Algo muda en el espectador
cuando la obra llega al final.
Algo más sigue mutando en el recuerdo, la reflexión sobre las órbitas personales, comunitarias, el desprendimiento que involucra una despedida, una encrucijada, una separación.
Algo más sigue mutando en el recuerdo, la reflexión sobre las órbitas personales, comunitarias, el desprendimiento que involucra una despedida, una encrucijada, una separación.
Lo consigue el equipo de
Adiós, Rohejata con una combinación de todos los elementos posibles
del arte escénico en una receta equilibrada, que ayuda
a seguir el texto profundo que propone Natalia Santos Vega,
libretista y directora.
La escenografía es
sencilla en su complejidad y efectiva en su desarrollo, el sonido es
fundamental, lo visual está muy bien cuidado y el movimiento
coreográfico de los actores en las tablas contribuyen a comprender el
hilo conductor de estas historias que son universales pero tienen un
marcado color local que las hace especiales.
La técnica del cambio de
vestuario sobre el escenario es un recurso interesante, pero desnuda
intensamente y es quizá un elemento que requeriría algún ajuste.
A pesar de ello, el cuadro
sobre las nuevas tecnologías es impecable, comunicación y soledad,
conviven, son las máscaras ancestrales de la tragedia y la comedia
que alimentan el devenir.
Está en la obra lo urbano
y lo rural.
Mejor lo urbano, aunque el
abordaje de lo rural es sentido e interesante y aparece la tierra, el
problema principal, el gran drama del país. Están allí la reforma
agraria, el agronegocio, lo discursivo y lo concreto, peléandose
como en el cotidiano.
Las buenas performances
actorales dejan claro que a veces es importante aprender a dejar
atrás lo que ya no nos da vida.
Jorge Zárate
Ficha
Adios Rohejata. Una
mudanza teatral de Natalia Santos Vega es una obra en la que
actúan Nata Alvarenga,
Arturo Arellano, Ruth Ferreira, Ariel Galeano y Hernán Melgarejo. La
autora la define de esta manera: “Cinco historias, cinco actores.
Varias maneras de recordar. La despedida en tono paraguayo, con sus
silencios, su música, sus risas, sus ritos y sus nostalgias. Un
álbum de fotos sobre las tablas”.
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