Al final de su vida escribió "Mi mensaje",
Algunos párrafos del texto que ella pretendió que fuera libro y que sus regalías se destinaran a una fundación se leyeron en la Plaza de Mayo el 17 de octubre de 1952.
Sus palabras tienen el fuego de la Evita que hizo traer un barco con armas para que la CGT las distribuyera entre los obreros para defender a Perón.
Del texto incendiario y final se eligieron frases de despedida, las menos polémicas, como la que cerró la alocución:
“Mis últimas palabras son las mismas del principio: quiero vivir eternamente con Perón y con mi pueblo. Dios me perdonará que yo prefiera quedarme con ellos porque El también está con los humildes y yo siempre he visto que en cada descamisado Dios me pedía un poco de amor que nunca le negué”…
Los originales desaparecieron por 33 años.
Cuenta el profesor Pedro Pesatti que “el 20 de septiembre de 1987 el diario La Nación, en la sección de avisos clasificados, daba cuenta que estaba a la venta el original del libro "Mi mensaje" de Eva Perón y que en corta fecha sería subastado. Fermín Chávez, contratado para verificar la autenticidad del texto, sólo cobró para ese fin un juego de fotocopias de las setenta y tantas páginas mecanografiadas para editar el libro, llamativamente silenciado hasta 1994, cuando al fin se publica por primera vez”.
Allí nos enteramos que dijo también.
Sobre la jerarquía católica…
“Yo no he visto sino por excepción entre los altos dignatarios del clero generosidad y amor... como se merecía de ellos la doctrina de Cristo que inspiró la doctrina de Perón. En ellos simplemente he visto mezquinos y egoístas intereses y una sórdida ambición de privilegio. Yo los acuso desde mi indignidad, no para el mal sino para el bien. No les reprocho haberlo combatido sordamente a Perón desde sus conciliábulos con la oligarquía. No les reprocho haber sido ingratos con Perón, que les dio de su corazón cristiano lo mejor de su buena voluntad y de su fe. Les reprocho haber abandonado a los pobres, a los humildes, a los descamisados, a los enfermos, y haber preferido en cambio la gloria y los honores de la oligarquía. Les reprocho haber traicionado a Cristo que tuvo misericordia de las turbas. Les reprocho olvidarse del pueblo y haber hecho todo lo posible por ocultar el nombre y la figura de Cristo tras la cortina de humo con que lo inciensan. Yo soy y me siento cristiana. Soy católica, pero no comprendo que la religión de Cristo sea compatible con la oligarquía y el privilegio".
Sobre las Fuerzas Armadas…
"Somos más fuertes que todas las fuerzas armadas de todas las naciones juntas. Si nosotros no queremos que la fuerza bruta de las armas nos domine, no podrá dominarnos. Con las armas pueden matarnos, pero morir de hambre es más dolor y nosotros sabemos lo que es morir por hambre! No podrán matarnos. Los soldados son hijos nuestros y no se atreverán a tirar sobre sus madres aunque los manden miles y miles de oficiales entregados y vendidos a la oligarquía. Podrán vencemos un día, en la noche o de sorpresa, pero si al día siguiente nos largamos a la calle, o nos negamos a trabajar, o saboteamos todo cuanto ellos quieran mandar; tendrán que resignarse a devolvernos la libertad y la justicia."
Sobre la lucha de clases…
“Para que no haya luchas de clases, yo no creo, como los comunistas, que sea necesario matar a todos los oligarcas del mundo. No, porque sería cosa de no acabar jamás, ya que una vez desaparecidos los de ahora tendríamos que empezar con nuestros hombres convertidos en oligarcas, en virtud de la ambición, de los honores, del dinero o del poder. El camino es convertir a todos los oligarcas del mundo: hacerlos pueblo, de nuestra clase y de nuestra raza. ¿Cómo? Haciéndolos trabajar para que integren la única clase que reconoce Perón: la de los hombres que trabajan. El trabajo es la gran tarea de los hombres, es la gran virtud. Cuando todos sean trabajadores, cuando todos vivan del propio trabajo y no del trabajo ajeno, seremos todos más buenos, más hermanos, y la oligarquía será un recuerdo amargo y doloroso para la humanidad. Pero, mientras tanto, lo fundamental es que los hombres del pueblo, los de la clase que trabaja, no se entreguen a la raza oligarca de los explotadores. Todo explotador es enemigo del pueblo. ¡La justicia exige que sea derrotado!
Ese fuego la funde con su pueblo de manera definitiva.
“Confieso que tengo una ambición, una sola y gran ambición personal, quisiera que el nombre de Evita figurase alguna vez en la historia de mi patria”, reclamó una vez.
Y agregó: “Y me sentiría debidamente, sobradamente compensada si la nota terminase de esta manera: “De aquella mujer sólo sabemos que el pueblo la llamaba cariñosamente, Evita”.
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