflejar en imágenes aquellas escenas que luego se convertirían en memoria de uno de los hechos más terribles de la historia, donde perdieron la vida nada menos que más de 400 personas, además de cientos de heridos graves con secuelas físicas permanentes, y los dolores y cicatrices psicológicas que no tienen remedio.
Todo eso ocurría ante nuestras miradas atónitas esa mañana y durante todo el día. Nuestro trabajo periodístico se convirtió en una vorágine de hechos que nunca pensamos podían ocurrir más que en el cine: cuerpos calcinados apilados en el espacio donde hasta hacía horas nomás reinaba la música y el baile gracias a la generosidad del dueño del lugar; gritos de búsquedas desesperadas, escenas de dolor en los hospitales y en las calles...
Pasó el día y en la redacción nos encontramos los editores con la responsabilidad de sintetizar en palabras, pero sobre todo en imágenes, lo que había sido esa jornada. Había miles de fotografías, todas ellas importantes y merecedoras de “ser tapa”. Pero entre tanto cuerpos calcinados, hierro retorcido, ceniza sobre automóviles del destrozado estacionamiento. Entre tanto llanto desesperado de quienes buscaban inútilmente a sus seres queridos, había una imagen que nos hizo detenernos en la búsqueda. Sebastián había tomado una foto diferente.
¿Y si fuera esto lo que tenemos que transmitir? ¿Este gesto de entrega esperanzada en poder salvar una pequeña vida en medio del infierno? Un pequeño homenaje a quienes arriesgaron todo para arrebatar a las personas de los brazos a la muerte enseñoreada en aquel sitio?
Había que acercar la imagen. Se hizo el encuadre y quedó ese primer plano del rostro salpicado de sudor y cenizas de aquel agente joven que desesperadamente trataba de soplar vida dentro de ese cuerpito. Darle esperanza en un futuro que los demás no alcanzaron a disfrutar.
Apenas vimos en pantalla del diseñador “Mili” Rojas esa imagen, nos estremeció y ya no tuvimos dudas. Esa era la foto de tapa.
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