La liberación de los presos políticos de Curuguaty es una necesidad democrática.
Es lo que no está percibiendo la clase política que intentó
detener el proceso de mínimos cambios iniciado por el gobierno de Fernando Lugo
mediante un golpe de estado parlamentario de nefastas consecuencias hasta el
momento.
Las fallas del proceso son evidentes. Desde la incompatibilidad
manifiesta de Jalil Rachid para llevar adelante una investigación ecuánime,
hasta la falta absoluta de pruebas que puedan justificar la prisión de la
mayoría de los alojados hoy en las cárceles.
Rachid es hijo de un correligionario y amigo de la familia
Riquelme, Bader Rachid Lichi.
El informe independiente deja en claro la situación de los
presos.
Esto lo saben perfectamente los buenos abogados que hay en
los partidos Colorado y Liberal y los de las otras fuerzas de derecha.
Por eso es delicado que no admitan públicamente la
contudencia del reclamo de los partidos de izquierda y centroizquierda, las
organizaciones sociales y sindicales que están abogando en materia de Derechos
Humanos elementales con el acompañamiento solidario de entidades internacionales.
Se entiende que es un momento de encolumnamientos gruesos, y
que habiendo votado juntos esa farsa de juicio político necesiten mantenerse
cerradamente en una defensa, lo que no
se entiende es que pierdan de vista las groseras consecuencias de un pésimo
proceso en el caso Curuguaty.
Puede morir más gente, para comenzar.
Pueden convertir a Franco en dictador como el peor de los
finales.
La falla principal está en la consideración de la masacre.
El argumento de la derecha es que fue una emboscada de una
treintena de campesinos a más de 300 policías. Es absurdo.
Lo real es que las de Marina Cue eran tierras públicas y que
no se podía desalojar a los campesinos.
Lo real es que los policías no tenían orden de desalojo.
Lo real es que hubo un intercambio de disparos y que los
campesinos testimonian que la balacera comenzó del lado de la policía
Lo real es que se incautaron escopetas que tiran perdigones
y los policías caídos fueron muertos por balas de fusiles o armas automáticas
Lo real es que la familia Riquelme planteó un espurio juicio
de usucapión de dichas tierras que jueces venales admitieron y que una oportuna
acción del estado pudo reparar la injusticia a tiempo.
Lo real es que la cadena de responsabilidades políticas
termina en la fiscalía y en el Poder Judicial que actuaron con la complicidad
del Ministerio del Interior, órgano del Ejecutivo.
Un esclarecimiento total de esta cadena de hechos es lo que
reclama la ciudadanía, no la inculpación a lo bruto del más débil que es el
espectáculo que están ofreciendo.
Esta es la respuesta del pasado, la respuesta del palo, las
balas de goma, los gases.
No es la que se necesita.
Inflexión
Curuguaty marca una necesaria inflexión en el curso de la
lucha por la tierra en el país.
La matanza atemorizó a la derecha porque hizo evidente una
cuestión que nunca había asomado con tal fuerza.
Los campesinos están dispuestos a entregar la vida por la
tierra.
Es algo que sabe todo el país, no es tampoco una ciencia
venir a develarlo.
Entre los ocupantes de Curuguaty hay personas que estuvieron
en más de una docena de ocupaciones que fueron terminadas con la antigua fórmula
stronista. Palo.
Hay más de 100 muertos en la lucha por la tierra, sólo desde
1989 hasta hoy y los relatos del informe Chokokue son de vital importancia para
comprender esta profundidad.
La Constitución consagra el derecho de cada paraguayo a una
parcela de tierra y entre tanto hay más de 300 mil familias campesinas sin
tierra.
El gobierno de Lugo nunca pudo articular los principios de
una reforma agraria, por falta de convicción, por torpeza, pero por sobre todas
las cosas, por la incapacidad de sacar a la luz la fuerza y la justicia del
reclamo campesino.
Hablamos de un país que se reivindica república (Del latín
Res, cosa y pública, del pueblo) y no tiene catastro nacional.
Entonces se hace cínica la dicotomía del himno: paraguayos
república o muerte.
Desde hace más de un siglo, la única respuesta que dio la
oligarquía hija de la Guerra de la Triple Alianza es muerte.
Entonces, es hora de la República.
Jorge Zárate
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