Un genio del humor…! Inocente, agudo, contó la sociedad mexicana con una caricatura suave, quizá sin saber que ese modelo feudal que sobrevivía agazapado detrás derivaría en tanto horror, tanta sangre, un espanto cotidiano en el que hace falta luchar para recuperar la sonrisa. No sólo por los 43 de Ayotzinapa, no sólo por los 22 mil desaparecidos de la Narcopolítica.
México duele hoy un poquito más.
Se lo extrañará, como uno puede imaginarse se hace con el país del mínimo bienestar social que comenzaba a desaparecer en aquella década de los 70, en esos 80 que nacieron impregnados del monstruoso neoliberalismo.
Ahí están sus personajes para reflejarlo en un tono de crítica social casi esencial: Un chavo que vive en un barril.
Todos los días recordando la cantidad de mita’is, niños, que no tienen casa.
Qué terrible y genial imagen.
Chavo. Le confesó a Arturo Cruz Bárcenas en una de sus últimas entrevistas a La Jornada que el personaje del Chavo “está relacionado con la picaresca, aunque no me inspiré en nadie en particular, sino en el pueblo, en la gente que veo alrededor, o más lejos. Ningún personaje corresponde a alguien por completo; todo es una amalgama”.
Aunque en la misma nota da pistas de que tendría una fuente autobiográfica. “A mi mamá le pasó. Se retrasó en una hipoteca y el banco se quedó con todo. Es el establishment… ¡cómo me cae gordo usar estas palabras! En El Chavo no podría ser en un condominio. El Chavo ya debe estar viejo. Hace 35 años tenía ocho… no, viejo no. En todo caso debe ser un buen hombre”, respondió cuando el periodista le recordaba que ya no existen más señores Barriga.
Dijo más: “Nunca hice sorna de la pobreza; al contrario: los personajes, como El Chavo, son de los más digno”. Y agregó: “Mis personajes eran, son, una defensa contra algunos poderosos. No me referí a nombres. No dije tal o cual político es un… No, sino a los burócratas, porque así son: ¡una peste!”
Sin embargo Roberto Gómez Bolaños era un tipo de derecha: Participó en 2006 en la campaña del Partido Acción Nacional, el de Vicente Fox, el gerente de la Coca Cola que presidió México. No perdió oportunidad para criticar a Andrés Manuel López Obrador, (AMLO) el hombre de centro-izquierda al que le robaron al menos una elección a la presidencia.
Fue el rostro de una campaña antiaborto de grupos ultracatólicos y llegó a actuar especialmente para Fernando Rodríguez Mondragón, hijo de Gilberto Rodríguez Orejuela, jefe del extinto Cartel de Cali en Colombia.
Chespirito, el apodo que le puso el director de cine Agustín Delgado, conseguía sin embargo que estas cosas se olviden. “Los apodos son esenciales en la vida, son más valiosos que los nombres”, dijo alguna vez.
Quizá porque adoptaba en vida los valores de su antihéroe favorito, el Chapulín Colorado del que contó: “…me abrió las puertas y me identifico más con él porque soy chaparro, feo, tonto, débil, pero valiente, porque quien carece de atributos se enfrenta a los problemas. Todo me da miedo, pero me enfrento a lo que me pongan”.
Amaba fumar, aunque terminó dejando el cigarro, jugar dominó y al Gordo y El Flaco: “Los tengo realmente metidos en el corazón”. Siempre mencionó a Mario Moreno Cantinflas como una inspiración.
Una nostalgia especial surgirá al escuchar la musiquita, la Marcha Turca Opus 113 de Beethoven tocada por el francés Jean-Jacques Perrey en un Moog que la distorsiona al punto de volverla una caricatura.
Recuerdos de infancia brotarán siempre de la mano de esos imborrables capítulos, en un legado de sonrisas que se le agradecerá aún en el tiempo.
Hasta siempre
Jorge Zárate
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