Cristian Díaz, en el escenario de la tragedia. Sobrevivió porque ese día le tocaba el turno tarde. Foto de Pánfilo Leguizamón/La Nación |
“Mirá, esto parece que
no tiene salida”, le comentó el panadero Cristian Díaz a su
compañero tratando de entender por dónde se escapaba el calor de
los hornos que le estaban dando forma al pan. “Y a nosotros qué
nos importa”, le respondió su cuate.
Era el 31 de julio de
2004. Al otro día un incendio voraz como la ambición que mandó
cerrar las puertas del supermercado Ykua Bolaños dejaba anotada en
la historia la tragedia más importante en tiempos de paz que
sufriera el país.
“Jamás me hubiera
imaginado esto”, cuenta Díaz que se salvó por solo dos horas de
ser una de las víctimas. “Yo entraba a la tarde, tuve esa suerte”,
dice en una recorrida por las ruinas.
“De 10 panaderos que
éramos nos salvamos 3”, cuenta recordando cómo dos de sus
compañeros alcanzaron a romper los vidrios de una pequeña puerta
metálica que había en el fondo de la panadería, alcanzaron a
escapar hacia el baño y prender las duchas que los salvaron de algo
peor.
“Igual tragaron mucho
humo y estuvieron en riesgo”, cuenta.
Las víctimas y sus
familiares reclamarán este jueves la expropiación del terreno y la
justa indemnización, materias pendientes del estado para con ellos,
lucha que acompaña Cristian desde el primer día. “Todavía no
cobre mi indemnización como trabajador de este lugar que es lo que
me deben, pero aquí hubo gente que perdió a su familia, cosas muy
graves que no se repararon adecuadamente”, dice.
Díaz camina señalando
las paredes ajadas, resecas por la acción del fuego, un peligro de
derrumbe nunca tenido en cuenta por autoridades que siguen sin
inspeccionar a las decenas de mega establecimientos que hoy en día
siguen repitiendo la arquitectura de muerte del Ykua Bolaños.
“Fijate que aquí, entre
la panadería, la confitería y la cocina, nos cerraban la conexión
“para evitar que se robe”, la obsesión de Juan Pío Paiva, el
único que paga condena en prisión por haber ordenado cerrar las
puertas del supermercado apenas que se desató el incendio.
“La gente uso carritos
llenos para romper el blindex y luego se topó con la reja, murieron
apiñados y quemados, fue espantoso”, dice Díaz en la escalera de
la muerte había apenas 3 salidas para más de 900 personas que se
estima estaban allí en esa hora trágica.
Seguimos en deuda.
Jorge Zárate
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