Fue impresionante, una ola de calor humano rodeó la salida de los miembros del Consejo superior de la Universidad Nacional de Asunción (UNA) entre abucheos, repudios y también la alegría de haber vencido una batalla ciudadana.
Estos hombres, asumidos como intocables, los decanos, sus lacayos representantes estudiantiles y no docentes, salieron por el pasillo que une el Rectorado con la Biblioteca en el Campus después de 15 horas en las que el autoritarismo profundo que rodea desde siempre a la más importante casa de estudios del país quedó herido de muerte.
Ya era la madrugada del miércoles 23.
La sesión a la que fueron convocados en la mañana del martes 22 fue breve y en ella acordaron formalmente aceptarle el permiso, pedido en retirada, por el Rector, Froilán Peralta. También oficiosamente intentaron que renunciara, pero el máximo jefe de la UNA les apagó el teléfono.
Los estudiantes habían sido claros: se los dejaría salir si firmaban un compromiso de convocar al paro estudiantil en todas las carreras hasta que Peralta presente renuncia.
Ya eran las 17.35 cuando tras dialogar con los estudiantes que mantenían el sitio de las oficinas, dieron a conocer que no abandonarían el recinto porque no estaban dadas las condiciones para cumplir con el petitorio que éstos le habían hecho llegar:
“Entonces no se van…”, fue el grito unánime.
En eso habló la fiscala Blanca Agüero, que buscaba la oportunidad de hacer ingresar a los cascos azules mediante casi cualquier excusa, voluntad que por la inteligencia de los manifestantes pudo evitarse.
“Sin violencia, sin violencia…”, fue el grito de una multitud que se acrecentaba a medida que se sumaban los padres de los chicos, compañeros de otras universidades como la Católica (UCA).
Eran las 18.
No tenemos miedo, fue el cántico de respuesta coronado por un “Se va acabar, se va a acabar, la dictadura de Froilán…!”.
Decía uno en el micrófono: La UNA es de nosotros, los estudiantes, la sostenemos con los aranceles sobrefacturados que pagamos…!
Le acotaron… Es del pueblo paraguayo…!
“Claaaarooo…”, se sumó el orador al micrófono, “con los impuestos que pagamos todos…!
Vamos todos por una UNA sin corrupción…!
Una madre tomó el mic, comparó a Peralta con Satán e invitó “a todos los padres a que vengamos a acompañar la lucha de nuestros hijos, también por nuestros nietos…!
Se hicieron las 19 y el temor era que la noche trajera los antimotines, la represión. Vale decir que la tarea de la senadora Esperanza Martínez (Frente Guasu) para evitar esta locura merece mención especial, igual la sensatez del fiscal Julio Ortiz de San Lorenzo.
Entonces los consejeros rodeados convocaron a una conferencia de prensa en la que las cámaras de televisión y los móviles de radio en directo pudieron atestiguar que si permanecían encerrados era por su propia voluntad, que nada había que les impidiera salir.
Queda grabada en la retina la imagen del vicerrector Andrés Amarilla, perdiendo la mirada en un punto entre la pared y el cielorraso, fingiendo que no le importaba la voz gigante que ingresaba por el balcón como una primera señal para limpiar ese claustro de prebendas, nepotismo y mediocridad.
Escuchar a Isacio Vallejos, decano de Ingeniería, pedir que se les trajera un colectivo al patio del rectorado para poder salir.
¿Dónde está Peralta?, era la pregunta que repetían los periodistas en off the record y la respuesta era siempre la misma. Perdido, escondido, fugado, “prometió que iba a renunciar a dos de los decanos aquí presentes”, contaba un infidente Juan Caballero, decano de la Facultad de Veterinaria.
Lo cierto es que en la asamblea del próximo martes 29 de setiembre la Asamblea Universitaria, compuesta por 62 representantes se enfrentará a un momento culminante en la vida institucional.
Esta se conforma con 5 representantes por cada una de las 12 facultades, de los cuales 3 son docentes, uno por los estudiantes y un egresado no docente.
Votarán 61, ya que se da por descontada la ausencia de Froilán Peralta, de los cuales los 50 son los mismos que participaran de la reunión que lo eligió por 4 sufragios de diferencia.
En los 12 representantes estudiantiles puede estar la clave para alcanzar los 2/3 de los votos que se necesitan para destituir a Peralta, a no ser que el tránsfuga renuncie antes.
Demandas
En los rostros se ve esperanza, es lo que transmiten sus sonrisas multiplicadas, la conexión que van consiguiendo entre todos en sus primeros asertos organizativos. Vale señalar que el movimiento tiene mucho de espontáneo y que sus demandas van creciendo a medida de que ocurren asambleas y discusiones.
Modificar los estatutos, cambiar el gobierno de la Universidad es un elemento que ya está en el análisis de este grupo de estudiantes que tiene en Liz Guillén de Arquitectura (FADA), Arturo Cano y Rodrigo González de Politécnica, Maru Galeano de Trabajo Social, algunos referentes valiosos.
Sería bueno que creciera en cantidad y calidad esta organización recordando siempre que de cada 10 chicos que comienzan la primaria, medio, menos de una persona llega a la universidad.
También que la corrupción es un elemento estructural de la oligarquía que gobierna. Sin corrupción no se puede sostener que un 3% de los propietarios tengan el 88% de las tierras.
Pensar una universidad diferente es pensar un país diferente. Uno donde los que estudian derecho aboguen por la reforma agraria, los médicos se eduquen para atender a las mayorías, los agrónomos para asistir a la agricultura familiar campesina, los ingenieros para la infraestructura que favorezca la producción y la inclusión, la arquitectura haga ciudades más abiertas, viviendas populares, parques públicos, transportes sin contaminación ambiental, en fin, donde se piense para todos.
Multiversidad es el concepto.
Que las cosas no sigan en manos de la misma minoría mediocre, corrupta, fascista, es la pelea de fondo y deben saber los más jóvenes que esto les llevará la vida.
Jorge Zárate
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