27 de agosto de 2014

Vecinos acusan a obra de secar los históricos manantiales de Trinidad

Ligia Sosa muestra como se está secando la pileta natural que durante más de un siglo mantuvo su familia . "Era el tesoro del lugar", contó. La causa sería la contrucción del edificio Palacio de Los Patos en la Avenida Santísima Trinidad casi Itapua. Foto Pánfilo Leguizamón, publicada en La Nación


“¡Es un crimen!”, repite Ligia Sosa mostrando la fuente de la quinta familiar secándose lentamente. “Aquí teníamos pececitos, había tortuguitas, venían las aves, es un sitio histórico porque mi gente vivió aquí desde antes de la Guerra de la Triple Alianza, la gente venía a buscar agua con cántaros”, cuenta la mujer con esa sensación que dejan los daños intangibles. Lo que no se puede asir, lo que no tiene precio.
Desde mayo pasado, el manantial cesó. Lo mismo les pasó a los Cañisa, familia señera del barrio de Trinidad. El almacén, el cine, el corazón de la vieja estación del tren tienen la impronta de los herederos de Don José. Este pionero que hace más de un siglo tuvo el buen tino de construir un sistema hidráulico que permite distribuir el agua de manantial a los vecinos estableciendo el primer sistema de agua corriente, quizá, de la ciudad.
En estos días Nicasio Cañisa que está por cumplir 96 años tuvo que pedir una conexión a la Empresa de Servicios Sanitarios (Essap) porque el sistema funciona gracias al declive natural, canales y piletas, dejó de prestar su inestimable servicio. “Y qué vamos a hacer, ya está hecho el daño”, se lamenta Alberto, su hermano en la puerta del viejo almacén. En la casa familiar el antiguo canal de piedra ya está seco para pena de la hermana “Muñeca”.
Todo surgió con la construcción de un edificio bautizado “El Palacio de los Patos” en un predio vecino ubicado sobre la avenida Santísima Trinidad. Desde que se anunció la obra los vecinos quisieron saber de qué se trataba, protestaron, hicieron todo lo posible pero no hubo caso. “Es un edificio que tiene 3 subsuelos, un pozo de 14 metros de profundidad”, explica Antonio Spiridonoff, un ingeniero forestal que acompañó el movimiento ciudadano. En algún momento de la construcción se habrían topado con canales de este reservorio fuente y es allí que comenzó a plantearse este problema.
Héctor Dami Cañisa dice que es la repetida historia del poder del dinero, en nombre del progreso, contra toda otra razón u argumento. “El concejal (Carlos) Galarza pidió informes pero es difícil cuando todos se hacen los desentendidos. Ellos hicieron un alcantarillado para poder bombear las aguas que les brotan en el pozo que están haciendo para los subsuelos y nadie les dice nada”, reclama.
La señora Sosa quiere que al menos la empresa constructora le asista con agua para el tanque de la familia. “Ellos nos dicen que en un año más o menos la situación se va a normalizar. Después de todo ¿Quién les puede creer? Imagine lo que vale una conexión de Essap aquí. ¿Quién nos repara todo este daño?”, se preguntó.

Arroyo Trinidad
Estos manantiales vertían sus aguas al arroyo Trinidad que hace poco también fuera intervenido por el Ministerio de Obras Públicas (MOPC) a un costo de más 2.800 millones de guaraníes. “Es la típica intervención que se hace al parece con el solo criterio de gastar dinero. Destruyeron todo el entorno del arroyo, la plaza Carancho, el espacio de la vieja estación”, se lamenta Antonio Spiridonoff. “Todos los políticos que pasan por Trinidad se llenan la boca y se emocionan hasta las lágrimas y después no hacen nada, nos dejan abandonados, pasó con Evanhy de Gallegos y ahora con Arnaldo Samaniego”, dice.

Carta a Siloe
Esta es la carta que escribió Felicinda “Muñeca” Cañisa de Dami para homenajear al manantial que desde mayo dejó de brotar en su casa: “Me entristeció hasta las lágrimas ver caer las últimas gotas de mi preciado manantial, al cual yo llamaba Siloe (estanque milagroso de origen bíblico ubicado en Jerusalén).
Me remontaba al pasado, con gratos recuerdos en mi memoria, de vecinos que se surtían del líquido vital, el cual mi padre, Don José Cañisa, con satisfacción proveía a su familia y al vecindario.
En su entorno, disfrutábamos con mi amado marido Gil Dami Serna, de la naturaleza y del sonido relajante de la vertiente de agua. Hoy aquello enmudeció, el manantial se extinguió, ya no hay plantas, peces, ni aves, la vida ahí terminó, es tan triste en su alrededor.
Hoy, mi familia y yo nos sentimos avasallados e impotentes ante lo que se podría considerar un grave daño ecológico en todo el barrio, ya que se secaron todos los manantiales de la zona, en nombre del “progreso” y con el amparo de las autoridades pertinentes. Y me pregunto finalmente, quien reparará el daño cometido de dejar incluso sin agua a mucha gente que se proveía de ella”.  

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