Uno se queda esperando el disco. Más de un disco en este caso, porque
el guitarrista José Villamayor tiene tal ductilidad que se lo puede ver
tocando desde el extraordinario jazz árabe que viene proponiendo en
varios espacios de la ciudad, hasta un trío eléctrico de jazz funk cuyos
temas se imaginan como banda de sonido de una película paraguaya
moderna.
En fin, el caso es apreciar estas versiones de clásicos del tamaño de
“Cholí”, “Sueño en la floresta”, “Ha che valle”, “Campamento Cerro
León”, “Tetãgua sapukái”, “Paraguaype”, verdaderamente una gratísima
experiencia.
Villamayor es parte de una camada de músicos académicos y populares a
la vez que están haciendo un trabajo notorio. Los arreglos del
espectáculo “Músicas Paraguajazz” son fantásticos porque permiten
entender las expansiones armónicas, rítmicas e inclusive melódicas que
están guardadas en esas construcciones no por sencillas menos complejas
de la polca y la guarania.
Se destaca este ADN, por así decirlo, en la búsqueda que hace Juan
Manuel Acevedo en “La Jornada” que la banda recrea en una versión
conmovedora. “Si lo ven (al compositor) pídanle que siga componiendo,
que siga con su obra”, pedirá el guitarrista.
Es un viaje de gran belleza, muy bien conducido por el equipo que
acompaña a José en esta empresa, Víctor Álvarez (piano); José González
(bajo) y Víctor Sebastián Morel (batería).
Párrafo aparte para la mística de la sala de Drácena, el local de
México 732, que alberga una movida inédita de música de la más variada,
con la posibilidad de un disfrute íntimo, con muy buena cocina y un bar
amable que se va convirtiendo en referencia.
Tiene este espectáculo mucho de didáctico, de proyección hacia el
futuro de una fuente musical inagotable, ese manantial sonoro que
legaran los grandes maestros y que por porfía, talento y acción seguirá
fluyendo para las nuevas generaciones.
Jorge Zárate
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