10 de noviembre de 2025

Jorge Enciso: “Nuestro arte cerámico está vivo y presente”

Sus obras sorprenden en forma y volumen, en color y textura, porque unen la antigua tradición ceramista indígena con la técnica europea, haciendo del mestizaje, su núcleo esencial y expansivo. “El mundo necesita redescubrir la materia que conecta y que recuerda”, dice del barro al que adjudica propiedades curativas. Expuso en París y, en estos días, muestra en la prestigiosa Galería Leme de San Pablo. Aquí una aproximación a sus motivaciones y búsquedas

 

Alumno de Julia Isidrez, cuenta: “En su taller entendí que la cerámica no es solo una técnica, sino es una manera de habitar el mundo”. Honrando esa máxima, el trabajo del ceramista Jorge Enciso (Asunción, 1972) no cesa de crecer en la apreciación de público, críticos especializados, admiradores del arte en general.

“La referencia más importante fue escuchar a mi propio ser, a mi espíritu, entenderme como alguien que proviene de una mezcla de ancestros europeos, indígenas y mestizos, de antecesores con cosmovisiones muy distintas y con aproximaciones a la espiritualidad muy distintas”, relata.

Describe luego: “Si hablamos en términos de investigación, creo que la pregunta más importante sobre la que empecé y aun hoy continúo considerando como el motor de mi trabajo artístico es ¿quién soy? ¿De dónde vengo?”, apunta. 

 En ese camino agradece a Isidrez: “Admiro profundamente la fuerza espiritual de Julia, una fuerza que sostiene su trabajo y que la sostiene hasta hoy en su caminar como artista”.  También “a Ysanne Gayet, que me invitó a hacer mi primera exposición individual en el año 2018 en el Centro Cultural del Lago en Areguá, y a la galerista Verónica Torres, por mi primera muestra individual en Asunción en el 2019, ambas le dieron mucha visibilidad a mi obra”.

Aquí su diálogo con Nación Media:

– ¿Qué significa para vos poder hacer esta exposición en la prestigiosa Galería Leme de São Paulo?

-Es un paso muy importante hacer una exposición individual y entrar en diálogo con el arte brasileño y contemporáneo latinoamericano es un logro que agradezco a Edu Leme, quien me abrió las puertas de su prestigiosa Galería para presentar mis obras.

También a nivel simbólico representa mucho para mí. Estoy trabajando en mis obras el tema del mestizaje, la identidad, la resistencia, el territorio desde hace un buen tiempo y quisiera destacar que dentro de ese marco, desde marzo de este año estoy en un grupo de estudio de fragmentos míticos de los Mby’a guaraní, recopilados por León Cadogan. Entonces tiene un significado también de reciprocidad hacia esa ciudad, casi como de ofrenda para que el público brasileño reciba un aspecto –desde la cerámica– de los cantos de barro y memoria, a través de mis obras.

– ¿Por qué “Vigilia”? ¿A qué remite el título y la muestra en general?

-Vigilia es un estado de espera y atención pero también a veces es un umbral entre el sueño y la conciencia, algo que esta difuso. Podría decirte que en la exposición, las piezas son cuerpos en estado de vigilia espiritual, un intento de conservar nuestra memoria ancestral, a través de la materia misma que es la cerámica, y de los temas que inspiran las esculturas.

 En otro sentido, asociando el término a mi propio quehacer, el curador de la muestra, Tiago Sant´ana, que también es artista visual y doctor en Cultura y Sociedad, dice en el texto que acompaña la muestra: “La vigilia de Enciso apunta a un estado de mantenerse despierto ante los ejercicios de la memoria y, sobre todo, ante los procesos culturales que generan asimetrías y borrados culturales”

– Venís de exponer en París, en la Ceramic Art Fair. ¿Qué sensaciones te dejó esa estadía?

-La muestra de París fue una revelación, porque al tratarse de un espacio donde exponían otros ceramistas de todo el mundo y de todas las técnicas posibles, en los momentos previos tenía una gran incertidumbre sobre la recepción de mi propuesta. Si bien mis obras ya se habían expuesto en Paris anteriormente de la mano de Tekoharte Patricia Foissac y Marie Pauline de Longueville, esta ha sido la primera vez que se exhibieron en el mismo espacio físico que otras obras cerámicas de otros artistas de todo el mundo, la mayoría con acabados esmaltados, siendo casi inevitable que el público haga comparaciones y sus propias elecciones. 

Obra de Enciso expuesta en París
Para mi sorpresa, la recepción fue muy buena y además había mucho interés en mis relatos y en las historias detrás de cada pieza. Puedo decir, a partir de esta feria, que el lenguaje de la cerámica es universal. Las piezas que he presentado allí, si bien están cargadas de mi paisaje interior y de la tierra paraguaya, dialogaban naturalmente con públicos de otras culturas y cerámicas de los más diversos orígenes.

La experiencia me reafirmó en la convicción de que el arte cerámico latinoamericano está vivo y presente y que posee una potencia simbólica que el mundo necesita redescubrir: la de la materia que conecta y que recuerda.

– Sos abogado de profesión. ¿Cómo llegaste a la cerámica?

Llegué a la cerámica en un punto de inflexión, de crisis personal. Estaba necesitando reconducirme y expresar lo que no podía en ese momento, tal vez inconscientemente también estaba buscando el silencio.

En esa búsqueda de expresarme, me inicié en la cerámica artesanal en un taller en la Escuela El Cántaro de la ciudad de Areguá, donde conocí a la gran artista Julia Isidrez, que impartía el taller y desde ese momento -hace ya 11 años- no dejé de hacer cerámica.

– Fuiste alumno de la gran Julia Isidrez. ¿Cómo viviste ese aprendizaje, qué cosas destacarías?

El aprendizaje con Julia fue mágico, fue como entrar en otra dimensión, literalmente, porque significaba dejar Asunción y llegar los fines de semana a la compañía Ca’aguazumi de Itá y entrar en otro ritmo, más lento, en los primeros tiempos muy silencioso y delicado por los procesos personales que ambos estábamos atravesando, creo que nos hicimos compañía en nuestros misterios y soledades.

 

Con Julia aprendí no solo la técnica del barro sino también desarrollé intensamente el proceso de crear, ya que en su taller – como ella misma lo decía un poco en broma y un poco en serio- estaba prohibido imitar las piezas que ella hacía, hecho que forzosamente me obligó a iniciar una búsqueda de mi propio lenguaje, mi propia voz en la cerámica.

Esta técnica fue transmitida desde las mujeres guaraníes a sus hijas, que resistió hasta el presente, con algunas intervenciones coloniales en la técnica y en las formas, entonces, además, al trabajar en esa comunidad de ceramistas, aprendí mucho sobre todo lo que subyace a esa cultura del ñai’u (barro negro). Fue una especie de residencia artística intermitente que se extendió a lo largo de 4 años y medio.

 – Hacés mención al origen indígena de nuestro arte cerámico y también al mestizaje con la técnica española. ¿Cómo describirías esa evolución y en qué momento entendés que está la cerámica paraguaya y latinoamericana en torno a estos antecedentes?

La cerámica paraguaya es hija del mestizaje. Como dije anteriormente, viene del gesto ancestral de las mujeres guaraníes que modelaban el barro, y del choque con las técnicas europeas que trajeron el torno, el esmalte, las nuevas formas.

Esa tensión —entre lo ancestral y lo colonial— sigue viva en nuestras manos. En mi obra intento visibilizar ese proceso, no recurro al esmalte, sino permanezco en los engobes, y me interesa mostrar a la cerámica como una especie de archivo, agregando conceptos nuevos pero ya a nivel de preguntas y exploraciones.

Creo que hoy la cerámica paraguaya y latinoamericana está en un momento de redescubrimiento: vuelve a mirar sus raíces con mayor conciencia de su importancia como expresión identitaria de nuestros pueblos latinoamericanos.

– Se suele comentar los efectos terapéuticos de la cerámica. ¿Cuál es tu relación con ese aspecto de tu arte?

Para mí, el barro cura. No porque sane un síntoma precisamente, sino porque restablece un vínculo: el del cuerpo con la tierra. En el taller, el tiempo se suspende; el gesto repetido del modelado y del esgrafiado se vuelve meditación. Hay algo que sucede que va más allá de lo comprensible, creo que se trabaja a nivel consciente e inconsciente…y me arriesgaría a decir que sucede también algo a nivel espiritual.

Considero que sanar es reestablecer un equilibrio, desde ese punto de vista el solo contacto con la arcilla, con la tierra ya nos devuelve la dimensión de lo humano, nos enseña a esperar, a tener paciencia y a ser humildes, porque el propio material- por su simplicidad- lo es. 


  Una búsqueda en las formas

La crítica cuenta que un principio Jorge Enciso abordó obras más zoomorfas para luego iniciar una etapa actual más abstracta. “También hacía representaciones de escenas de lo cotidiano, porque mi formación partía de ese mundo de figuras, llamado cerámica popular, donde esta temática era común. A lo largo de ese proceso fui conectándome cada vez más conmigo mismo, con la arcilla, con el fuego transformador, con las emociones y vibraciones del entorno, y poco a poco fueron apareciendo obras más abstractas”, comenta.

“Esto generó por supuesto una enorme curiosidad y empecé a investigar sobre mi propio proceso y sobre conceptos del arte abstracto. Como referentes del arte ilustrado occidental recuerdo que leí sobre los primeros artistas que trabajaron lo abstracto, Vasili Kandinsky; Piet Mondrian y Kazimir Malevich, pero también me topé con un nombre: Hilma af Klint, a quien la historia del arte había tratado con ingratitud ya que había hecho obras abstractas mucho antes que los hombres que cité, sin que se le otorgara un lugar relevante que merece y me emocionó que ella vinculara su trabajo a una gran espiritualidad”.

 Lo negado aparece

A partir de allí entendió encontrar “una señal muy importante para mí, en el sentido de prestar atención a aquello que estaba negado, silenciado. En ese momento, me llevó a reflexionar en el concepto de negación, primero en lo que estaba negado en mí mismo y luego la negación en mi entorno. Comprendí que el camino no era profundizar sobre lo que era evidente, lo ya escrito, sino prestar atención a lo que no se veía, no se leía, no se escuchaba”, apuntó.

 Fue uniendo ese descubrimeinto a la tradición que la aportaban “ya a nivel formal/técnico/estético las referencias locales de Julia Isidrez y Juana Marta Rodas (+), y de Josefina Plá (+), de origen español que vivió prácticamente toda su vida en Paraguay, quien hizo unos trabajos muy interesantes con el esgrafiado, que es la técnica de acabado que utilizo”.

Jorge Zárate

Links

https://www.lanacion.com.py/revista-vos/2017/11/14/descubrir-la-arcilla/ 

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