12 de septiembre de 2022

Los Crímenes de la Triple Alianza: ¿Es posible un resarcimiento de Argentina, Brasil y Uruguay?

 

Tres autores paraguayos aportan en un libro de reciente edición elementos para sostener una causa contra los aliados que invadieron el país en la Guerra de la Triple Alianza. Según exponen, hubo crímenes de guerra durante la contienda contra la población civil y en la posguerra por dejar morir de hambre a los sobrevivientes de lo que consideran fue, sino un genocidio, una clara tentativa. Como son de lesa humanidad, por lo tanto, imprescriptibles, cabría requerir al menos disculpas y, por qué no, una indemnización económica.

 

“Hay fuentes que dicen que morían 8 paraguayos por día durante la ocupación”, cuenta la historiadora Noelia Quintana, una de las autoras de “Los Crímenes de la Triple Alianza contra el Paraguay”, libro recientemente editado por El Lector que se propone abrir un debate internacional sobre las consecuencias del conflicto bélico para la población paraguaya. 

José Emilio Urdapilleta, otro de los autores habla del “Holodomor paraguayo”, recordando que la primera es una palabra ucraniana que significa muerte por hambre (ver debajo)

A su turno, Rafael Pérez Reyes apunta que, si bien la responsabilidad criminal no es perseguible, entiende que “si lo es la responsabilidad estatal, ya que el estado como ente jurídico continúa”, dice dejando abierta la posibilidad de una eventual indemnización de parte de Argentina, Brasil y Uruguay.

Los historiadores dividieron la investigación en tres partes. En la primera, se analizan los aspectos jurídicos, desde la perspectiva del Derecho de Gentes, sobre los crímenes de lesa humanidad que se habrían cometido contra el Paraguay por parte de la Triple Alianza. En la siguiente sección se describen, con fuentes paraguayas y aliadas, los más notorios crímenes de guerra que los ejércitos perpetraron contra la población paraguaya. Finalmente, en la tercera parte, se detalla la tragedia poblacional durante la Ocupación Aliada en 1869–1878, con un estudio demográfico que cuestiona muchas imposiciones de la historiografía aliada.

Siguiendo el orden del libro, Pérez Reyes insiste en que los “estados tienen prolongación jurídica en el tiempo. Las deudas, los empréstitos, hasta ser pagados pueden ser exigidos. Las escuelas positivistas hablan de que los tratados por escrito no existían en la época, por lo que se dice que es difícil aplicar la sanción de un crimen que no existía en el derecho positivo”.

Rafael Pérez Reyes
Ante ello “hacemos la diferenciación del derecho consuetudinario de época, que a todas luces tenía la misma vinculación que un tratado. Vale decir que los estados que hacían la guerra tenían ciertos procedimientos, respetaban las leyes humanitarias, debían cumplir la obligación de respetar a niños y ancianos, a establecimientos hospitalarios, respetar a la gente que se rendía, no pasar por las armas a los prisioneros, etc. Aquí vemos que muchos de esos actos se cometieron durante la Guerra Grande”, recordó.

“Si en el derecho consuetudinario de la época generaba un vínculo legal el incumplimiento de las normas de guerra, por qué desaparecerían la responsabilidad por el transcurso del tiempo. Los aliados ocasionaron daños cuantiosos a la economía paraguaya, una hecatombe poblacional relevante, prácticamente toda la población masculina en edad de trabajar desapareció, quedaron sólo mujeres y niños. Entonces plantemos el concepto de la responsabilidad estatal”

Entones entiende que “si bien es difícil porque hay que armar un caso bien sustentado y ganar peso ante la corte de La Haya (1945) que es la que se encarga de dirimir litigios entre estados, no es imposible reclamar”, apunta. “Allí ejemplificamos con la Alemania moderna como sucesor del estado Nazi, se hizo cargo por voluntad propia de las indemnizaciones, pagos a las familias, en un sinceramiento a conciencia, hicieron eso, tuvieron un gesto de reconocer”, explicó. 

Quintana en charla con militares paraguayos
Crímenes de lesa humanidad

Noelia Quintana dice que es importante abordar los crímenes de lesa humanidad, el genocidio que ocurrió en la Guerra de la Triple Alianza, “porque nos enseñaron que no se cometieron crímenes, que no existían normativas que regulaban la conducta de los ejércitos, porque utilizaron a la historia para imponer la versión de los vencedores. Los crímenes de guerra y los que se dieron durante la ocupación militar existieron”, señala. 

Dice que también se tienen pruebas de cierta premeditación en la idea del “exterminio” de la población paraguaya. “Hay cartas entre comandantes, cito una en especial entre Venancio Flores y Mitre y también la carta de Venancio Flores a su esposa Doña María G. de Flores del 3 de mayo de 1866, en la misma le comenta un episodio de la batalla de Estero Bellaco y la respuesta que Mitre le remitió:  "... Yo había comprendido la mala situación en que estábamos acampados. Dos días antes del suceso. El Mariscal Osorio y yo nos apersonamos al General en jefe para decirle la conveniencia que había de mudar de campo; pero el señor Mitre nos contestó: no se alarme usted General Flores; la agresión de los bárbaros es negativa porque ha sonado la hora fatídica de su exterminio”

También que “Paraguay no inició esta guerra. No fuimos el país agresor. En la compleja trama de los hechos que se produjeron surge siempre la pregunta ¿Quién inició esta guerra? La respuesta es más que sencilla. Paraguay consideraba que quedaría aislado y acogotado, con enormes problemas geopolíticos y económicos ante la posibilidad que el Brasil y Buenos Aires ocupen y manejen al Uruguay. Fue el Imperio del Brasil con ayuda de Argentina quienes iniciaron esta guerra”, considera.

Los autores del libro.
Experta en temas militares, Quintana explicó que la defensa paraguaya fue todo lo buena que pudo ser: “Paraguay hizo lo que tenía que hacer, el principal frente de operaciones estaba en el Sur, es decir, en los caminos trazados por el Río Paraguay. En este campo, el Mariscal actúo como tenía que hacerlo, defendiendo el tránsito del Río Paraguay con una habilidad encomiable sobre el famoso “Cuadrilátero de Humaitá”. Era la mejor y, en realidad, la única estrategia. No había otra”, expone.

Para la historiadora, “la derrota era cuestión de tiempo y de desgaste; cuando un soldado paraguayo moría, no había reemplazo mientras que, en el bando aliado, los soldados aliados morían de a cientos, pero los reemplazos eran de a miles. Era una simple cuestión de matemática y de tiempo, porque la logística sobreabundante de la que disponía la Triple Alianza, que podía enganchar miles de esclavos y mercenarios de todas partes del mundo dentro de sus filas, definió los pesos en la balanza”. 

Muerte por hambre

José Urdapilleta dice que el caso paraguayo se asemeja a tres grandes tragedias de la humanidad que fueron posteriores. El Genocidio Armenio, “que se da en el contexto de la primera guerra mundial, el de los judíos durante la segunda guerra y el Olodomor de Ucrania, (Holodomor es muerte por hambre) que se dio en el contexto de la ocupación soviética de ese país”.

Explica que, en el caso ucraniano, murieron unos 2 millones de personas de hambre “y eso está reconocido, se cometieron crímenes de lesa humanidad y un intento de genocidio. Unos 16 países lo reconocen, incluido Paraguay, así como se reconoce el genocidio armenio y el holocausto judío”, apunta.

Por eso estudiando los datos de población durante la posguerra, entre el 69 y el 78 se dio con lo que definió, en comparación, como un “Holodomor paraguayo”.

Urdapilleta recuerda que el Censo hecho por Carlos Antonio López en 1857 y difundido por Alfredo Du Graty, encargado de negocios de nuestro país ante Lieja, Bélgica y Prusia en 1862 decía que la población paraguaya era de 1,3 millones de personas. “Este siempre fue tomado como el número oficial de la población antes de la guerra”.

José Urdapilleta
Menciona entonces que “por alguna “razón”, cierta historiografía internacional dice que no tiene validez y que los cálculos que ellos hacen que reducen a 450 mil almas la población antes de la guerra en forma sumamente caprichosa”, se molesta.

“En mi humilde trabajo, calculamos cuántas podrían haber sido las muertes durante la guerra y posguerra, utilizando fuentes y referencias de la época, testigos, supervivientes y algún u otro trabajo más actualizado, en base a esos cálculos hice tres análisis distintos que están en el libro, que se complementan con otros dos números, que indican cuantos murieron en guerra y cuantos en pos guerra y el número que nos dá es categórico, aunque se pueden cuestionar, estamos abiertos a la discusión”, apunta.  

 “La población paraguaya superaba los 1,2 millones, en 1864 cuando comenzó la guerra” expone llamando a comparar esa cifra con las 160 mil personas que aparecen en un censo de 1870.

 “Los historiadores ignoran que durante la ocupación 68 al 79 la gente sigue muriendo de hambre, peste y padecimientos bajo y durante la ocupación aliada, donde ellos eran los dueños de facto del país y eran los que tenían que encargarse de las personas y no lo hicieron. Los paraguayos siguieron muriendo se seguían amontonando los cadáveres en la posguerra, y también por matanzas y revoluciones que ocurrieron durante los delirios de esa década infame.

Urdapilleta concentró sus cálculos hasta 1872 y las cifras son lapidarias. La mayoría de las muertes ocurren entre la asunción del gobierno legionario el 15 de agosto de 1869 en adelante. Entonces, para el investigador, la práctica de un “exterminio” parece verificarse.  “Hay innumerables fuentes que hablan de la intención del exterminio de los paraguayos. “Llego la hora del exterminio de los bárbaros”, le dice Bartolomé Mitre a Venancio Flores. “Al paraguayo hay que exterminarlo hasta en el vientre de su madre”, dijo Domingo Faustino Sarmiento. No son cualquier persona, ambos fueron presidentes de la Argentina. Luís Alves de Lima e Silva, el Duque de Caxias y el emperador Pedro II se mandan cartas en las que hablan de exterminio. Después, en el libro del coronel argentino Juan Beverina, “La Guerra del Paraguay” cuenta que hay un plan de guerra escrito por José Maria da Silva Paranhos, entonces ministro de Relaciones Exteriores del Brasil, por Emilio Mitre, comandante en jefe de las fuerzas argentinas en el Paraguay desde el 68 y por el Conde D´Eu en el que hablan de un plan de exterminio de la población paraguaya y si a eso se le suma la cantidad de muertos que hubo en la ocupación, es uno más uno dos… la tentativa, sin duda abunda. Lo peor de todo para las fuentes pro aliadas, es que son ellos los que escribieron estas cosas”, concluye señalando. 

Ricardo Canese (Centro) preside la subcomisión del Parlasur que investiga los crímenes
 Investigación en el Parlasur

"Los eventuales crímenes de lesa humanidad y genocidio durante la Guerra de la Triple Alianza", fueron analizados por la subcomisión de Verdad y Justicia del Parlamento del Mercorsur (Parlasur) en hasta el momento 14 audiencias, la última fue el viernes 9/9 pasado, que se desarrollaron en Argentina, Uruguay y en su mayoría en nuestro país.

El órgano parlamentario, presidido por el compatriota Ricardo Canese (Frente Guasu), busca conocer, en primer término, cuál es la verdad de los presuntos crímenes para luego, en base a una “verdad consensuada a nivel de PARLASUR”, se pueda avanzar en recomendaciones al Consejo Mercado Comun (CMC) relativas a propuestas para restablecer la justicia.

La historiadora Noelia Quintana es asesora del bloque paraguayo. “Me parece vital y muy importante, porque en más de 150 años podemos contar nuestra verdad, como sentimos hasta el día de hoy las repercusiones de esta guerra”.

Para Rafael Pérez Reyes la iniciativa es correcta, aunque advierte que “no es fácil que Brasil y Argentina reconozcan que esos hechos, fueron crímenes de guerra, ya que suelen decir que se dieron en batalla y que no hubo atropellos a las leyes de guerra. Si bien es difícil, no podemos cerrar la puerta y decir que es imposible. Las cuestiones pueden ser tratadas voluntariamente por los estados. Si Brasil, Argentina y Uruguay se abren a una postura de diálogo, cosa que se está dando en el Parlasur, con una discusión sobre crímenes de guerra todo es posible, entiendo que más adelante se discutirá un resarcimiento”, consideró.

“Lo del Parlasur permite debatirlo en un foro público internacional para provocar al menos un acercamiento. No digamos que de allí surgirá una indemnización o cosa parecida, pero puede surgir una disculpa pública de los estados de Argentina y Brasil, reconociendo sus faltas, entedemos que se puede ver algún acercamiento”, se esperanzó. 

 “Lo penoso es que los historiadores de esos estados, más en el Brasil, niegan los crímenes de guerra, en Argentina hubo un proceso de revisionismo histórico, al igual que en Uruguay, pero Brasil siempre fue el estado más duro en cuestiones de interpretación de una guerra que diseñó lo que fueron luego las políticas a futuro de nuestros países”, apuntó.

“Paraguay tuvo una industria incipiente y pasó a ser un país devastado que se tuvo que levantar de la nada endeudándose hasta el cogote con préstamos internacionales que nunca se habían tomado en la época anterior a la guerra. Entonces, hablamos de pasar de un Paraguay independiente y soberano en lo económico a ser básicamente un estado con una soberanía nominal desde esa época. Porque en la posguerra, convengamos que Brasil y Argentina tuvieron una influencia importante en la política y la economía. De ser un país con un proyecto propio pasamos a ser un país bastante dependiente de los vecinos”. 

“Un espectáculo horrible”

Un capítulo negro de la historia lo constituyen los Degüellos de Yatay, a lo que se suma el episodio de los prisioneros de Uruguaiana que fueron esclavizados en los cafetales, como dos episodios centrales a la hora de señalar crímenes. La historiadora Noelia Quintana remite a la crónica del periódico inglés “Evening Star” cuando visitó el campo de batalla en Yatay: “Era un espectáculo horrible. Mil cuatrocientos paraguayos yacían ahí sin haber recibido sepultura; los más de ellos tenían las manos atadas y las cabezas destroncadas. ¿Cómo había sucedido esto? Es que habían sido hechos prisioneros y después de desarmados, habían sido degollados y abandonados en el campo de batalla”.

Después agrega: “Esta versión es confirmada plenamente por el trabajo histórico de Thomas Whigham, un autor profundamente anti lopista: “Para ellos, exterminar a los paraguayos era la respuesta lógica y necesaria a su fanatismo. Las tropas aliadas, por tanto, no se contuvieron de llevar a cabo una masacre que duró dos horas. Los historiadores podrían verse tentados a interpretar a la sangrienta carnicería que siguió a la Batalla de Yatay como alguna variante homicida. Pero los soldados uruguayos (de Venancio Flores) no eran unos lunáticos frenéticos en medio de un ataque de ira, acuchillando indiscriminadamente con sus sables. Como en Quinteros, su matanza era deliberada y mecánica (…). El temor en los rostros de los prisioneros paraguayos no les causaba impresión ni sus gritos piedad. Una y otra vez los uruguayos pasaban sus facones por las gargantas de sus enemigos, desgarrando carnes, tendones y huesos hasta rebanar limpiamente sus cabezas. En todas las direcciones, los campos estaban mojados de sangre”.

Recuerda la historiadora que “en el famoso “Sitio de Uruguayana” que duró casi dos meses “Es tristemente célebre la repartija de prisioneros paraguayos que se convirtieron en esclavos y que fueron enviados a los cafetales brasileños o como servidumbre de las estancias porteñas. Algunos terminaron incorporados por la fuerza en las unidades de los Aliados para combatir contra su propio país (lo que también es un crimen de lesa humanidad). El propio Emperador presenció la repartición de hombres paraguayos libres y permitió que se los envíen como esclavos”, recordó.

Para ello aportó el testimonio del Coronel León de Pallejas, español al servicio del uruguayo Flores: “Hecha la distribución de los prisioneros, tocó al Ejército Oriental la parte de 1.300. Otro tanto resultó dárseles a los otros dos Ejércitos (…). Cuando la caballería riograndense vio que se trataba de una rendición, se desbandó y avanzó hasta las murallas (de Uruguayana) en búsqueda de algún paraguayito que alzaban en ancas y lo llevaban a su campo; en todos los cuerpos se recogieron paraguayos, tanto antes como después de la salida de la guarnición. Estigarribia salió y no volvió a la plaza; se quedó en el campo del Emperador (Pedro II) con el cura y los tres orientales que lo acompañaban; el mayor López fue el que dio la orden de que saliesen los cuerpos sin armas; cada uno de estos salió por el frente que ocupaban y fue conducido frente al Emperador; cuando los cuerpos llegaron a su presencia iban diezmados; la caballería los arrebataba atropellando todo. No he visto desorden más grande, había que bayonetearlos o dejarlos hacer”, concluye la cita.

Jorge Zárate

 

Links

https://nanduti.com.py/los-crimenes-de-la-triplianza-contra-paraguay-desde-tres-perspectivas/

https://youtu.be/JWvfL8qXCVo

https://www.resumenlatinoamericano.org/2022/09/05/paraguay-la-romantizacion-de-los-ninos-heroes/

https://www.elnacional.com.py/politica/2022/06/06/audiencias-publicas-sobre-la-guerra-de-la-triple-alianza-continuan-esta-semana/

https://www.ultimahora.com/parlasur-inicia-audienciassobre-la-guerra-la-triple-alianza-n3005014.html

http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0325-82382015000200005&lng=es&nrm=iso

https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=305543302009

http://www.revisionistas.com.ar/?p=9522

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